Es infrecuente que la gestión de un funcionario se defina por lo que no hace y eso tenga una connotación positiva. La exfiscal Cristina Caamaño, la jefa de la inteligencia vernácula desde la llegada de Alberto Fernández a la presidencia, se jacta de tener “una AFI limpia”, en la que se terminaron las operaciones ilegales de persecución a políticos, sindicalistas, religiosos, organizaciones sociales y familiares de víctimas de una tragedia como el hundimiento del ARA San Juan. Lo que debería ser normal, entonces, se vuelve relevante. Sobre lo que encontró en la central de inteligencia a su llegada, sus antecesores Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, la necesidad de reforma del Poder Judicial (tras sus recientes fallos protectores de exfuncionarios 2015-2019) y sobre el nuevo rol del espionaje habla en esta entrevista exclusiva con Tiempo Argentino.
–¿Le sorprendieron los últimos fallos de la Cámara de Casación sobre el espionaje ilegal, las responsabilidades de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, y la decisión de traer a Comodoro Py la Causa D’Alessio?
–No, no me sorprende nada. El dibujo que hacen algunos jueces de la corporación para seguir sosteniendo el lawfare me hace reafirmar que es muy necesaria una profunda reforma judicial que ponga el servicio público de administración de justicia al servicio del pueblo y no de los intereses de las élites.
–Según la Casación, los responsables del espionaje fueron «los cuentapropistas», acaso también D’Alessio, entre ellos.
–Bueno, entonces ahora es el momento de que los cuentapropistas se defiendan y cuenten cómo se armó el espionaje ilegal en la AFI. Porque en caso contrario, ellos serán los únicos culpables y sus jefes quedarán a salvo.
–Todo parece indicar que la investigación por presunto espionaje a víctimas del ARA San Juan correrá la misma suerte.
–No lo sé, no hablo con los jueces, no es mi función ni tampoco me interesa. No hablo con los jueces que conozco, ni con los que no conozco. Desde que asumí la intervención, por instrucción del presidente, ordené expresamente abandonar todo tipo de tarea ilegal en la Agencia, porque la ley lo prohíbe, y orientarnos a la inteligencia estratégica, definida entre los objetivos del Plan Nacional de Inteligencia.
–El espionaje a los familiares de víctimas del submarino es una causa especialmente sensible.
–Y surgió de casualidad. Nos encontramos con una AFI vacía, sin bases de datos, ni trazabilidad de documentos, ni registros de los manejos económicos. Las computadoras estaban formateadas y ni siquiera tenían instalado el sistema operativo. La sensación que teníamos era que la gestión que se había ido, como un ejército de ocupación en retirada, destruyó cada rastro de su paso antes de irse. Pero algunas cosas quedaron. Y pasó como cuando ordenás tu casa: siempre aparecen cosas que no sabías o no te acordabas de que estaban.
–¿Los datos sobre el espionaje a los familiares de las víctimas surgieron así?
–Sí, creyeron que habían destruido todo pero se olvidaron archivos en una computadora.
–La AFI de Arribas y Majdalani parecía hiperactiva, aun en la supuesta ilegalidad. Esta AFI tiene un perfil muy bajo. ¿Por qué?
–Es un cambio de paradigma: pasamos del espionaje a los argentinos, al cuidado de los argentinos. Se terminaron definitivamente las operaciones ilegales. Nuestro objetivo es la legalidad. Y la transparencia. Si lo que hacemos no sale en los diarios es porque estamos haciendo las cosas bien.
–¿Por qué sostiene que aquella AFI espiaba a los argentinos? La Justicia está diciendo otra cosa.
–Porque ellos mismos me lo dijeron. A poco de asumir la intervención, convoqué a una reunión con los jefes de todas las bases y les pregunté qué hacían. Me explicaron que tenían órdenes de investigar manifestaciones sociales, piqueteros, antiminería, mapuches, iglesias, pañuelos verdes. Yo, por aquel entonces, andaba con un pañuelo verde en la muñeca. Entonces le dije a un jefe de base: «Ah, entonces me investigaste a mí». El tipo se puso colorado, bajó la cabeza y no respondió ni una palabra.
–¿Cómo los investigaban?
–¡Se infiltraban! ¡Como (Alfredo) Astiz! Se hizo cierto aquello de «Sonría, sonría, la foto es de la CIA». Bueno, en este caso, de la AFI, pero no rima.
–¿Qué AFI le entregaron Arribas y Majdalani?
–Lo único que me entregaron fueron unos biblioratos con documentación poco relevante.
–¿Usted cree que Macri ordenó espiar a los familiares de víctimas del ARA San Juan?
–Eso le servía exclusivamente a Macri. No me consta que lo hubiera ordenado, y tampoco que hubiera recibido los informes dirigidos a él que encontramos. Sin embargo, el día que los familiares se reunieron con él, Macri sabía todo lo que le iban a pedir. Al principio, las esposas de los submarinistas muertos se llevaron una sorpresa agradable cuando el expresidente les habló de una recompensa cuando el submarino aún estaba desaparecido. «Qué bien, piensa como nosotros», me contaron que comentaron entre ellas. Pero cuando Macri fijó el monto de la recompensa que preveía, coincidía exactamente con lo que ellas habían estado discutiendo. O tenía información, o –como decía Carlos Menem ante situaciones así– fue fruto de una «casualidad permanente».
