Como nunca antes desde la crisis de los cohetes soviéticos en Cuba en octubre de 1962, la supervivencia del mundo depende del sentido común y la sensatez de los líderes de los Estados Unidos, Rusia y China. Después de varios días de amenazas cruzadas entre Washington y Pyongyang, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su homólogo chino, Xi Jinping, entreabrieron ayer en una conversación telefónica la puerta para una solución negociada a la crisis con Corea del Norte. Pero solo fue una rendija.
Urgía que los dos conversaran, después de que el viernes el mandatario norteamericano amenazara por Twitter a Norcorea con una enérgica represalia, si emprendía alguna acción ofensiva. Xi pidió a su interlocutor que ambos adversarios se contengan y eviten apresuramientos. China propone, como primer paso, que Corea del Norte suspenda su programa de armamento nuclear y que Washington y Seúl se abstengan de realizar ejercicios militares en la zona. Beijing y Moscú quisieran que se retomen las conversaciones entre las dos Coreas, EE UU, China, Rusia y Japón suspendidas desde 2009, pero Pyongyang exige que Washington y Seúl den el primer paso, mientras que Trump reclama que sea Kim quien haga las primeras concesiones. Seúl, en tanto, no da respuestas claras.
Tras la conversación, la Casa Blanca informó que ambas partes «reiteraron su compromiso para desnuclearizar la península de Corea», pero no adoptaron ninguna decisión. Incentivando la tensión, en tanto, Corea del Norte anunció este sábado que unos 3,5 millones de ciudadanos se han alistado de manera voluntaria para luchar contra EE UU. El país tiene unos 25 millones de habitantes y su ejército cuenta con entre 700.000 y 1,3 millones de miembros, según los expertos. El miércoles pasado Pionyang anunció un detallado plan para bombardear con cuatro cohetes las cercanías de la estadounidense isla de Guam, en el Pacífico occidental, a lo que Japón respondió ayer que ha instalado su sistema antimisiles en el oeste del país que sería sobrevolado por los proyectiles norcoreanos.
Ya antes el asesor en Seguridad Nacional de EE UU, Herbert McMaster, informó que el Pentágono se prepara para destruir preventivamente parte de la infraestructura militar y reducir la capacidad ofensivade Corea del Norte. Jerry Hendrix, capitán retirado de la Armada de EE.UU., en tanto, considera que la operación militar de Washington contra Pyongyang supondría un ataque multidimensional con aviones de caza, bombarderos y misiles Tomahawk. La Marina estadounidense tiene en aguas japonesas 10 cruceros portacohetes y destructores armados con Tomahawk y el sistema antimisiles Aegis. Washington también podría inutilizar los sistemas armamentísticos de Corea del Norte con ataques cibernéticos. En ese sentido, el analista chino Yun Sunno duda de la capacidad de EE UU para realizar ese ataque preventivo, pero advierte que «las consecuencias serían desastrosas», ya que provocaría «una represalia total de Corea del Norte contra el Sur, Japón y las tropas estadounidenses en la región».
Cerca de la zona desmilitarizada (ZDC), a 55 km del área metropolitana de Seúl, donde viven unos 25 millones de personas, Pyongyang tiene desplegados al menos 8.000 cañones y lanzadores de misiles aptos para realizar hasta 300.000 disparos sólo durante la primera hora de combates. Por este motivo, si Washington desea atacar, primero debería evacuar del Sur a decenas de miles de civiles estadounidenses.
Entablar negociaciones inmediatas y poner fin a las amenazas
No obstante, no hay indicios de que EE UU se esté preparando para alguna acción bélica en ninguna parte del mundo. El contraste entre las bravuconadas del presidente y la falta de preparativos militares sugiere que este, en realidad, quiere negociar con su par norcoreano. Por eso, el mismo viernes salió de una reunión con el Gabinete de seguridad nacional ofreciendo dialogar. Por su lado, el secretario de Estado Rex W. Tillerson reveló también el mismo día que el duro lenguaje del presidente era parte de una estrategia, para obligar a Norcorea a conversar.
Entre tanto, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, expresó su esperanza de que en Washington y en Pyongyang prevalezca el sentido común. «No aceptamos que Corea del Norte tenga status atómico», afirmó. Como lo explicó más adelante, hay dos tipos de potencias atómicas: las reconocidas por el Tratado de No Proliferación de 1968 (Rusia, Estados Unidos, China, Francia y Gran Bretaña), legítimas poseedoras de tales armas, y las nuevas potencias nucleares (Corea del Norte, India, Paquistán e Israel) que deben someterse a la normativa existente. Corea del Norte había firmado el Tratado de 1968, pero en 2002 lo abandonó. «Por eso concluyó el ministro, se atribuye el derecho a fabricar armas nucleares y lo hace.
Para todo intérprete sensato está claro que, con su retórica belicista, Kim Jong-un busca mejorar su posición para futuras negociaciones de desarme y el levantamiento de las sanciones económicas. En cambio, no está todavía claro, si Donald Trump pretende, efectivamente, destruir al régimen norcoreano mediante un ataque preventivo, responder a las fanfarronadas norcoreanas con el mismo calibre y/o avisar por elevación a China y Rusia que toda negociación futura será muy dura. Finalmente, no hay que descartar que ambos líderes necesitan afirmarse internamente y, para ello, baten el tambor de guerra, aun con el riesgo de que un mínimo error de percepción en los respectivos estados mayores accione el botón nuclear y desate una catástrofe.
Se dice que un buen diplomático piensa tres veces lo que va a decir y después calla. En las relaciones internacionales la fanfarronería y las amenazas son signos de debilidad e indecisión. El débil prudente calla y espera su oportunidad; el poderoso sensato actúa sin hablar. En los próximos días, la paz mundial necesitará mucho silencio y sentido de la oportunidad. «