Diez años fue el tiempo que le deparó a Fernando Spiner materializar un nuevo film que mucho tiene de historia personal. En el medio pasaron otras películas, otros guiones y varios proyectos que llevaron su firma, pero lo concreto es que la inminente llegada a las carteleras de su última producción da por finalizada una instancia añorada por el realizador.
En La boya –con estreno en cines pautado para este jueves– Spiner decidió retratar a su antiguo pueblo marítimo donde transcurrió toda su adolescencia y también registrar el ritual que comparte con Aníbal –un periodista y poeta que todavía vive allí y que es uno de sus más entrañables amigos–, en referencia a nadar hasta una boya que ellos mismos dejaban mar adentro. En ese transcurrir el océano Atlántico, la amistad y la poesía se cruzan de la mejor forma para dar cuenta de todo un universo personal llevado a la pantalla grande. «Estrenar esta película es finalmente el corolario de muchos años, sobre todo porque lo que hicimos en todo ese tiempo se encontrará con el público», sostiene el director sobre las repercusiones previas al estreno formal de La boya.
Lo que resalta en el film es la poesía. Ahí, casi como un nervio central del relato que propone el director, las palabras se cruzan con las imágenes, mientras la música construye un clima decididamente ambiental. «Sin dudas, la poesía gira alrededor de la película. Todas las cosas que tiene La boya son situaciones de vivencias reales, por eso hay registro de los encuentros de mi amigo en torno al mundo de la palabra y la poesía. Ahí encontré un modo llano de abordaje sobre esa constitución de las palabras, y de paso registré situaciones para dárselas a conocer a personas que tal vez no tengan una relación directa o distante con la poesía. Acá hay dos experiencias donde el poder simbólico de la boya tiene una dimensión mayor a su concepción original, y la otra es la charla que me daba mi amigo alrededor de las letras y la prosa. Esos dos elementos, totalmente atravesados por el mundo de la poética, fueron muy importantes como ejes de la película», aclara Spiner.
Las situaciones cotidianas pueden disparar múltiples instancias donde la creatividad puede estar presente. Para el director de La boya esta vez fue todo muy diferente: «Esta es la primera vez que algo asiduo en mi vida forma parte de una película, y esa es la razón por la cual para mí esto sale de lo que comúnmente hago siempre. Esta película fue algo sanador en mi vida porque tiene que ver con mi pueblo, Villa Gesell. Entre los que participaron de la película está mi madre, algo que pasó antes de su partida; estuvo mi hermano, mi hija haciendo la música. Así que toda para mí fue una especie de combo increíble que ha sido muy poderoso para mí».
La boya pasó por instancias previas de exhibición que según Spiner generaron fuertes identificaciones: «En las proyecciones que hicimos en el Festival de Mar del Plata la gente salió muy emocionada, y eso siempre es algo muy lindo. Esta idea es bastante adulta, y su persistencia en el tiempo terminó siendo todo lo que verán en pantalla. Para muchas personas Villa Gesell es particular y para muchos otros es algo iniciático. Por eso me alegró saber que inconscientemente pude conectar con ese imaginario, sobre todo porque el mar es una potencia simbólica para millones, y en este caso no podía estar fuera de la película. En síntesis, todo lo que filmamos está íntimamente vinculado con la geografía».
Que en la última producción de Spiner el mar siempre tenga su espacio no se trata de algo figurativo. El director introduce decididamente su cámara al mar generando un clima donde muchas veces lo acuático adquiere un estatus de primera persona. «En los diez años que nos tomó todo este proyecto hicimos muchas pruebas para que el factor del agua estuviese presente. El mar tiene una fuerza única que debía estar presente y, humildemente, creo que lo logramos. La idea era poder llevar al espectador casi mar adentro y que las imágenes generasen ese efecto de naturalidad acuática. Todo eso me permitió vincularme con mi viejo pueblo, rescatar la poesía con mi padre, tener la posibilidad de contar con mi madre y de muchos seres queridos que me permitió ver mi vida desde otro punto de vista», concluye. «