Fuerte condena internacional al ataque israelí sobre una escuela en el sur de Gaza que dejó un saldo de al menos 100 muertos, entre ellos once niños y seis mujeres. Desde el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos hasta el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, pasando por los gobiernos de España, Francia, Rusia, China, se mostraron escandalizados por lo que catalogan, cuando menos, de masacre contra el colegio palestino de Al Tabin, en el barrio de Al-Daraj. Para Hamás, se trata de una peligrosa escalada en una matanza que desde el 7 de octubre acabó con la vida de casi 40 mil gazatíes y el desplazamiento de al menos dos millones, que huyen de lo que en la Corte de La Haya se denuncia como genocidio. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) aseguraron que el edificio era un centro de comando y operaciones de Hamás y de la Yihad Islámica, sin aportar ninguna prueba.

En una muestra de la forma en que el hecho impactó en los organismos internacionales, Naciones Unidas emitió un comunicado donde computa 21 ataques contra escuelas refugio desde el 4 de julio en los que fueron asesinadas unas 274 personas y le recuerda al gobierno de Benjamin Netanyahu que en esos establecimientos se refugian todos aquellos que alcanzan a huir de los bombardeos en las regiones adyacentes. El «consistente y predecible impacto sobre los civiles sugieren un incumplimiento» del Derecho Internacional humanitario, dice en un tono diplomáticamente pulcro el informe. «Israel, como potencia ocupante, está obligado a proporcionar a la población que ha desplazado por la fuerza las necesidades humanitarias básicas, incluido un refugio seguro», reprende el texto.

Contra la justificación de las FDI, el movimiento de resistencia Hamás dijo en un documento presentado por su vocero, Izzaq al Risheq, que «el Ejército terrorista del enemigo vuelve a mentir y crea pretextos y argumentos ridículos para atacar a los civiles». Los datos disponibles indican que en el colegio había unas 2400 personas, por lo que el ataque de la aviación pudo haber causado una matanza aún mayor, pero no hay certeza sobre la alegación israelí de que era un centro de operaciones. La agencia Xinhua indica que muchos de los heridos fueron trasladados en vehículos privados por falta de ambulancias. En el Hospital Al-Ahli afirmaron que algunos de los muertos no pudieron ser identificados porque sus cuerpos estaban totalmente destrozados.

La relatora especual para los Territorios Palestinos de la ONU, Francesca Albanese, fustigó la “incapacidad” de la comunidad internacional para forzar un alto el fuego en términos contundentes. «Israel está cometiendo un genocidio de los palestinos barrio tras barrio, hospital tras hospital, escuela tras escuela, campo de refugiados tras campo de refugiados, ‘zona segura’ tras ‘zona segura'», escribió en su cuenta en la red social X. Borrell, por su parte, se mostró “horrorizado” por el número de muertos, al tiempo que en una tira de tuits condenó “enérgicamente la decisión del Gobierno israelí de revocar el estatus diplomático a los diplomáticos noruegos que tratan con la Autoridad Palestina”.

Todo indica que la estrategia de Netanyahu y su alianza de ultraderecha es apurar una limpieza étnica en territorios palestinos antes de las elecciones en Estados Unidos. Esta ventana de incertidumbre facilita acciones que seguramente no podrán tener tanta cobertura en su aliado estadounidense luego del 5 de noviembre. Tanto los demócratas como Donald Trump le vienen pidiendo al premier acordar un cese el fuego. Pero las últimas movidas van en sentido contrario. Así lo demuestra el asesinato del principal negociador de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán y los ataques en el sur de Líbano. El primer ministro israelí se enfrenta con una interna en su gabinete que, más allá de que nunca dio muestras en su larga vida política de ser “paloma”, lo fuerzan a doblar la apuesta. Sin ir más lejos, su ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, amenazó con dejar el gobierno si suspende los bombardeos en Gaza. El martes, además, Smotrich declaró que “matar de hambre a los palestinos de gaza para acabar con las milicias podría ser algo justificado y moral, aunque nadie en el mundo nos lo permitirá”.

Semejante grado de barbarie escandalizó incluso a EE UU, Alemania, Francia y el Reino Unido, que son los aliados más firmes del Estado de Israel. Tanto como para que el vocero del Consejo de Seguridad, John Kirby, considerara que ese tipo de mensajes ponen en peligro a los rehenes en manos de Hamás. La candidata demócrata a la presidencia, Kamala Harris, dijo, en este contexto preocupante para su campaña -las críticas desde las filas progresistas tanto del partido como independientes a Israel crecen día a día- que “ahora es el momento para avanzar hacia un alto el fuego”.

En Israel, mientras tanto, crece la tensión ante una posible represalia iraní por el asesinato en su capital del líder de Hamás. Voceros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) adelantaron que el crimen no va a quedar impune, pero no especificaron el modo y el momento para un posible ataque a Israel. Trascendió desde Teherán que el flamante presidente, Masud Pezeshkian, pidió a las CGRI sofrenarse para dar paso a respuestas pensadas racionalmente. La masacre en la escuela puede ser otra provocación para escalar el conflicto en el Medio Oriente, como analizan los observadores. Es que las voces que quieren forzar a Tel Aviv a sentarse a negociar un cese el fuego suenan más alto, fuerte y claro. Qatar, uno de los países que se presentan como mediadores con Hamás, junto con Estados Unidos y Egipto, esperan lograr avances en una reunión que está programada para el 15 de agosto en Doha. Todavía falta mucho en un escenario como este.