Las pantallas no son las malas de esta película. Sólo se trata de quitarles algo de protagonismo. Con la abundancia de tiempo libre para chicos, chicas y adolescentes, las vacaciones potencian una discusión que también se da durante el año escolar en muchas familias: cuánto tiempo es mucha pantalla. Aprender a lidiar con el aburrimiento sin recurrir a la tecnología, usar la creatividad partiendo de los juegos más básicos y revisar también las conductas adultas ante celulares y computadoras son algunas de las claves que aportan los especialistas. Y una premisa: “Hay que evitar la pantalla-chupete, a la edad que sea”.
La cuestión atraviesa todo tipo de vacación. La que incluye viajes planificados y la que consiste en pasar todo el verano en casa. Se da en familias con niños y niñas en edad escolar primaria, e incluso en jardín. Y claro que también cuando hay presencia adolescente. Sin distinción de clases sociales, con celulares gastados o de última generación, computadoras, tablets o simplemente la tele, disponible a toda hora.
Detrás de estas discusiones no siempre (pocas veces, de hecho) hay algo parecido a una adicción. Puede haber consumos problemáticos que requieran asesoramiento o tratamiento especializado. Pero en la mayoría de los casos, el tema pasa por evitar excesos. Que la pantalla no anule otras vías de socialización, que no reemplace el aire libre, que no agote toda la energía para entretenerse únicamente en ese objeto preciado para las niñeces.
¿Hay wifi en el hotel?
“Hoy casi la primera pregunta que hace un pibe antes de salir de vacaciones es si habrá wifi. No preguntan si hay mar, montañas, si va a haber otros chicos en el hotel. Preguntan si hay wifi. Es su primera preocupación, porque hoy todo pasa por las pantallas, especialmente en los chicos. El resto del año hay horas ocupadas con la escuela y otras actividades presenciales, como los talleres o los clubes. Ahora es la nada misma, mientras los papás siguen trabajando. Por eso muchas veces se da la pelea por las colonias: los pibes no quieren ir, pero los padres los mandan para que no estén todo el tiempo con pantallas”, remarca la psicóloga Débora Blanca, especializada en ludopatía y coordinadora del equipo Lazos en Juego.
“La pandemia lo precipitó y lo mostró, pero ya se venía dando. Esta pregunta de si hay wifi es previa. A veces los padres se encuentran con una negativa a las vacaciones porque van a un lugar sin conexión. Después, cuando acceden, están mal la primera tarde hasta que van al río y se ponen a juntar piedritas. Lo que pasa es que sacarlos de la pantalla hoy es sacarlos de lo que es el mundo para ellos. No puede ser algo violento, pero sí hay que proponer y ofrecer lo otro, porque después la pasan bárbaro”, promete.
Y aclara: “Todo sabiendo que son tiempos cortos. La noción del tiempo hoy tiene que ver con la inmediatez. Todo es un video de Tik-Tok, se aburren más fácil. Lo que les proponés no puede ser algo eterno, que estén sentados horas. No pueden responder hoy a eso. Pero nunca dejar de proponer juegos y actividades para que se descubran haciendo algo distinto”.
Claro que ni el viaje ni la colonia son una opción posible en todos los casos y en todas las familias. Menos aún en este verano de precios en alza y playas poco concurridas. Cuando la mayor parte del tiempo se pasa en casa, apunta Blanca, hay que organizar ese tiempo, hay que ser creativos: «Los padres pueden pedir cosas que cuando están en el colegio no hacen, que participen con cosas de la casa, que paseen al perro, que compartan un juego de mesa. Es incómodo, porque los padres se van a encontrar con el enojo de los pibes al sacarles la pantalla, hasta que quizás enganchan con eso que se les propone”.
El planteo de la psicóloga no apunta a la prohibición de pantallas, sino incluso a integrarlas a otras actividades. Que sirvan para fomentar algo más allá del aparato. “Ahora está muy de moda que miren videos de cocina. Bueno, se pueden buscar las cosas necesarias, la receta, y ponerse a hacer las galletitas. ¿Los chicos descubrieron que tal persona que siguen hace una huerta? Entonces… ¿por qué no plantamos en tres macetas y se encargan de cuidarlas y ver si salen los tomates? Ir a esos lugares”, invita.
Después puede surgir una contradicción, o punto en contra en lo que padre y madre puedan llegar a decirle al hijo o hija sobre la cantidad de pantalla: cuando son los propios adultos quienes están todo el día «conectados» al celular o a la computadora. Esa imagen le baja como espejo al chico. Difícil reclamar algo al niño que no cumple el grande.
Diálogo y consenso
“Cada vez aparece más presente la dificultad de qué hacer con el tiempo libre. No tanto con el tiempo de pantallas per sé, sino que no hay capacidad para generar actividades de entretenimiento. Lo cual termina generando que la gente se recluya en pantallas”, sostiene Nicolás Crescenzi, psicólogo, diseñador de juegos y docente.
