El calor caribeño no espantó al virus, no significó una barrera infranqueable a la expansión de la pandemia, como muchos cubanos esperaban. En las últimas horas, Cuba superó el medio millar de infectados y 15 fallecimientos, aunque aún no entró en fase de transmisión comunitaria. No hay cuarentena obligatoria pero las restricciones a la movilidad y los llamados a “quedarse en casa” han ido creciendo. El gobierno y la población confían en la efectividad del famoso sistema público de salud y atención primaria y en las medidas de aislamiento social que gradualmente van intensificándose.
Cuando se dispararon aquí todas las alarmas, hacia mediados de marzo, había poco más de 60 mil turistas extranjeros. Los primeros registros de coronavirus correspondieron exclusivamente a ese universo y a cubanos que habían regresado del exterior o habían tenido contacto directo con ellos. Una de las primeras medidas restrictivas fue la prohibición de entrada de turistas extranjeros, lo que implicó resignar el principal ingreso de divisas de la isla. Y el 1 de abril se suspendió la llegada de todos los vuelos internacionales –a excepción de algu-nos de carga, con fines logísticos o humanitarios-, y se trasladó y confinó en hoteles a todos los turistas (muchos de ellos estaban en casas particulares). Hoy quedan menos de 7000.
Luego vinieron otras medidas, incluida la suspensión de las clases en todos los niveles y el teletrabajo (en Cuba la infraestructura de Internet domiciliaria es muy limitada), el corte del transporte público interprovincial y la obligatoriedad de portar barbijos. Algunos restaurantes y bares continúan abiertos, aunque con medidas estrictas de espaciamiento. Pero en mi barrio de La Habana, Miramar, en el puesto donde servían jugos de frutas, ahora solamente consigues que te atiendan si llevas tu vaso o botella. Desde la semana pasada, la policía disuadió de continuar su esparcimiento a los pocos que continuaban corriendo por las tardes, como en la Playita de 16, pequeña y de roca, donde la gente acostumbra a concentrarse e incluso tomar baños de mar. La policía controla que no haya movimiento y que se use barbijo. En la TV se sugiere cada vez con mayor insistencia quedarse en casa. Los barbijos son en su mayor parte confeccionados en casa o por vecinas voluntarias.
Desde hace un par de semanas, para entrar en cualquier tienda o supermercado es obligatorio lavarse las ma-nos con una solución clorada y sólo se permite la entrada de pocas personas por vez. De modo que han aumentado las tradicionales colas en las puertas de esos establecimientos y se sugiere dejar un espacio prudencial entre las personas, lo que no siempre se cumple.
Más allá de todas esas medidas de prevención y aislamiento, se han volcado todos los recursos de la gran red de atención primaria al servicio de lo que aquí denomina una “pesquisa activa”, casa por casa. Las visitas las realizan los llamados Equipos Básicos de Salud extensamente diseminados por toda Cuba, conformados por los Médicos de Familia que tienen un contacto muy cercano con la población próxima y a los cuales actualmente se les han sumado miles de estudiantes de Medicina para realizar visitas masivas. Desde que empezó nuestro confinamiento más estricto hace 2 semanas, recibimos en casa 2 visitas de estos equipos: preguntan si hay alguien con fiebre o síntomas respiratorios, dan consejos, etcétera. Ya se lograron visitar más de 8 millones de personas, de los cuales 158 mil adultos que viven solos. Una vez detectados de esta forma los casos sospechosos, las personas son hospitalizadas y aisladas.
Otra de las iniciativas que llama la atención es cómo se ha organizado la atención a adultos mayores aislados que no cuentan con apoyo familiar. Los Comités de Defensa de la Revolución junto con la Federación de Mujeres Cubanas, con presencia en cada barrio, seleccionan a voluntarios y organizan la entrega de comida, remedios y otros elementos. «