Tal como abordé en el libro ¿Por qué ganó Milei? Disputas por la hegemonía y la ideología en Argentina (Fondo de Cultura Económica), fueron muchos los factores que explican el triunfo del candidato libertario en noviembre de 2023. Sin embargo, el efecto de la pandemia y, sobre todo, la forma errática en la que el gobierno de Alberto Fernández implementó las políticas frente a ella fueron un elemento clave en explicar este resultado electoral.
Tradicionalmente, la sociedad argentina se ha caracterizado por sus altos niveles de discusión política. En un contexto pandémico, en el que los propios cuidados necesarios para morigerar la circulación del virus impidieron reuniones y concentraciones masivas, se dificultaron las instancias de discusión y encuentros sociales. De modo que no hubo debates públicos sobre qué hacer frente a la pandemia, en sus diferentes momentos, pero sobre todo antes de la llegada del virus. Un debate que hubiera podido construir consensos en torno a cuidados más fuertes para controlar la llegada y difusión del virus, como por ejemplo hizo Nueva Zelanda.
Al final del primer año, faltaron balances parciales acerca de qué se había hecho bien y qué mal. De todos modos, para comienzos de 2021, la gran mayoría pensaba que, al inicio de la pandemia, tendrían que haberse dispuesto prohibiciones de circulación más estrictas y, de ningún modo, consideraba que hubiera sido mejor que se hubiera priorizado el funcionamiento de la economía.
Pero, sin debates públicos no se pudieron construir los consensos necesarios para estar mejor preparados como sociedad frente a la llegada de una segunda ola de contagios que resultó peor incluso que la primera, a pesar de que ya había comenzado la vacunación con sus efectos benéficos. En la oposición, tanto Juntos por el Cambio como los nacientes «Libertarios», sacaron provecho de esta falta de debate y de análisis crítico de lo realizado.
El gobierno nacional tuvo, al menos desde el segundo semestre de 2020, una actitud menos decidida y dejó de desplegar una narrativa coherente y clara en las políticas frente a la pandemia. Es cierto que este tipo de discurso era difícil de sostener con los grandes medios de comunicación tan alineados con la oposición política y con la enorme mayoría del empresariado bregando por la apertura de la circulación y las actividades.
Boicot, covid y libertarios
Cabe aclarar que este boicot no fue sólo un fenómeno argentino, sino que atravesó a la mayoría de los países donde la burguesía no promovió políticas de eliminación de la circulación del virus, a pesar de que las naciones que la habían implementado habían logrado excelentes resultados, tanto en términos epidemiológicos como, finalmente, en las posibilidades de retomar luego la actividad económica.
Para comprender esta conducta de la burguesía, que parece poco racional, hay que tener en cuenta que ella construye su dominación neoliberal en base al estímulo de actitudes fuertemente individualistas, poco reflexivas y cada vez más autoritarias. Por lo tanto, es, hasta cierto punto, lógico que no haya apoyado la implementación de políticas que requerían ir en contra de estos elementos.
Las estrategias de eliminación de la circulación del virus hubieran necesitado del accionar firme del Estado, no solo en la organización de la salud pública, sino también en el reordenamiento de la sociedad en su conjunto; hubieran demandado una actitud de paciencia, contraria al consumismo inmediatista; hubieran requerido del despliegue de una responsabilidad ciudadana, opuesta a la mera reclamación de derechos y deseos; hubieran necesitado que la sociedad compartiera y comprendiera análisis racionales de las ventajas y desventajas de la aplicación de cuarentenas estrictas; y hubiera tenido que apelar a los cuidados colectivos y a posponer las libertades personales.
En fin, toda una serie de elementos contrarios a la ideología que el neoliberalismo ha procurado instalar desde hace décadas en nuestras sociedades. Y que logró potenciar en la pandemia y la pospandemia.
Luego del final de la pandemia, a medida que la misma iba quedando en el pasado, las evaluaciones sobre el desempeño del Gobierno nacional frente a la pandemia no solo no mejoraron, sino que incluso empeoraron en un contexto de crisis inflacionaria creciente. Una tendencia que se fue agravando de la mano de las fake news que difunden disparatadas consideraciones, como por ejemplo, que la cantidad de fallecidos podría haber sido mucho menor con políticas de menores cuidados.
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Son, sin duda, múltiples y difíciles de mensurar los efectos que ha tenido la pandemia sobre la sociedad argentina además de los fallecimientos, las personas que han quedado con graves secuelas a causa del Covid-19 y los efectos sociales de la caída de la actividad económica y el aumento de la pobreza. Tal vez, los más evidentes han sido sus impactos sobre la salud mental en su sentido más amplio.
Además, podemos señalar que la pandemia tuvo impactos en la subjetividad política. En términos generales, se observó un incremento de las preexistentes posiciones apolíticas o antipolíticas, con una marcada tendencia hacia diversas posiciones de derecha o centro-derecha, o hacia un conservadurismo social. Una corriente de infeliz apatía, junto con el fortalecimiento de la asociación entre política y corrupción, parecieran llevar al puerto del odio y las reacciones intolerantes a quienes antes eran indiferentes. La emergencia de Javier Milei logró repolitizar a buena parte de quienes habían desarrollado actitudes antipolíticas.
En relación a los impactos de los padecimientos anímicos debidos a la pandemia, es posible observar algunas asociaciones en esta orientación del voto hacia la derecha y la ultra-derecha. Ya antes de las primarias de 2021, quienes habían sentido estos padecimientos anímicos orientaban mucho más sus preferencias electorales en favor de La Libertad Avanza (liderada por Milei) y, en menor medida, Juntos por el Cambio. Esta tendencia se fue agudizando con el paso de los meses y, para abril de 2022, quienes habían sentido bastante o mucho enojo, estrés o soledad durante la pandemia se inclinaban en una proporción más alta por desear el triunfo de Milei en las elecciones de 2023.
Sin embargo, esto no debería reducir el triunfo de Milei al “voto bronca”. Lo que sí logró Milei es convertir la bronca en esperanza de que su propuesta ultraliberal y autoritaria, tal vez, lograría encaminar a la Argentina hacia una senda de crecimiento que hace ya muchos años que había perdido. Es por eso que, incluso, luego de más de un año de implementar políticas que perjudican a la mayoría de la ciudadanía, casi una mitad de la misma continúa esperando que su propuesta extrema “le funcione”.