Enmascarado en la consigna monetarista de sanear el balance del Banco Central, el gobierno usó ese pretexto para pedir al Fondo Monetario Internacional que lo ayude a pavimentar el camino hasta el final de la gestión de Javier Milei. Para ello planteó incluir en el acuerdo en gestión la refinanciación de todos los compromisos con el organismo previstos para los próximos cuatro años.

La modalidad propuesta es similar a la que en su momento ideó el Frente de Todos: un programa de facilidades extendidas a diez años, cuyos desembolsos estén “calzados” con los pagos a realizar por el préstamo negociado en 2022, que a su vez sirvió para cubrir las obligaciones del plan suscripto en 2018.

Así se eterniza una deuda que fue tomada, entre otros, por varios protagonistas del actual gabinete, como los ministros Luis Caputo (Economía, en aquella época a cargo de Finanzas) y Federico Sturzenegger (Desregulación, por entonces titular del Banco Central). De concretarse el cronograma en estudio, los últimos pagos se efectuarían en 2038, justo 20 años después del pedido de auxilio de Mauricio Macri al FMI.

En el DNU 179/25, con el que Milei se autorizó a sí mismo para suscribir el préstamo, se alude a que la ayuda servirá para  cancelar «una parte sustancial» de la deuda del Tesoro con el Banco Central «a fin de mejorar la posición financiera y liquidez de sus reservas internacionales».

Pero en los considerandos también se estima «imprescindible» que el acuerdo en gestión cubra las operaciones con el Fondo previstas para los próximos cuatro años a los efectos de «despejar la carga de pagos del Tesoro en los próximos años, dar más certidumbre a los tenedores de bonos y afianzar la perspectiva de mejora» de la economía.

La historia oficial

El relato oficial, sin embargo, se centra en que el préstamo servirá para recomprar las letras intransferibles que el Estado obligó a suscribir al BCRA para hacerse de dólares con los que afrontar otras deudas. En la historia reciente, la práctica de usar «papelitos de colores», como los llamó despectivamente la oposición, la inició Néstor Kirchner, la siguió Cristina y llegó hasta los libertarios: en enero de 2024, Milei y Caputo le encajaron al BCRA una letra a cinco años por U$S 3200 millones.

 Según el DNU, «la baja calidad del activo del Banco Central impacta sobre su capacidad de promover la estabilidad monetaria y financiera». Claro que levantar ese stock de letras es difícil. El capital llegó a superar los U$S 67.000 millones, pero en mayo del año pasado el BCRA cambió el método de valuación y los contabilizó con la técnica de “valor recuperable”, con lo que redujo la cifra a la tercera parte: según el balance al 28 de febrero pasado, están valorizados en U$S 23 mil millones.

A lo que apuntan en el Palacio de Hacienda es a rescatar la única letra que vence en el corto plazo, en junio, por U$S 10.563 millones. Si se paga al «valor recuperable», el gobierno reduciría el capital adeudado en unos U$S 7000 millones, lo que permitiría justificar la operación ante la opinión pública, y podría usar el resto del dinero para cancelar los compromisos con el Fondo y hasta tener un «cash» de libre disponibilidad.

¿Y de cuánto son las obligaciones con el FMI? Hasta fines de 2027 suman U$S 5500 millones de capital y otro tanto de intereses, según el cálculo de la consultora EcoGo (ver cuadro). Si se agregara 2028, son U$S 8100 millones más.

La pelota, en Washington

Por esa razón en los últimos días comenzó a correr la versión de que el posible acuerdo podría ser más cuantioso que los U$S 10.000 millones de los que se hablaba. El banco Citi arriesgó en un informe que “el total probablemente se ubique entre U$S 15.000 y U$S 20.000 millones, que podrían ser impulsados por fondos (U$S 5000 millones) del Banco Mundial y el BID».

La pelota, en definitiva, la tiene el FMI. El directorio comprende que Estados Unidos ya levantó el pulgar para asistir a la Argentina y estudia cómo cumplir a pesar de su desconfianza hacia una política cambiaria que desalienta la acumulación de reservas. Las remesas pendientes del año pasado, por U$S 1100 millones, también jugarán en la ecuación.

Claudio Loser, ex director del FMI, descartó un aporte mágico que solucione todos los problemas. En una entrevista periodística, opinó que «la llegada de los fondos será un proceso más largo y controlado de lo que algunos anticipan. Puede recibir a lo mejor U$S 5000 millones ahora». También dejó en claro que Washington no firmará un cheque en blanco. «El Fondo va a decir: yo te voy a dar la garantía para levantar el cepo. Pero no le va a decir ‘gastate la mía'», avisó. «