–Habla de acciones ilegales. Además de las que ya conocemos (y que según Comodoro Py no son delito), ¿qué más había?
–El manejo económico. Esta oficina en la que estamos conversando (unos 35 metros cuadrados, piso flotante, paredes de durlock, una TV de 60 pulgadas, una mesa, ocho sillas, un aplique de luz central) es parte de un piso que fue refaccionado a un costo de 800 mil dólares. Al mismo tiempo, vendieron un departamento de tres ambientes en Figueroa Alcorta por 125 mil dólares. Y otra propiedad de la AFI cerca de Coronel Díaz y Juncal también por un valor irrisorio. En 2016 hubo una compra directa de equipos para la Dirección de Asistencia Judicial en Delitos Complejos y Crimen Organizado (Dajudeco) en un shopping de Miami –como si fuera el Alto Palermo– que estaba al lado de una cancha de golf. Ese equipamiento se entregó tres años después. También por compra directa adquirieron seis polígrafos (máquinas de la verdad) que usaban para interrogar a los agentes y empleados. Los presionaban hasta hacerles contar cosas íntimas, de la vida privada. A una empleada la forzaron a que contara un aborto; a otra, un abuso sexual que sufrió cuando tenía 8 años. «¿Y qué más, y qué más?», les preguntaban. Toda esa información que obtenían, luego la utilizaban para mantener un dominio bajo un régimen de terror. Hablé con el ministro Daniel Filmus y vamos a donar esos polígrafos al Conicet.
–No hay forma de refaccionar un piso como este por 800 mil dólares.
–Ya lo sé. Pero todos los gastos eran secretos y discrecionales. No hay registros, solo escándalos. Salvo los sueldos de Arribas y Majdalani, el resto de los gastos se pagaban con fondos reservados, de los que nadie debía rendir cuentas. El 99,5% del presupuesto de la AFI eran fondos reservados. Hasta el agua mineral que estás bebiendo se pagaba con fondos reservados. Nosotros corregimos eso y hoy los gastos reservados son apenas el 9,6 por ciento.
–¿En qué se usan? Porque aunque menores en porcentaje, no dejan de ser fondos secretos.
–En operaciones.
–¿Qué tipo de operaciones? Suena peligroso.
–Operaciones legales pero que necesitan de fondos disponibles y frescos, en efectivo, para llevar a cabo. Ante un alerta sobre un sospechoso de terrorismo es necesario hacer seguimientos de 24 horas, alojarse en los mismos hoteles, movilizar una logística discreta. Y todo eso, en secreto, porque no puede aparecer una resolución oficial que ordene seguir a una persona porque tal vez cometa un atentado terrorista. Sería ridículo y contraproducente a los fines que se persiguen.
–Esa explicación les cabe también a las actividades que realizó la AFI anterior.
–¿Qué tienen de parecido? Ellos hicieron espionaje ilegal, violaron la Ley de Inteligencia, mandaron a investigar a las esposas y otros familiares de los submarinistas muertos en el ARA San Juan. Yo tengo una AFI limpia. No cuento con, ni quiero tener, gente que pueda hacer daño. Los empleados nos contaron que cuando Arribas llegaba a su oficina debían ponerse de pie, contra la pared y mirando para abajo. Tenían prohibido mirarlo a los ojos.
–¿Qué hace hoy la AFI?
–La elaboración de información para el presidente y el Gabinete para la protección de todos los ciudadanos y la inserción en el mundo. Con la mirada puesta en cuestiones como Malvinas, el crimen organizado, el terrorismo, los recursos naturales, la hidrovía. Hoy, según la interrelación que tenemos con las agencias de inteligencia de todo el mundo, Latinoamérica no es objetivo de atentados. Estamos atentos a los lobos solitarios o episodios aislados, y permanentemente recibimos alertas. Pero son alertas, no amenazas.
–¿Por qué no se conocen esas alertas?
–Porque no queremos generar alarmas que no tienen envergadura como para preocupar a la población. Nos ha pasado de registrar el ingreso de alguien sindicado por agencias extranjeras como «sospechoso» de terrorismo. Desplegamos un operativo y al final terminó siendo un turista que vino a escalar en la Cordillera. Fue todo lo que hizo; estuvo unos días y se fue. Los servicios internacionales a menudo extreman sus cuidados a punto tal que muchas veces parecen prejuicios por la nacionalidad o el credo.
–Con tanta irregularidad detectada, ¿por qué no están los tribunales atiborrados de causas?
–Todo lo que encontramos que podía constituir delito lo llevamos a la Justicia. No nos constituimos como querellantes (seguramente no nos habrían aceptado), no perseguimos a nadie, solo recolectamos las pruebas y denunciamos los hechos. Conozco cómo funciona el Poder Judicial porque vengo de allí, y sé cómo se mueven los expedientes. Probablemente nunca pase nada. «