Mauricio Macri lo hizo. El gobierno nacional logró modificar a gran velocidad las principales preocupaciones de los argentinos. Casi todas las encuestas de opinión pública muestran un crecimiento del temor a la pérdida del empleo, algo que no se registraba hace varios años. Es aventurado afirmar que el presidente tiene la intención política de incrementar este miedo. Que trata de correr la línea de negociación con los sindicatos para que los reclamos no sean por mejores salarios. Que pretende que la sociedad reduzca al mínimo sus demandas y se conforme con no caerse del mapa al quedarse sin trabajo. Todo esto puede sospecharse pero no afirmarse aún. Lo que es indiscutible es que desde el mes de diciembre hasta ahora la preocupación por el empleo y la perspectiva negativa sobre su evolución crecieron de modo exponencial.
Las cifras de las consultoras Ibarómetro y Analogías, al igual que las de Ricardo Rouvier, son coincidentes. Ibarómetro señala que, en febrero, el 10% de la población creía que el desempleo era el principal problema del país. Dos meses después, en la medición de abril, el indicador ascendió al 15%. En el caso de Analogías, la misma comparación dio un salto de 7,2 a 16,8, un aumento superior al 100%. Los datos de Rouvier se centran en las perspectivas. Los números son lapidarios. En diciembre, el 35,3% de la población creía que la situación del empleo mejoraría en los meses siguientes. En abril este sector se había reducido a 27,7. En cambio, quienes creen que la situación del empleo será peor aumentaron del 33,3 en diciembre al 42,9% en el mes que termina hoy.
Las cuestiones socio-económicas están desplazando a gran velocidad a la inseguridad, por ejemplo, en las preocupaciones de la población, le dijo a Tiempo Ignacio Ramírez de Ibarómetro. Dentro de las socio-económicas la inflación la gana al desempleo, pero la tendencia muestra un aumento del temor a la pérdida del trabajo, algo que no se observaba hace muchos años. A la hora de explicar algunos de los motivos de este fenómeno, el consultor destacó: El tema se comenzó a instalar en el imaginario desde que el Estado comenzó a despedir gente. Más allá de que amplios sectores de la sociedad piensan que esos despidos eran justificados con un objetivo de supuesta eficiencia, la aparición del tema en los medios, más la reacción de los sindicatos, terminó impactando en el temor. Ramírez remarcó que cuando una preocupación crece en la opinión pública es porque el ciudadano tiene algún contacto directo con esa problemática, más allá del conocido poder de los medios para instalar temas.
La visión de Rouvier guarda ciertos matices con estas afirmaciones. Le atribuyó mayor importancia al enfriamiento de la economía, producto de varias de las medidas tomadas por el oficialismo. La gente comienza a ver que cae el consumo. Lo percibe. Se lo cuenta el comerciante del barrio, el taxista, el amigo o conocido que sufre una suspensión que le baja los ingresos. Eso instala la percepción de que en cualquier momento puede haber un bajón más fuerte de la actividad y la sociedad sabe que eso trae desempleo. Sobre la política de despidos implementada por el gobierno nacional, el consultor no le atribuyó demasiada importancia en las expectativas negativas de la sociedad. Hay un sector grande de la clase media que compra el relato de los economistas liberales que sostienen que en el Estado hay más cantidad de empleados que los necesarios para las tareas que existen. Así que esos despidos no se ven como producto de una crisis, que impacta sobre todo el mundo, sino como algo reducido al universo del sector público. En cambio, la caída de la actividad es universal.
Para Analía Del Franco, de Analogías, los despidos empezaron por el sector público pero luego comenzó a sumarse el sector privado. Eso le dio fuerza a quienes sostienen que se trata de un plan de ajuste generalizado. La analista, de todos modos, sostuvo que una porción importante de la población confía en las promesas del gobierno sobre la llegada de inversiones extranjeras en los próximos meses, algo que supuestamente impulsaría el empleo. Aunque mucha gente no confía en el oficialismo, no se puede asegurar que hay un desengaño generalizado con la presidencia de Macri. Del Franco incorporó en su lectura un elemento de estricta actualidad semanal, la ley antidespidos que aprobó el Senado en la madrugada del jueves pasado. Si Macri decide vetar esta norma, podría generar muchas sospechas sobre sus intenciones. El discurso de los sectores políticos que sostienen que el gobierno tiene una estrategia para generar desempleo como disciplinador social podría fortalecerse en la opinión pública.
Por la velocidad que han tomado los acontecimientos, si esto se produce será solo cuestión de semanas.