Los tiempos, sus circunstancias, la vida y todo lo demás pueden desplegarse como un gran manto de angustias y ansiedades. El ritmo de vida y el estrés terminan de configurar esos encierros privados de los que todos pretenden escapar. En ese marco, pocos quieren más incertidumbres que las propias y las fórmulas urgentes encuentran su mejor momento. Así sobreabundan y se expanden las deidades del orden hogareño, las encíclicas sobre la conveniencia de soltar, los grandes señaladores de personas tóxicas, los dictadores de la felicidad ajena y otras derivas. Por eso sorprende todavía más que justamente en plena era de las pseudoterapias-Glovo Darío Sztajnszrajber se convierta en un fenómeno todoterreno. Divulgador, docente, filósofo rock o como quieran llamarle, Sztajnszrajber se transformó en una presencia ineludible desde sus libros, la televisión, las redes, la radio y los escenarios, justamente arrojando sobre fieles y curiosos reflexiones, desafiando paradigmas y multiplicando las preguntas y la incertidumbre.
Para darle dimensiones al asunto, el año pasado el libro más vendido de no ficción en la Argentina fue Filosofía en 11 frases. Ahora lanzó Filosofía a martillazos I, un trabajo singular que podría definirse como un libro en vivo intervenido. Filosofía a Martillazos I reproduce clases públicas de Sztajnszrajber enriquecidas y ajustadas, pero que nunca pierden –ni pretenden hacerlo– su tono coloquial. El trabajo está dividido en capítulos que tratan temas medulares como el amor, el postamor, Dios, la verdad, la posverdad y la democracia. Las exposiciones, muy a la manera de Sztajnszrajber, articulan pensadores diversos –Derrida, Nietzsche, Marx, Roberto Esposito, entre muchos otros– para ilustrar, llamar a la reflexión y –también– provocar. Correrse del sentido común es una de las máximas de Sztajnszrajber y la ejerce con convicción y sin complejos.
El autor habló con Tiempo de todos estos asuntos y del presente incierto de la Argentina.
–Filosofía a martillazos I es casi un libro en vivo. ¿Cómo surgió la idea de hacerlo así?
–Queríamos un libro que transmitiera el carácter performático de las clases. Pero después apareció el cómo. La primera versión tenía una perspectiva inversa: trabajamos la edición borrando esas huellas que tienen que ver con el tono en un espacio colectivo. Lo trabajamos con la editora Gabriela Esquivada y en esa instancia no quedamos conformes. Entonces volvimos a la idea original: que se notara ese registro que incluye también lo coloquial, la anécdota y toda cuestión propia de una clase. Una vez que encontramos ese tono, el trabajo se hizo sencillo. Hoy casi toda la información está disponible en bibliotecas y la web. Más que nunca la diferencia está en la interpretación que le das, en cómo articulás autores para construir y decir lo que querés decir. Después enriquecí esos textos con ideas y elementos que muchas veces no llegás a desarrollar en una clase por diversas cuestiones. Así los textos casi se duplicaron y se hicieron más potentes y dinámicos.
–¿En algún momento leyéndote te sorprendiste de vos mismo?
–Sí. Para bien y para mal. La mayoría de esas clases las vengo dando hace mucho. Por eso conozco bien los temas y me sorprenden menos. Pero algunas veces me llamó la atención cómo dije o desarrollé determinados aspectos: «¿Esta cabeza que está leyendo esto es la misma cabeza que dijo eso?», me llegué a preguntar. La clase de la democracia es de las más nuevas y ahí sí hubo más lugar para sorpresas. Desde «¡Qué interesante lo que dice este tipo!» (risas) a «Bueno, eso no fue para nada necesario» (más risas).
–Elegiste temas, livianos, casi de lectura veraniega.
–Claaaro (risas). Hay dos grandes temas que vertebran el libro: el amor y la verdad. Ambos con sus segundas partes, su deconstrucción: el postamor y la posverdad. Esos cuatro capítulos son el ’70 por ciento del libro. Me parece que son dos temas, en su dimensión y campo, muy presentes. La verdad en su relación entre lo técnico y lo político, y el amor, desde su mirada clásica a la crisis del amor heteronormativo. Ambos atravesados por la cuestión política que yo trabajo. Me parece que no hay nada muy potente escrito desde la filosofía sobre la posverdad y este fue un intento de proponer tesis y abrir puertas. La democracia se impuso por el año electoral y Dios me pareció muy interesante para tomar en estos tiempos de Bolsonaros, por ejemplo. Creo que no debemos conceder a las religiones institucionales la cuestión de Dios.
–Dios es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de las autoridades religiosas.
–Exactamente. La pelea por el nombre es lo que más le duele a las religiones institucionales. Si vos te plantás en un ateísmo militante, si despreciás ese campo semántico, a los religiosos les chupa un huevo. Les resulta funcional. Pero cuando salís a discutir a Dios, a pensarlo por fuera de sus doctrinas, todo se pone más atractivo y poderoso. Pensar a Dios desde el arte y la filosofía es un gesto de gran irreverencia.
–Te faltó la muerte.
–Va a salir en Filosofía a Martillazos II. Iba a ser el cierre de este libro, pero le ganó la pulseada la democracia porque es un tema muy presente para este año.
