Las muelas del juicio, también conocidas como terceros molares, son motivo de inquietud para muchos debido a los problemas que pueden ocasionar, desde extremo dolor hasta la necesidad de extracción. Pero, ¿por qué persisten estas piezas dentales y cuál es su propósito en la evolución humana? “Son una herencia de nuestros antepasados. Hace muchos años atrás la alimentación era distinta, por lo que se requería de los ‘terceros molares’ para poder comer carne cruda y raíces, por ejemplo, y aquellos alimentos que requerían de una fuerza masticatoria con mandíbulas más prominentes”, dice a la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, María de las Mercedes Pérez, odontóloga, especialista en Ortodoncia.
Estas muelas, que aparecen entre los 17 y 25 años, son llamadas así porque surgen en la etapa en que se supone que el ser humano puede emitir juicios. A pesar de su asociación con molestias, son estructuralmente similares a los molares anteriores y su presencia se atribuye a la evolución humana. La erupción de estas piezas dentarias puede variar: algunas personas las experimentan sin problemas, alineándose correctamente con otras muelas; aunque, sin embargo, otras pueden enfrentarse a erupciones parciales, lo que dificulta la higiene oral y aumenta el riesgo de infecciones.
“Las muelas impactadas, incapaces de erupcionar completamente debido a la falta de espacio o mala alineación, pueden causar dolor, inflamación y aumentar el riesgo de infecciones”, explica Pérez. Y agrega: “El malestar incluye hinchazón, enrojecimiento y sensibilidad en la zona. Por eso, en casos de falta de espacio o problemas de alineación, se puede recomendar la extracción para prevenir complicaciones“.
Funciones antiguas y realidad moderna
Según explica la especialista, a medida que los seres humanos evolucionaron, las mandíbulas se adaptaron para manejar una dieta más variada, incluyendo alimentos más duros y fibrosos. En este contexto, las muelas de juicio probablemente jugaron un papel crucial en la masticación eficiente. No obstante, los tiempos cambiaron y el exceso de consumo de alimentos ultra procesados, junto con la falta de necesidad de masticar alimentos robustos, lleva a que estas muelas se vuelvan aparentemente inservibles en la actualidad.
Siguiendo esta línea, un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Adelaide, en Australia, informa que los bebés contemporáneos ya no nacen con muelas de juicio. Esta observación se atribuye a la aceleración de la evolución humana en las últimas décadas, superando incluso los cambios ocurridos en los últimos 250 años.
La explicación reside en diversos factores. En la modernidad, las caras humanas se vuelven cada vez más cortas, lo que conlleva mandíbulas más pequeñas. Según los expertos, este cambio anatómico, está directamente relacionado con la falta de necesidad de masticar alimentos voluminosos. Así, en una era en la que la mayoría de los alimentos se procesan y cocinan, la exigencia física de la masticación disminuye significativamente.
La investigación, publicada en el Journal of Anatomy, destaca otros cambios evolutivos recientes, como caras más cortas en las nuevas generaciones, huesos adicionales en pies y piernas, y una arteria adicional en el antebrazo. En esa línea, los especialistas hablan de “microevolución” para describir este fenómeno, y señalan que se están experimentando cambios evolutivos en un corto período de tiempo.
Con todo, aunque anclados en el pasado evolutivo, estos molares enfrentan una encrucijada en la sociedad moderna. La falta de necesidad de estas piezas en la actualidad plantea la pregunta de si deberían ser consideradas como reliquias o si su extracción sistemática es la respuesta a las complicaciones que pueden generar.
*Artículo elaborado por la Agencia de Noticias de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ)