Verano 2024. La publicidad de una bebida alcohólica muestra a un grupo de jóvenes que se reúnen en la playa en un día soleado, se bañan en el mar y se divierten. A la noche participan de una fiesta, bailan, se meten en una pileta. Todos los cuerpos que aparecen son delgados, y responden a modelos de belleza difícilmente alcanzables para la mayoría de la sociedad.
La publicidad podría ser cualquier otra. Hace décadas que nos acostumbramos a estos mensajes. Según Georgina Sticco, directora y co-fundadora de Grow-género y trabajo, “en el verano se cuela el modelo de belleza y la aspiración en la mente de quienes crean las publicidades, cuando quieren vender otra cosa. Si las bebidas, el paquete de vacaciones, el detergente para platos o los remedios para el dolor de cabeza insisten en mostrar esos cuerpos, se termina constituyendo en modelo.”
Es cierto que en el último tiempo ha habido algunos avances. Nuestra experiencia trabajando junto a agencias de publicidad y equipos de comunicación de diferentes organizaciones, nos confirma que empieza a haber mayor conciencia sobre la importancia de visibilizar otros cuerpos.
Pero el cambio es lento, y todavía la imposición de modelos de belleza sigue estando presente, con sus impactos concretos.
El impacto en el trabajo
Pero, ¿qué tienen que ver estos mensajes con el mundo del trabajo?
Las imposiciones, las expectativas, las valoraciones a partir de atributos físicos tienen consecuencias. En 2022, desde Grow-género y trabajo llevamos adelante una campaña anual sobre violencia simbólica, para concientizar sobre todos esos discursos que -de manera solapada- impactan en la vida de las personas. La publicidad, el cine, la música, todas las representaciones culturales transmiten mensajes que, si bien naturalizamos, pueden ser violencia.
Y el problema radica justamente allí, en que los naturalizamos, y los reproducimos en otros ámbitos de la vida. Entre ellos, el trabajo.
Una cuestión de género
Pero esas violencias no son vividas de la misma manera por todas las personas. Mujeres y personas del colectivo LGBTIQ+ suelen ser quienes viven con mayor frecuencia estas situaciones. En el contexto de la campaña sobre violencia simbólica realizamos una encuesta, cuyos resultados son bastante elocuentes: en los ámbitos laborales, el 65% (sin mayor distinción por género) presenció comentarios a otras personas sobre su apariencia física.
Ahora bien, entre quienes las vivieron están el 50% de las mujeres, el 67% de las personas de identidades no cis normativas, y solo el 28% de los varones.
Desde Grow-género y trabajo consideramos fundamental reflexionar sobre estos discursos que tenemos tan naturalizados. En este sentido, las organizaciones tienen mucho para hacer. Es su responsabilidad promover espacios de trabajo libres de violencias, generar procesos de selección y promoción revisando los sesgos existentes, elaborar protocolos para abordar situaciones de violencia, sensibilizar y capacitar al personal en estos temas.
Nuestro trabajo, como ONG especializada en diversidad e inclusión, es acompañar en esa tarea.