La caída de los precios internacionales, el aumento de los costos, un dólar planchado y un baja en la productividad de la tierra, son algunas de las variables que tienen en jaque al campo. Una encuesta elaborada por el Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral sobre 400 productores, cuyo valor bruto de producción es igual o mayor a 200 mil dólares, verifica una caída del 6% en el índice de “Expectativas Futuras”. El acumulado de los primeros 6 meses del año arrojó una caída del 20% en los patentamientos de cosechadoras respecto de 2023, y del 30% en el de tractores.

El informe 2023 de la Organización Mundial del Comercio (OMC) mostró que Argentina ni araña el top 10 del ránking mundial de exportación de alimentos. Donde Brasil se ubica en el tercer puesto y México en el séptimo. Un proceso que viene dándose hace varias décadas. Según el ministerio de Agricultura de Brasil, las exportaciones de granos a China en el primer semestre de 2024 quintuplicaron a las de Argentina, con una balanza comercial positiva y una buena proporción de valor agregado. Al igual que México, donde el informe de la OMC valora la diversidad y el valor agregado de sus productos. Para los especialistas, en ambos casos, es el resultado de políticas planificadas desde el Estado y con amplia participación de diversos sectores.  

Del otro lado del mostrador, un reciente informe de Unicef mostró que 1 millón y medio de niñes no comen todas las comidas en Argentina. Mientras que miles de pequeños y medianos productores de alimento van dejando sus tierras rumbo a la ciudad.

La imposibilidad de sembrar

En las zonas productivas, las familias no están encontrando mucha salida a esta crisis. Los precios de insumos para la producción se han disparado por la especulación de las tres o cuatro empresas que manejan estos materiales. Las familias no tienen la posibilidad de reinvertir en la producción y se están retirando del campo o están endeudadas a tasas altísimas. Esto se ve en la disparada de los precios de la verdura”, explica Zulma Molloja, de la UTT. “Es una bomba de tiempo. Esto hace que las familias productoras dejen los campos y se vayan a engrosar los bolsones de pobreza de los asentamientos. Y lo que queda es un campo cada vez más concentrado, más especulativo, solo para exportación”, explica Agustín Suárez, también de la UTT.

“En cuanto a la situación de la producción, lo que vemos aquí en el interior es que no hay plan. El campo lo resuelve, las exportadoras lo van a resolver. Pero no hay un plan agrario, agropecuario, pecuario, no existe. Es todo finanzas, es todo Black Rock. El mundo funciona así y en la Argentina hay una desidia en la que los melones se van a acomodar solos, no importa quiénes están adentro del carro”, denuncia Isaías Ghio de la Federación de Cooperativas Federadas (FECOFE).

Para estos fondos de inversión la siembra de soja o de maíz dejó de ser una cuestión productiva. Porque el negocio es financiero. Muchas veces con lavado de dinero”, explica Omar Príncipe, de Bases Federadas, un desprendimiento de la Federación Agraria Argentina, ahora en la Mesa Agroalimentaria Argentina junto a la UTT y FECOFE, entre otras organizaciones. 

Negocio para los de afuera

Los que van quedando en la producción están en una peleita de un 10 o un 5% de ganancia. Y a veces a perdida. Y ni hablar del tema animales. Eso se va a resolver, te dicen, y si no lo importamos. Un Estado que está ausente o que no le interesa, que está mirando esto de la finanzas, de cómo pagar las deudas, que son deudas contraídas por esos mismos de siempre, y que terminamos bancando los sectores productivos”, detalla Ghio. “Son los mismos fondos financieros que van a explotar la minería, el petróleo y que los granos los van a procesar en otros lugares para seguir haciendo guita, dándole el valor agregado que los argentinos no podemos dar. Encima tenemos un RIGI para inversiones de 200 millones de dólares. Nadie en nuestro sector tiene ese capital”, sostiene.

“El RIGI apuesta a sectores que no necesitan un tipo de cambio alto. La minería es un sueño eterno de la Argentina desde que se perdió el Potosí. Con recursos más potentes que los que iba a dar la agricultura después. Y eso quiere decir una Argentina distinta. Después diremos que son recursos naturales y sería mejor productos diferenciados. Y que hay una cuenta pendiente que son los pobres hacinados en el conurbano. El camino RIGI te soluciona ese problema dentro de 150 años y se supone que la democracia está para escuchar las urgencias”, vaticinó el historiador económico Pablo Gerchunoff en el canal Cenital. Quizás por eso el economista Claudio Katz advierte en una entrevista en el programa Fuera de Tiempo de Diego Genoud: “¿Por qué el agro no lo silvó en la Rural con este tipo de cambio y no bajar retenciones? Ellos esperan que Milei destruya el movimiento popular”.

El campo que alimenta

Los pequeños y medianos productores o cooperativas están invisibilizadas y no son parte de las políticas públicas de las últimas décadas. Después del 2008, lo único que pide la Mesa de Enlace es salir del cepo, la unificación cambiaria o la devaluación y retenciones cero. Es la única agenda que tienen. No ha sabido construir proyectos de ley o de país”, explica Príncipe. Desde la MAA se presentó durante el último gobierno un Programa Agrario para el Alimento con diversos proyectos de ley.

Necesitamos profundizar la intervención del Estado para garantizar la producción de alimentos necesarios para nuestro país. Es necesario desplegar una política que ya venimos llevando a cabo desde las organizaciones, que son las ferias y los mercados de cercanía. Acercar a las familias productoras a los consumidores, eliminando los intermediarios y reduciendo los costos de los alimentos”, afirma Suárez de la UTT.

El índice de Precios en Origen y Destino (IPOD), elaborado por el sector de Economías Regionales de Cámara Argentina de Mediana Empresa (CAME), muestra que luego de la devaluación de diciembre de 2023, los alimentos multiplicaron su precios por 3,5 veces del campo a la góndola. Pero la participación del productor explicó apenas el 26,3% de los precios de venta final. Según un estudio de hace dos años de la Red Calizas, el consumidor en Argentina paga en góndola un precio 5,3 veces mas caro que el que recibe el productor.