Lejos de culpar a las pantallas, apunta a la comunicación: “Con la aparición de la tele, el aparato empieza a ocupar el rol de un integrante más en la mesa de la cena. Eso fue en progreso a medida que las pantallas se fueron miniaturizando. Y los algoritmos están hechos para retener la atención, cada vez el aparato es más exigente con la atención”. E insiste: “Hay una degradación muy fuerte en la comunicación intrafamiliar. Pocas veces saben los padres qué hacen los chicos en Internet y en las redes. Pero tampoco se enteran qué vieron en la escuela. Es un problema de comunicación”.
La OMS recomienda evitar el uso de pantallas en menores de 2 años. De 2 a 5, especialistas y organizaciones sugieren no más de una hora al día. Para los chicos de Primaria, lo ideal sería menos de 3 horas. Y sumarle una hora de actividad física y que lo último que hagan antes de dormirse no sea mirar algo en el celular. El descanso es clave. Por otro lado está la discusión de que no es cuánto miran, sino qué uso hacen. Por ejemplo, en YouTube un video va llevando a otro, con anuncios en el medio, sin que se sepa bien qué está mirando.
Nicolás Crescenzi subraya que la solución no pasa por la restricción y el mayor control: “propongo subvertir esa estrategia, buscar más empatía, más conexión, y establecer ciertos diálogos que busquen compartir. Esto choca con una coyuntura donde hay gente que tiene dos trabajos y aun así no le alcanza, por lo que al final del día no existe el tiempo físico para pasar con los peques. Hay que buscar los puntos de contacto en los momentos comunes como el almuerzo, la cena. Lo que se pueda”.
En las familias donde la discusión por este tema escala –en vacaciones y no solo– sugiere “buscar la toma de conciencia de lo que es el tiempo delante de la pantalla. Si no hay un ejemplo, es muy difícil. Si papá o mamá tienen el celular como forma de entretenimiento, se complica”.
Propone también “fijar el tiempo disponible como recompensa frente a las tareas de la casa y trabajar el consenso”. Además, “es fundamental perder el miedo a la herramienta. No todo está mal. Con responsabilidad, es algo bueno. Si no, es malo. Hay que evitar la pantalla-chupete, a la edad que sea”.
«Hay que entrenar el hábito de no hacer nada»
Leonardo Pereyra y Natalia Serfilippo son especialistas en recreación. Forman parte de La Cantera, ONG abocada a investigar y proyectar en el ámbito del juego. Ante la consulta sobre el factor pantalla en vacaciones, aclaran que no están en contra de la herramienta: “la clave es entrenar el aburrimiento. Acostumbrarse a aburrirnos. Lo que nos pasa hoy es que cuando no hay algo específico para hacer, agarrás el celu u otra pantalla. Hay que entrenar el hábito de no hacer nada y ver qué pasa con eso. Educarnos para el tiempo libre”.
Pereyra cita a Graciela Scheines, referente argentina en el ámbito del juego, para decir que “una de las claves para que haya juego es que haya vacío. De la nada, aparece algo. La cucharita pasa a ser otra cosa porque es lo que está ahí”. Y agrega: “Eso podemos hacerlo intencionalmente, algunos objetos pensarlos de otra manera. Sostener la cucharita con la nariz, pavadas. Y ver qué sale de ahí”.
Serfilippo menciona a Daniel Calmels, autor de Juegos de Crianza, para proponer “retomar algo de los juegos más básicos y darle la vuelta acorde a la edad. Como los juegos de ocultamiento, que arrancan con la mantita cuando es bebé, y a lo largo del desarrollo van tomando nuevas formas”. En esa línea, menciona juegos de pistas, búsquedas del tesoro, mensajes en código. “Se pueden esconder objetos por la casa, escondernos nosotros, esconder algo que haga sonido y buscarlo por el ruido, incluso el celular sonando”, convertido en otra cosa, no como pantalla sino como juguete sonoro.
Otra opción que surge de esos juegos de crianza: “Los juegos de persecución. Si tenés espacio puede ser una mancha, pero también hay variantes de departamento. Perseguir sentado sobre un trapo en el piso, persecuciones con muñequitos. Hay muchas variantes de esas formas primarias de la persecución cuando sos chiquito, a cosas más complejas”. En las estadías afuera por vacaciones hay otro clásico, como las cartas.
La pantalla no queda de lado, sino que puede regularse y servir también como inspiradora: “Para crear nuevas historias, recrear con muñequitos lo que pasaba en el videojuego, investigar sobre esos bichitos raros que vimos en el viaje. En los tiempos que corren, lo más difícil es poder ofrecer tiempo disponible”. La Cantera tiene un canal de Youtube con propuestas de juego para crear en casa. Surgió durante la cuarentena y creció hasta sumar más de un centenar de ideas.