Los tractores frenan a metros de la Casa Rosada, sobre avenida Rivadavia. Son más de una decena y comenzaron su recorrido en Núñez. “Yeguas no, tractores”, dice el cartel que sostiene un hombre de más 80 años que está sentado en el vehículo que encabeza la fila.
Del otro costado de la Plaza de Mayo, sobre Hipólito Yrigoyen, se levanta un inflable gigante con un dibujo de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Está vestida como presidiaria, lleva un bolso del que caen dólares y un títere con la cara del presidente Alberto Fernández. La gente pasa y se saca fotos, como si esa caricatura de una mujer fuera un atractivo turístico. Hacen selfies y posan, una joven simula un arma con sus dedos y le apunta.
El nombre y la imagen de la expresidenta prevalecen en los carteles y se mezclan con las consignas de la marcha, que son variadas: “No a la reforma judicial que garantiza impunidad”, “Fuerza Mauricio”, “CFK te quiero presa”, “Bajen el gasto político”, “Bajen los impuestos, dejen de malgastar”.
“No hemos venido hasta acá para pedir que nos den una mano sino para que nos saquen las dos de encima”, se escucha por altoparlante en la Plaza. Es parte del texto que leen los organizadores después de cantar el himno nacional argentino. «No estamos dispuestos a seguir financiando la soga con la que nos ahorcan. Somos de los pocos y raros países con desdoblamiento cambiario y retenciones. Padecemos además 170 impuestos que agobian a todas las actividades productivas y terminan sumándose a los precios que paga el consumidor», dice la proclama. «Esta es nuestra protesta y nuestra propuesta: anímense a pensar un país con menos impuestos. Gasten menos. Arréglense con lo que tienen o dedíquense a otra cosa», cierra el pedido.
Entre los tractores caminan Juana y Francisca, dos hermanas de 25 y 18 años. La más chica viste una camiseta argentina y lleva un cartel: “Solo la producción de granos aportó en concepto de retenciones más de 120 mil millones de dólares al país en 20 años”. El campo familiar está en Tapalqué, provincia de Buenos Aires. Producen trigo y soja, y tienen ganado vacuno. “Estuvimos en 2008 y estamos de nuevo hoy porque no vamos a parar nunca de luchar por el campo. Trabajar para que te saquen el 70% de tu trabajo es desgastante, es triste”, dice la hermana mayor. Las dos viven en Capital Federal, donde estudian en la universidad.
Otra mujer llegó desde Las Breñas, Chaco. Viajó en grupo y llegó a las 5 de la mañana. Lleva un cartel con la frase: “Yo trabajo, tú trabajas, ellos gastan”. Dice que así no se puede, que ningún sueldo alcanza. Ella es docente, su marido cosecha soja y tienen una empresa de fumigación.
Antes, pasadas las 3 de la tarde, la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, recorrió la calle saludando a los productores agropecuarios. “Pato presidenta”, se escuchó durante su recorrido. No fue la única dirigenta de Juntos por el Cambio que se sumó a la protesta. Al mediodía, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el diputado Diego Santilli estuvieron en Udaondo y avenida Libertador, desde donde salió la caravana. El alcalde se subió a los tractores y se sacó selfies con los conductores. En la Plaza también se vio a María Eugenia Vidal y Ricardo López Murphy. Entre el reducido pero visible contingente de las vertientes libertarias, José Luis Espert recorrió la manifestación.
Pasada la 1 de la tarde, uno de los productores silbó fuerte y otros se sumaron a la señal para subir a los vehículos y emprender la marcha por avenida Libertador. Los motores rugieron y se pusieron en marcha. Detrás, camionetas 4×4 y autos. En las calles, como si presenciaran un desfile, vecinas y vecinos saludaban y aplaudían. Algunos llevaban banderas argentinas en sus hombros y otros las hacían flamear. Allí estaba Viviana: “Acá estoy, robada por este gobierno. Son una basura, mentirosos, ladrones, corruptos. Hay que apoyar al campo porque es gente que trabaja y paga los impuestos. No van a pedir planes ni están con las uñas largas y los celulares de último modelo pidiendo planes, mientras el resto de los argentinos nos cagamos de hambre”. Viviana tiene 71 años y es jubilada. Cerca de ella estaba Celia: “Querida, hay que apoyar porque el campo es lo que nos puede traer plata para esta Argentina saqueada. Soy totalmente contraria a este gobierno, son como los patos criollos, cada paso una cagada. Son resentidos, mala gente, delincuentes”. Celia tiene 68 y llegó con un caniche en los brazos junto con su marido.
Son casi las 2 de la tarde y el tractorazo avanza por la avenida Libertador. Sobre las veredas del barrio del Belgrano se sucede el coro de aplausos. En una de las esquinas, cuatro obreros cavan un pozo. Julio, uno de ellos, se detiene a mirar la escena. Dice que sabe que la movilización está organizada por grandes empresarios, pero que todos deberían sumarse porque trabajar en el campo es un sacrificio.
Cerca de las 5 de la tarde, antes de que todo termine, un grupo de jóvenes del PRO La Matanza agita la marcha con bombos. Reversionan los cánticos peronistas. “Acá está / acá llegó / es la gloriosa JPro” o “Olé, olé, olá / acá no hay coca ni choripán / hay compromiso con el campo nacional”. Incluso se animan a nuevas letras: “Con el campo no / con el campo no / kirchnerista / con el campo no”. Y vuelven a las clásicas. “Ole le lé / ola la lá / si este no es el pueblo / ¿el pueblo donde está?”.