Leandro Desábato marca a Zlatan Ibrahimović. Christian Cellay y Germán Ré, libres a los costados. A Lionel Messi, que juega de wing derecho, lo aprieta Juan Manuel Díaz. En la noche de Abu Dhabi, Alejandro Sabella explica la estrategia en el vestuario, cómo jugarle a Barcelona la final del Mundial de Clubes 2009. Apellidos y números en la pizarra. Y a un costado, dos palabras: “Pensar” está por encima de “Correr”. Sabella es el entrenador de Estudiantes de La Plata, una escuela siempre enlazada a “la garra” y “el corazón”, y tildada de “anti fútbol” cuando jugadores extremaron la violencia en la cancha y hasta pasaron límites en los años 60 con “patadas tremebundas”, “planchas asesinas” y “una cantidad infinita de zamarreos, remolinos, empujones, puteadas y escupidas”, como describió el escritor Roberto Fontanarrosa en No te vayas, campeón (2000). Sabella, sin embargo, prioriza la cabeza.
Diez años después, un italiano le pide a los argentinos que sean más argentinos. Pausa y toque. “Algunas veces -dijo Daniele De Rossi, mediocampista de Boca, leyenda sin precedentes en el fútbol argentino-, acá se juega muy rápido. Se recupera la pelota y se corre muy pronto para marcar; y se pierde y se corre otra vez para evitar el contragolpe. De defender, a atacar. De defender, a atacar. Entonces, se corre mucho. Yo quiero que se piense más. Hay momentos para respirar y para pensar”.
En el fútbol, dice el mito construido a base de repeticiones, un lugar común, gana el que más corre. En abril, la Liga de España, a través de un equipo de videoanalistas, ingenieros y fisiólogos, midió distancias recorridas, ritmo de circulación, eficacia y estilos de juego, y posesión de la pelota de los 20 equipos. Barcelona, bicampeón de la Liga, es el que menos corre. El estudio determinó que el que más corre es el que suele perder la mayoría de los partidos. También el que tira más centros. Y que la posesión sólo incide en el 5% de los triunfos de un equipo. “Todos los entrenadores hablan sobre movimiento, sobre correr mucho -dijo una vez Johan Cruyff, el holandés que cambió la historia de Barcelona, un paradigma-. Yo digo que no es necesario correr tanto. El fútbol es un juego que se juega con el cerebro. Debes estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, ni demasiado pronto ni demasiado tarde”. En Argentina, el tercer país más exportador de futbolistas en el mundo, escasea la técnica de primer nivel y sobra el recurso del músculo. Los mejores emigran a Europa, pero también a México y Estados Unidos. Y cuesta jugar a un toque, de primera, como De Rossi.
En el fútbol argentino, al mismo tiempo, cada vez se juega menos: en los partidos de la Superliga pasada se jugó menos tiempo neto (51 minutos y 35 segundos) que en comparación a la anterior (52). Casi el 40% de un partido sin que la pelota ruede. Ese promedio de tiempo neto fue mucho más bajo que los de las ligas de Alemania, Italia, Inglaterra y España. “El fútbol se juega más con el cerebro que con los pies, porque uno puede dejar de correr pero no puede dejar de pensar”, dijo Paul Balsom, jefe de Ciencias del Deporte y Análisis de Rendimiento de Leicester City en su presentación en la Sport Innovation Society de 2017, después de que su club rompiera lógicas con el título en la Premier League. “Un cálculo modesto -agregó Balsom- estima que un futbolista puede tomar alrededor de mil decisiones por partido, pero el número está entre tres mil y cuatro mil”.
Diego Maradona anotó el mejor gol en la historia de los Mundiales en México 86. Corrió 52 metros a 14,4 km/h en 10,6 segundos. Y en la corrida tocó 12 veces la pelota con el botín zurdo. El atleta jamaiquino Usain Bolt tiene el récord en los 100 metros: 9,58 segundos. Bolt dijo que era más grande y más rápido que Messi y que entonces podía jugar al fútbol profesionalmente. Retirado de las pistas, durante el año pasado jugó tres partidos en Central Coast Mariners de Australia y uno en Strømsgodset IF de Noruega. En enero, anunció su retiro de las canchas. “Correr, corre cualquiera. Jugar al fútbol es más complicado”, dijo Juan Román Riquelme, el jugador del que De Rossi dijo que sabe todo.