En «Mover (lo que no se ve)», el cuerpo es la huella donde se transmuta una herida. Por eso vemos mujeres bailando en la sombra, entregadas al ejercicio de conjurar lo invisible. Y por eso las escuchamos hablar a la distancia, en una larga conversación entre amigas: otra forma de practicar el exorcismo.
María José Nóbile, Carolina Villa y Mara Ávila, las tres protagonistas del documental, saben que el cuerpo, o más bien, las historias que giran alrededor del cuerpo configuran una forma de bailar. Pero también saben que sólo a través de la danza es posible suturar y embellecer la experiencia.
Esta película también es un diario, una bitácora de los meses de la pandemia, ¿cómo habitar el movimiento y la transformación cuando el imperativo es lo quieto y lo invariable? Durante el encierro, las tres bailarinas compartieron inquietudes, improvisaciones, audios, textos, videos e incluso fotos de la infancia, en un ritual en el que se jugaba la danza, los bloqueos emocionales y la amistad.
El documental, que contó con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) a la postproducción, es el segundo de la directora, Mara Avila, premiada por su ópera prima Femicidio. Un caso, múltiples luchas, donde narrar en primera persona el duelo que atravesó como hija de una víctima de femicidio.
Tiempo Argentino conversó con Avila sobre su nueva película, próxima a estrenarse este jueves 18 a las 19 horas en el Cine Gaumont.
-¿Cómo fue el recorrido inicial de la película?
-Antes de la pandemia tenía la idea de hacer algo sobre danza, a partir de una búsqueda personal que hice con mi propio cuerpo en el manejo de la ansiedad y asuntos de salud mental. Había empezado con la idea de hacer un biodrama.
El guión inicial partía de una directora que buscaba hacer un casting para una obra de biodrama y la película iba a ser eso: el casting y la obra. Después, claro, nos sorprendió la pandemia y hubo que reformularlo.
Entonces empezamos a hacer encuentros de manera virtual con Carolina Villa y María José Nóbile, que son las dos bailarinas y protagonistas de la película. Ellas resonaron con las preguntas que hacíamos: ¿qué pasa con el cuerpo en el encierro?, ¿qué pasa con ellas en tanto trabajadoras de la danza?, ¿por qué bailamos?, ¿cómo nace el deseo de bailar?
-Y aparece también el tema de la salud mental ligada al cuerpo.
-Sí, porque a la vez con la mediación de la pantalla y el encierro llegó un momento en que ya no soporté: tuve vértigo, ansiedad, pánico… Y ahí llegué a la conclusión de que yo quería hablar de salud mental. En mi adolescencia tuve una crisis psiquiátrica por la cual estuve muy medicada. Y fue una situación muy dramática que nunca pude terminar de procesar y de entender.
Tuve la necesidad de echar luz sobre eso. Así fue como devino en el transcurrir de las conversaciones que mantuvimos con las bailarinas. Más allá de que todo guión es una construcción y está armado cronológicamente, de algún modo da cuenta de lo que pasó en ese vínculo que mantuvimos entre nosotras y de cómo los temas se van adosando en una suerte de escalada de drama o de intensidad en relación con las vivencias alrededor del cuerpo y la salud mental. Mirándolo en retrospectiva, las tres estábamos en sintonía con ese contexto de pandemia hablando de algo que era importante y que hoy se resignifica en la post pandemia.
Parece que queremos hacer como la sociedad suele hacer con todo, poner en un frasquito lo que pasó, taparlo y seguir adelante. Esta película es para detenerse, hacer una pausa de 69 minutos y darnos el tiempo de reflexionar sobre lo que nos pasó en la pandemia y sobre lo que nos está pasando ahora, porque en momentos de crisis económica se pone más en evidencia la crisis de la salud mental que estamos atravesando en la sociedad.
-Esto que decís se relaciona con algo que dice María José Nóbile en la película. El cuerpo es político y vivimos en una vorágine que nos lleva a mecanizarnos en hábitos que lo condicionan. ¿La película es una búsqueda para desautomatizar la experiencia?
Sí, necesitamos hablar de esto porque si no estamos construyendo una sociedad medicalizada, adormecida, como una tropa de agobiados, zombies…Alcanza con observar cómo camina la gente en la calle, sus caras. Todos abrumados, cabizbajos.
Si nos detenemos a ver nuestros cuerpos, nuestras posturas, podemos darnos cuenta de la manera en la que nos aproximamos al mundo y eso es un despertar. Estamos en un momento de gran transformación social. Eso tiene un costo. Y el costo está siendo muy grande. Entonces, es importante, con las herramientas que tenemos, poder como decías vos, desautomatizar la experiencia.
-Uno de los ejes de la película es la comunicación entre tres mujeres en plena pandemia ¿Cómo lo trabajaron?
-Sí, lo que refleja el film tiene que ver con el contexto de la pandemia y con las formas que encontramos para comunicarnos. Pero al mismo tiempo tiene que ver con una intención de la dirección de la película de ir tirando pautas y de ir viendo cómo podíamos construir ese biodrama que queríamos hacer, cómo lograr en el montaje que la película tuviera un tono conversacional aunque la realidad de la charla entre nosotras fuera asincrónica y entorpecida por la distancia. Incluso también eso lo pusimos, en un momento aparece un zoom que queda trunco.
Por supuesto que la incorporación de ese material fue adrede, deliberado. El objetivo es dar cuenta de la falla, de lo que no funciona. Hay otra escena en la que yo bailo en mi casa y tiro un cuadro. Eso fue muy propio de la pandemia también y dice algo de la manera en que nuestros cuerpos tenían que amoldarse a los lugares cerrados.
-¿Por qué se llama Mover (lo que no se ve)?
Esa frase aparece en mi primer documental Femicidio. Un caso, múltiples luchas. Es un hilo del cual quería seguir tirando, bailar como una forma de mover lo que no se ve.
Y el origen está en un poema que escribí: “Cuando bailo se interrumpe el tiempo. / Cuando bailo mi cuerpo habla; mi mente calla. / Cuando bailo el dolor se hace movimiento, se dispersa en la energía que transita un tiempo sin tiempo. / Cuando bailo se desprende de mí algo del cotidiano hastío humano/ Cuando bailo transpiro las penas. / Cuando bailo muevo lo que no se ve./ Cuando bailo libero la melodía alegre de mis sueños. / Cuando bailo soy felizmente imperfecta. / Cuando bailo dibujo la voz de mi inconsciente en el piso de madera. / Cuando bailo me rompo en pedacitos por dentro; me reconstruyo; vuelo. / Cuando bailo soy lo que quiero ser. / Por eso bailo”.
El documental Mover (lo que no se ve) se estrena este jueves 18 de enero a las 19 horas en el Cine Gaumont (Avenida Rivadavia 1635, Ciudad de Buenos Aires).