Sin descansos
Sztajnszrajber rara vez se detiene. Recién llegado de una gira por España, sigue con su programa de radio Demasiado Humano (Futurock), se presentará con Desencajados (música y filosofía) este jueves en el Konex y el 3 de julio llegará al Teatro Coliseo junto a Felipe Pigna con La historia y la filosofía 3. ¿Cómo se explica toda esa demanda? «Mi experiencia, las devoluciones que recibo, incluso en mi gira por España, me dice que al menos un grupo importante de la sociedad quiere salirse de las recetas fáciles para la felicidad. Y no porque sean fáciles, sino porque no funcionan. Mis libros proponen pensar a la filosofía como una disciplina que construye incertidumbres en un mundo que te ofrece todo cerradito. La filosofía tiene mucho más que ver con el arte que con la ciencia. Y eso no le quita nada de valor. El valor científico no debería ser algo excluyente», señala Sztajnszrajber.
–¿La filosofía debe incomodar?
–A mí me gusta tomarla de esa manera. Es retomar la idea nietzscheana de que al sentido común hay que abrirlo, y si es con algún tipo de violencia conceptual, con cierta provocación, mejor. Las prácticas cotidianas están instaladas como sentido común y exigen sacudirlas. La concepción romántica del amor, por ejemplo, esta súper institucionalizada al punto que la mayoría de las personas creen que ese es el único amor posible. En el libro hay dos capítulos que se pelean con ese amor incólume.
–Vos trabajás a partir de la idea de que las personas no eligen de quién se enamoran.
–Claro. Parece una pelotudez, pero no elegimos con libertad. Nos cruzamos con alguien, nos enamoramos y nos la creemos. Pero la filosofía te permite poner eso en perspectiva y ver que vos te metés dentro de un dispositivo cultural-social que establece y constituye tu subjetividad afectiva. Vos no estás eligiendo: te acomodás a una moldura previa que te está dirigiendo hacia ahí. No importa que te enamores de X o de Y. El amor romántico es un dispositivo que condiciona nuestras decisiones. Esa sola idea cachetea bastante al amor romántico.
–¿Una parte del feminismo también hizo una aporte importante para cuestionar al amor romántico?
–Sí. Creo que lo que hace el feminismo en algún punto es denunciar que el ideal romántico encubre una condición heteronormativa y una cuestión patriarcal: esa idea del Príncipe Azul, de que el hombre completa lo que le falta a la mujer, supone a la mujer como un ser carente que solo logra la completud con el falo-espada del príncipe (risas). Expresa una gran asimetría esa idea. Yo creo en el amor romántico. Pero para poder acceder a una idea romántica del amor hay que desromantizarlo. Quitarle todos esos sesgos petulantes y religiosos, llevarlo a lo terrenal, a lo mundano.
–Sos una persona muy interesada por la política. ¿Qué te parece la fórmula Fernández-Fernández?
–Me gusta mucho la fórmula Fernández-Fernández. Me cae bien. Me parece que Alberto Fernández puede tener un liderazgo político muy propio de las necesidades de este momento. Creo que Alberto Fernández entiende muy bien que la política exige la construcción de poder, unidades, consensos y obviamente una vez que se construye ese poder direccionar las políticas según la naturaleza del proyecto. Pero sin la construcción de poder es imposible ganar una elección y gobernar. Ser muy puntilloso e híper ideologizado puede dar cierta inmunidad moral, pero no construye y abandona a los que más necesitan ayuda. Me parece que la fórmula Fernández-Fernández expresa un giro importante y la voluntad de generar una transformación.
–¿Te sorprendió que Cristina Fernández decidiera ser candidata a vicepresidente?
–Sí, claro. Y me parece muy interesante analizarlo. Por un lado creo que es una decisión política muy inteligente que modificó el tablero. Y por el otro, me parece un renunciamiento, justamente por sus capacidades como líder y la representatividad que tiene. Es algo que la pone en un lugar pocas veces visto en la historia política reciente. Pero ante todo es un movimiento estratégico audaz que permite construir posibilidades más sólidas de triunfo. «
La educación pública, en debate
Sztajnszrajber es docente y se formó en la educación pública. Suele decir, parafraseando a Nietzsche, que «el aula ha muerto». Ese imperativo categórico propone repensar la educación, sí. Pero siempre desde una órbita de un Estado presente. Aquella sentencia nietzscheana también lo empujó al centro de más de una polémica.
«Está claro que defiendo la educación pública, desde siempre y para siempre –subraya–. Pero eso no nos debería obligar a esconder o aceptar las falencias que tiene hoy. Si nos refugiamos en una defensa ciega, le dejamos al gobierno de la alianza Cambiemos justamente el significante y la iniciativa del cambio. Y todos sabemos que el cambio que impulsaría este gobierno sería alineado a los intereses de unos pocos. Nosotros que somos de izquierda, defensores de la educación pública, somos los primeros en notar las dificultades de nuestra educación y reclamarle al Estado».
Por una democracia ampliada
En el capítulo sobre la democracia incluido en Filosofía a martillazos. Tomo I, Sztajnszrajber extiende el concepto mucho más allá de la acepción de republicanista tan propagandizada por algunos.
«Tomo la idea de democracia de Derrida, que la entiende como apertura y hospitalidad hacia el otro. No sólo los tres poderes y el voto universal. Empezar a reconocer a los excluidos del sistema es imperativo para una democracia real. Derrida se radicalizó en sus últimos años y en su giro animal hasta habla de los derechos de los animales. Todo eso es disruptivo», destaca.
–En ese capítulo también mencionás la grieta.
–Hace rato en la Argentina existe una contraposición neta de modelos. El gobierno de Cambiemos pudo hacer muchas cosas mal, pero lo que seguro hizo bien fue sostener su modelo económico político a ultranza. Ojalá la ciudadanía vuelva a apostar a un modelo más inclusivo y ojalá los que llevan a cabo las propuestas de esta índole puedan replicar lo que hicieron bien antes y hagan bien lo que antes hicieron mal. Algunos errores fueron, entre otras cosas, los que permitieron que Cambiemos llegue al poder.