Es la segunda vez que el tucumano Agustín Toscano pisa el Festival de Cannes con un bellísimo film, El motoarrebatador, después de haber integrado el programa de la Semana de la Crítica en 2013 con Los dueños, realizado a cuatro manos y cuatro ojos con Ezequiel Radusky.
En estos cinco años, no se puede decir que Toscano haya madurado porque ya Los dueños dejaba vislumbrar una buena pasta de realizador pero su primer film en solitario, con su historia de un arrebatador arrepentido que cambia su vida cuando decide cuidar a la mujer que arrastró con su moto causándole graves heridas, es una obra completa, bien contada y mejor interpretada por un fiel elenco de actores que lo siguen de film en film.
Miguel Ángel gana unos pocos pesos para poder mantener una ex mujer y su hijo, manejando una moto para que un amigo pueda arrebatar carteras al vuelo. Pero cuando una de las víctimas se niega a soltar la suya y es arrastrada por el suelo, el hombre empieza a tener remordimientos y decide ocuparse de la anciana señora que ha perdido la memoria en el accidente.
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Haciéndose pasar por un inquilino, Miguel Ángel se ocupará de la señora y encontrará una nueva vida cuando acabe de pagar sus culpas y salga de la cárcel.
Sergio Prina y Liliana Juárez comparten cartel protagónico (ya habían actuado en Los dueños) dando veracidad y emoción a sus personajes mientras la fotografía de Arauco Hernández Holz trata de sacar el mayor partido posible de los suburbios tucumanos en los que Toscano ha ambientado la acción.
Al principio quería hacer un policial sin policías pero la idea inicial me vino recordándome de que a mi madre le había pasado algo semejante y me dije que sería interesante contar la vida de un arrebatador arrepentido, declaró Toscano.
Y así escribí la historia de un hombre atormentado por sus actos y perseguido por su sombra y su conciencia, continuó el director.
Estos cinco años pasados desde la realización de su primera película, Toscano los pasó buscando fondos pero este tiempo no pasó en vano porque le permitió ir afinando cada vez más el guión.
Filmamos en barrios marginales de Tucumán, repletos de basura pero a la sombra de imponentes montañas y hermosos limoneros que hacían de contraste al ambiente en el que se mueven los personajes, agrega el director.
Pero contamos con la colaboración de la gente y de las autoridades que nos permitieron usar a verdaderos policías, filmar dentro de una cárcel y de un supermercado, concluyó Toscano.