A cinco meses del crimen de Fidel Ignacio Corbalán, de 18 años, se confirmó el procesamiento del agente de la Policía de la Ciudad, Marcelo Díaz, quien le disparó en la madrugada del 16 de marzo pasado. La imputación que pesa sobre el efectivo es homicidio agravado por el uso de un arma de fuego, en concurso ideal con el delito de lesiones graves cometidos en exceso de la legítima defensa.
En un comunicado emitido en los últimos días, Fabián Corbalán, padre de la víctima, dijo: “está comprobado que Fidel no tuvo arma ni apuntó a nadie en ningún momento”. En este sentido, señaló que “hay pericias, videos y testigos que demuestran que ni siquiera llegó a tocar el vehículo del policía, quien mintió desde el primer momento”.
Los hechos que se investigan
Según publicó el Mapa de la Policía, Fidel Ignacio Corbalán, de 18 años, recibió tres disparos de arma de fuego en la madrugada del 16 de marzo de 2024. Cayó al piso de espaldas en la esquina de Balcarce y Pasaje San Lorenzo, en el barrio de San Telmo, mientras a su alrededor un centenar de jóvenes y adolescentes corrían y se dispersaban por el estruendo de las balas. Marcelo Alejandro Díaz, inspector de la Comisaría Comunal 3B de la Policía de la Ciudad había terminado un servicio adicional en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial (INPI), a unas cuadras de aquella esquina, y se dirigía a su casa en un auto particular, vestido de civil. Cuando llegó a las inmediaciones, un número indeterminado de jóvenes rodeó el vehículo y lo forzó a frenar.
Según se supo por testimonios, cuyos extractos constan en la resolución de procesamiento y la de Cámara, estaba recién concluida una fiesta a la que la mayoría había asistido. Había jóvenes que conversaban sobre la calle o la vereda, que hablaban por teléfono o bebían el resto de la cerveza que les quedaba en el vaso. Algunos de ellos -entre los que se señala a Fidel- en momentos previos a la llegada de Díaz, habían forzado la cerradura de un auto estacionado e intentaron forzar el baúl de otro, aunque el dueño del vehículo -vecino del lugar- lo había impedido. El momento en que el Renault Sandero de Díaz aparece en escena quedó registrado en un video que forma parte de la prueba, en el marco de la investigación penal.
Le disparó por un resquicio de la ventanilla
Díaz declaró que un grupo indeterminado de personas se abalanzó sobre el automóvil e intentó abrir las puertas, que sintió las patadas y los golpes sobre el metal de su auto, que había dejado apenas unos centímetros baja la ventanilla y que por ahí, con los dedos, una persona había levantado el pestillo de seguridad e intentaba forzar su entrada al vehículo. Hasta aquí, lo que declaró Díaz coincide -en líneas generales- con lo que muestran las imágenes.
Después, según el oficial, en medio de ese forcejeo, pudo ver que otro de sus agresores que se encontraba delante, a la altura del espejo retrovisor -Fidel Corbalán- le apuntaba con un arma. El oficial declaró que tuvo que sacar la reglamentaria y dispararle. Lo hizo por un resquicio abierto de la ventanilla, el vidrio se mantuvo intacto. Su pistola marca Bersa, modelo “Thunder”, semiautomática, calibre 9×19 mm emitió, al menos, tres disparos que dieron de frente contra el cuerpo de Fidel. Falleció, según la autopsia, por “múltiples lesiones de proyecto de arma de fuego y hemorragia interna”. Esas mismas balas, que traspasaron al joven en el hombro, el abdomen y el muslo izquierdo, hirieron a otros dos adolescentes, de 17 y 15 años, que corrieron por sus vidas. Ambos fueron llevados al Hospital Argerich, donde sus lesiones quedaron registradas como “herida por proyectil de arma de fuego en muslo izquierdo y fractura expuesta de fémur izquierdo”, y un “roce de impacto de bala en el pie izquierdo”, respectivamente.
Y sin embargo, del cúmulo de pruebas reunidas, de los testimonios recabados, de las filmaciones del momento del hecho o de las circunstancias previas al asalto al oficial, no surge la existencia de otra arma de fuego que no fuera la del agente de civil.
Incluso, según valoró la Justicia en la resolución de procesamiento, no había ni siquiera en el lenguaje corporal de los implicados, muchos de ellos hasta ahora desconocidos, actitud alguna que pudiera presumir la portabilidad de un arma. En sus últimos momentos, en aquella filmación, Fidel tenía ambos brazos a los costados del cuerpo. No tuvo tiempo, siquiera, de correr.
La querella pedirá elevación a juicio oral
Con este motivo, el pasado 30 de abril, el Juzgado Nacional de Menores N° 6 a cargo de Carlos Cocianich, decretó el procesamiento del inspector Díaz por el delito de homicidio agravado por el uso de un arma de fuego en perjuicio de Fidel Corbalán en el marco de la causa N° 14763/2024. Asimismo, en concurso ideal con el delito de lesiones graves y lesiones leves contra los dos adolescentes heridos. El magistrado resolvió que fueron cometidos en exceso de la legítima defensa necesaria, en calidad de autor. De forma previa, había ordenado el secuestro del arma reglamentaria utilizada y la intervención de la División Homicidios de la Policía Federal Argentina para realizar el peritaje.
Dicho procesamiento había sido apelado por la defensa del imputado, no obstante por sentencia de Cámara de fecha 3 de julio de este año, fue confirmado. Cabe mencionar que por la querella de la familia de Fidel interviene el equipo jurídico del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos del Ministerio Público de la Defensa de la Nación. Consultado por Tiempo acerca de la situación del agente imputado, el equipo jurídico de la querella expresó que no tiene prisión preventiva.
Al respecto, Fabián Corbalán expresó en el comunicado: “El primer avance de la causa gracias a Dios es que el policía está procesado por homicidio agravado por el uso de arma”. Y agregó: “Me lo mató por nada, porque tiene instinto asesino”.
La causa se encuentra en etapa de instrucción y la querella de la familia fue asumida por la Defensoría General de la Nación. Según trascendió, en las próximas horas se pedirá la elevación a juicio oral y público.
Estudiante de noche, laburante de día
Fidel había cumplido 18 años unos meses antes del crimen. Estudiaba de noche para terminar la escuela secundaria y de día trabajaba junto a su padre haciendo repartos. Sus padres, oriundos de la ciudad de Monteros, Tucumán, se mudaron a Buenos Aires hace más de 20 años donde decidieron formar su familia. Son vecinos de San Telmo desde hace, al menos, 12. En su moto, a veces delivery y otras, entregando ropa y mercadería en locales del barrio de Flores, Fidel se ganaba la vida y aportaba al sostenimiento familiar. “Tengo cinco hijos, todos trabajamos, somos una familia constituida y nos pueden buscar antecedentes a cualquiera de nosotros y van a ver no tenemos nada, tengo 50 años y no sé lo que es estar en la comisaría, jamás me ha llamado la Policía para que vaya por Fidel, no tenía ningún antecedente”, había dicho Fabián Corbalán a Tiempo en marzo pasado. Y agregado: “Si él estuvo ahí y tuvo que ver (con el intento de robo), si hay pruebas que él tuvo que ver en algo, quizás tampoco era lo merecido matarlo, pero quiero saber también si Fidel no tuvo nada que ver. Quiero que pague la persona que lo mató. Me lo mataron acá, a cinco cuadras de mi casa”.