En La Matanza, el distrito más poblado del país, gran parte de la comunidad cristiana aguarda con atención la misa en desagravio de las mujeres que trabajan en comedores, que se llevará a cabo el próximo miércoles en ese distrito matancero, más precisamente en el Santuario de la Virgen de Caacupé, en Ciudad, en Ciudad Evita.

Tiempo conversó con el sacerdote Daniel Echeverría, responsable de la Parroquia Enrique Angelelli y Mártires Riojanos, ubicada en el Barrio 22 Enero, uno de las barriadas más humildes de Ciudad Evita y de toda La Matanza. Con una fuerte labor pastoral y social, este cura que integra el equipo de Párrocos Solidarios y pertenece a la Diócesis de San Justo no duda en defender a esas mujeres y organizaciones de la sociedad civil que trabajan diariamente para acercar alimentos y comida caliente a quienes están padeciendo, lisa y llanamente, hambre bajo el modelo dominante de un Gobierno que pregona que «no hay plata» en medio de serios cuestionamientos judiciales, políticos y éticos por retener comida destinada a los más necesitados, en algunos casos, a punto de vencerse.

«Nosotros llamamos Abanderadas de la Patria, Madres de la Patria, a esas mujeres a quienes en pandemia homenajeamos y considerábamos indispensables. Ahora, el gobierno nacional se atreve a humillarlas y a tratarlas de ladronas, cuando dice que nuestros comedores son lugares de poca confianza y que hasta se puede estar robando el pan de la gente. Es un escándalo que un gobierno que humille de esa manera a los pobres. Es un escándalo que tengamos que estar reclamando comida en esto que, como bien decimos, es la Tierra Bendita del Pan. Pero es escandaloso que estas mujeres –donde no faltan varones también- que dedican su tiempo, su esfuerzo, y que ponen todo el corazón en hacer llegar un plato de comida a las familias de barrios populares, hoy sean maltratadas de esta forma. Y con ellas, nuestras instituciones, las iglesias, cantidad de organizaciones populares, ONGs, fundaciones, agrupaciones, movimientos, que lo que están haciendo es sostener uno de los momentos más duros y críticos de la historia argentina», recordó el cura.

«Tenemos poca memoria del bien que hicieron a nuestra Patria en tiempos de pandemia. Y por eso queremos homenajearlas, reivindicarlas. Queremos pedir a este gobierno que cambie el corazón. Que dejen de gobernarnos con actitudes de desalmados y desalmadas. Que miren a nuestro pueblo y que respondan para aquello para lo que han sido elegidos: para generar el bien, para promover la justicia social y para hacer crecer esa justicia entre nuestro pueblo argentino», reclamó el sacerdote.

Que la misa central sea presidida por el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, el obispo de San Isidro Oscar Ojea, no es un dato menor, marca un posicionamiento creciente de la Iglesia Católica Argentina y el sacerdote Echeverría lo hace notar.

«Tenemos que valorar que la misa va a ser presidida nada más y nada menos que por el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Y esto se da apenas a un día que el director de Cáritas Argentina, el obispo de Quilmes, monseñor Carlos Tissera, dijo expresamente que es una vergüenza que el gobierno retenga alimentos. Va creciendo una voz en la Iglesia Católica y en otras iglesias cristianas repudiando esta acción del gobierno nacional, esta insensibilidad. Incluso, esta negación a la verdad. Porque lo que queda en evidencia es que están totalmente desconectados de la realidad. Y la realidad es la verdad. La realidad está en lo que pagamos de luz, en lo que cuesta un kilo de pan, en lo imposible de comprar una docena de facturas un domingo a la tarde, porque no entra en la posibilidad del presupuesto de cualquier familia de un barrio popular, y aun de la clase media», planteó Echeverría.

Al límite de la paciencia

Sin ayuda, al menos hasta ahora, desde la administración nacional, el cura cuenta que en territorio matancero, en este caso en la Diócesis de San Justo, les toca tanto a la Iglesia como a las organizaciones sociales y voluntarios una situación cada vez más compleja.

«Nos pasa lo que le pasa a cualquier padre de familia para sostener la olla familiar. Pero a nosotros, en las barriadas, nos toca sostener la mesa de nuestros barrios. Nos toca sostener el pan cotidiano, que en muchísimos casos depende de esa vianda diaria que están sirviendo nuestros comedores y merenderos en nuestras parroquias. Y, quiero insistir, en organizaciones sociales, en fundaciones, en ONGs, en movimientos sociales a los que se los ha demonizado con el título de chorros, de ladrones, a los que se los ha culpado de malversación, cuando en realidad lo que hacemos es lo que hace cualquier familia: hacer magia con los recursos que tenemos. Es tristísimo, lamentable, una vergüenza lo que dice el comunicado de los curas, que en la Patria Bendita del Pan hoy estemos negando alimentos a nuestra población y prefiramos que un alimento llegue a su fecha de vencimiento y termine arrojado a la basura». Y ahí, el tono manso del sacerdote da paso a la indignación, al asombro, al dolor.

«Este gobierno se está jugando la salvación, o la condenación. Ese es el criterio evangélico. Jesús lo dijo muy claro: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber. Estuve enfermo y me visitaste, estuve en la cárcel y me fuiste a ver. Estuve desnudo y me vestiste. ¿Y qué está haciendo el gobierno con estas medidas? Hambrear al pueblo, quitarles posibilidades de salud. Hacerles imposible poder comprarse un par de zapatillas para ir a la escuela, nada más y nada menos. Nosotros tenemos que resolver en nuestra nueva y pequeña escuela parroquial, cosas tan básicas como las zapatilas de los nenes en el jardín, que no la puede resolver la propia familia. Y, claramente, Jesús dijo tuve hambre y no me diste de comer. Es decir, me negaste los alimentos que tuviste escondidos en un galpón y que preferiste que lleguen a su fecha de vencimiento. Y me quitaste posibilidades de salud, porque me quitaste la posibilidad de la medicación oncológica. Y me privaste de la posibilidad de la educación, porque llevaste al extremo los precios», señaló.

Si no hay respuestas desde el gobierno nacional, si continúa el ajuste indiscriminado sobre los sectores más humildes y gran parte de la clase media, el cura Echeverría marca que la presencia en las calles, el reclamo social popular, tendrá que ser el camino para ser escuchados y atendidos en las demandas concretas.

«Es vergonzoso lo que estamos viviendo. Y es necesario despertar a nuestro pueblo, y despertar a quienes nos gobiernan. Hay que llamarlos a la conversión, a un cambio de actitud. Y esto solo se puede lograr con la organización de nuestro pueblo, con el reclamo, con la presencia en las calles, y siguiendo en el servicio cotidiano, como estamos sacerdotes, catequistas, pastores, pastoras, cristianos y cristianas de todas las confesiones y cultos, así como las organizaciones del mundo laico, civil, no gubernamental», concluyó.