En el barrio limeño de Miraflores vive Daniel F. Es el vocalista de Leusemia, banda mítica del rock subterráneo, la nueva ola -mejor dicho el tsunami- que marcó a la cultura popular del Perú en los años ochenta. Estrella distante del rock inca, repasa en diálogo con Tiempo Argentino su larga carrera y la coyuntura política del país andino-amazónico.

La génesis de esta historia se da a principios de los años sesenta, en una barriada humilde de Lima la horrible, como la llamaba el escritor Sebastián Salazar Bondy, donde nació Daniel Augusto Valdivia Fernández: “Soy del ’61. Crecí en la Unidad Vecinal Nº 3, un barrio de clase media baja, familia trabajadora, donde no sobraba nada, imposible llegar a tener instrumentos o un disco. Me alimentaba el rock argentino, la revista Pelo, así me formé”, dice el músico limeño y después marca hitos del rock peruano de su adolescencia: el sonido garagero de Los Saicos, el rock pesado de El Humo, el latin jazz de Black Sugar. Traza una acelerada genealogía: “No hay un punto determinado de nacimiento de nuestro rock, siempre fue una historia de covers, de cantar en inglés, o traducir canciones. Entre los pocos que cantaban en español estaban Los Saicos, que lo hacían más por resignación que por una decisión personal, no les salían las canciones de los Beatles y comenzaron a cantar las suyas, y se lo agradecemos mucho. Eran el sonido garaje de esos días, el gogó, cavernoso. Un sonido que ya sonaba en otros países, no se inventó nada acá, aunque se habla del protopunk. De alguna manera fue la primera muestra de ese tipo de expresión en el Perú.”

Los Saicos son un mito para los rockeros peruanos. Eran originarios del barrio de Lince. Hace algunos años, el alcalde de la barriada puso una placa que dice: “El punk se inventó en Lince”. ¿Anarquía en el Virreinato del Perú? Dejemos la discusión a los historiadores.

Foto: Gentileza Eddy Cahuana

A finales de los ’60, se da en Perú un golpe militar con aires de izquierda nacionalista comandado por el general Juan Velasco Alvarado. Daniel F era muy pibe, pero hace memoria: “El rock no fue perseguido y se dan momentos muy altos, con discos emblemáticos de grupos como El Polen, Tarkus y Black Sugar. Esa movida muere en 1974, se dejaron de hacer discos, muchos músicos empiezan a migrar o se meten en la cumbia chicha que nace en esos tiempos. Yo era un chibolo, un niño que empezaba a soñar con tener una banda de rock and roll.”

Daniel F señala otro mojón del rock peruano a finales de los años setenta: “Aparecen grupos y sitios para tocar en el centro de Lima. Algo se estaba gestando. Eran los tiempos previos al surgimiento de Sendero Luminoso, el regreso a lo que se llama democracia. Yo tocaba en las calles, en los parques, para ver qué pasaba. En 1980 surge una contracultura de cantautores, se hacían llamar Músicaurbana, así todo junto: Andrés Delude, cantante de Frágil; Susana Baca, que sigue en la palestra; y el poeta Alejandro Susti, entre otros. Me acerqué, pero era muy chibolo, estaba en la escuela, no podía salir de gira con ellos, pero no me desanimé.”

En 1983 el joven Daniel formó Leusemia, su primera banda, su única banda. Fueron pilares en el llamado rock subterráneo, una movida under que marcó un camino que se bifurca y trifurca en la historia de la cultura popular del Perú, con bandas como Narcosis y Guerrilla Urbana en el parnaso: “Éramos una línea bien cruda, no sabíamos tocar absolutamente nada. Pero teníamos necesidad de hacerlo en cualquier lado. Nacen muchas bandas en ese momento. Los discos sonaban terribles, pero nos emocionaban”. Su primera obra es de 1985, una gema del rock peruano, con himnos como “Un lugar” y “Oirán tu voz, oirán nuestra voz”. Recuerda: “Años del nacimiento de Sendero en Ayacucho, todo parecía distante, pero nosotros teníamos otra información, porque vivíamos cerca de la Universidad de San Marcos, que es un lugar muy político. Entonces empezaron a explotar las bombas y a aparecer los perros colgados de los postes de luz en Lima. Para la policía nosotros éramos subversivos, y para los subversivos nosotros éramos pro-imperialistas. Nosotros sólo queríamos cantar rock y contar lo que nos pasaba.”

Con Leusemia grabó cuatro discos entre 1985 y 2004. Una discografía influenciada con dosis desparejas de Los Ramones, los Faces y rock bien crudo. Prolífico, Daniel F suma cinco discos en solitario en plan más acústico y siete libros a su larga carrera.

Idas y venidas con Leusemia y deriva solista kilométrica, el músico limeño siempre tuvo que chambear en otros oficios para ganarse el pan de cada día. Pero sigue haciendo lo que más ama, tocar en vivo: “Nunca fue masivo el rock en el Perú, no es un fenómeno cultural de masas. En los años noventa estaban Los Mojarras, La Sarita y Micky González, con proyección internacional. Se hicieron grandes recitales multitudinarios. Estuvimos con Leusemia. Cuando me preguntan por qué el rock peruano no traspasó fronteras, uso las palabras de Pedro Cornejo, un filósofo amigo que estudió a fondo el rock del Perú y escribió tres enciclopedias del tema: ¿Cómo es que, con tantas trabas y dificultades, sigue vivo?”

Festivales masivos en Lima.
Foto: Gentileza Eddy Cahuana

En los últimos meses, Daniel F estuvo dando una mano en las acciones solidarias que juntan alimentos y medicinas para los marchistas que llegan a Lima desde el interior del país para protestar. Casi medio año pasó desde el autogolpe con salida forzada del presidente Pedro Castillo en diciembre y la llegada de facto al poder de Dina Boluarte. Nuevo escenario en Perú con represión, detenciones masivas y un saldo de 70 muertos en las protestas a lo largo y ancho del país . Daniel F dice que el presente le hace acordar a las épocas del dictador Fujimori: “Miedo, tristeza, incertidumbre, algo que no sentía desde los años de Alan García o del fujimorismo. Parece que el gobierno está incitando a que la gente tome las armas, y esto deje de ser un asesinato y sea una guerra entre el Estado y los que no pueden lograr justicia. Nunca me sentí representado por los políticos, son canallas y tahúres. La democracia siempre pierde en Perú, pero sigue siendo una utopía, un sueño, siempre mejor que la pesadilla de las dictaduras”.