Durante los últimos años, y particularmente en los electorales, se instaló con fuerza la idea de la comunicación política como algo de carácter meramente instrumental, sujeto a técnicas determinadas, dotadas de neutralidad, despojadas de ideología e identidad. Una suerte de receta universal. Una línea fina entre comunicación y marketing político.
Cierto es que la consolidación del territorio digital, y su centralidad en las campañas, fue un punto de partida fundamental en la construcción de esta concepción. Sin embargo, y no por esto desconociendo el papel de las redes sociales, plataformas y activismo digital (como tampoco el de los medios de comunicación tradicionales) en la circulación de ideas, entendemos a la comunicación política como algo más amplio.
La política, piedra angular de la comunicación
No es posible, y no se debe caer en la tentación, reducir la comunicación política a un conjunto de técnicas y menos aún aislada de otras dimensiones, despojada de ideología. Son los hechos o acontecimientos políticos en sí mismos los que comunican, y a su vez estos deben ser comunicados. Esto nos dice entonces, que el carácter instrumental de la comunicación se expresa en un segundo momento de la acción comunicativa. La comunicación política, lejos de algunas creencias que también rondan con fuerza como consecuencia de una mirada tecnicista, no tiene la capacidad de inventar aquello que no existe, que no sucedió. La esencia de la comunicación política es la acción política en sí misma. Este es su momento constitutivo.
Explicar el triunfo de La Libertad Avanza desde una perspectiva comunicacional poniendo el foco en su plano instrumental, es cuanto menos insuficiente. La aparente consolidación de las ideas más reaccionarias no puede ser explicada como recetas fallidas provenientes de las técnicas de comunicación. Lo que falló fue la política, y más precisamente el campo nacional popular. La ausencia de horizonte, de un proyecto político, económico, social y cultural tendiente al buen vivir de nuestra comunidad. El triunfo no se dio por una mayor o menor presencia en espacios digitales, se dio por ausencia de una política verdaderamente transformadora por parte del progresismo.
Es ante ese vacío que la derecha avanza con todo su arsenal disputando un sentido casi sin resistencia ni oposición.
La comunicación como disputa en la crisis
No hay lucha política sin disputa de sentido. O dicho de otra manera, la lucha política es también la lucha por el monopolio del sentido común. En el seno mismo de la crisis que atravesamos, emerge un estado de disponibilidad social. Una hendija por la cual introducir la semilla que dé como fruto un nuevo sentido común. La acción política como gestante de las ideas en el plano de lo subjetivo, como potencia que empuja la disputa entre lo viejo y lo que está emergiendo.
Por tanto, es asunto de quienes apostamos por una argentina diametralmente opuesta a la que se propone actualmente, no solo ampliar la mirada sobre la comunicación, sino y principalmente, desarrollar una estrategia política-comunicacional, que incluya y al mismo tiempo exceda los aparatos mediáticos existentes. Que irradie y al mismo tiempo profundice la crisis en el plano de las ideas, de lo subjetivo, alumbrando el nacimiento de un nuevo sentido común.
De los medios tradicionales al territorio digital
No negamos el papel clave que cumplen tanto los medios de comunicación tradicionales como aquellos que conforman el territorio o ecosistema digital. Todos estos inscriptos en el plano instrumental de la comunicación. Segundo momento de la acción comunicativa. La comunicación política como instrumento, con formas determinadas de ejecución para un fin en específico. Lo mediático-digital como un pilar importante en la construcción de sentido en una sociedad.
Creemos que hay una capacidad relativa de intervención o interpelación en la vida de las personas. La cultura algorítmica tiene sus alcances, y también sus límites. Por su parte, los medios de comunicación tradicionales tienen una doble cara: por un lado, una cada vez mayor concentración de medios en manos de un puñado de empresarios, ahora ilimitada a raíz del decreto 70/2023. Por el otro, los medios alternativos, populares, que proponen otras miradas de la realidad, dándole voz a actores sociales generalmente silenciados, pero que sufren, entre otras cosas, la mala distribución de los recursos, aumentando muchas veces sus limitaciones para proyectarse en la sociedad. Ir hacia una profunda revisión y posterior transformación del esquema mediático es una discusión larga, que no es nuestra intención abordar en este momento. Pero sí reconocer la relevancia que tienen algunas tendencias y/o prácticas, producto del desarrollo, principalmente, de las redes y plataformas digitales.
Sin embargo, sostenemos que el mayor problema que tiene la comunicación política en la actualidad dentro del campo nacional popular se relaciona con lo que falta. Con aquello que la política no fue capaz de gestar. Por tanto, la comunicación política como resultado no puede medirse con precisión, ya que hay una ausencia significativa de la sustancia. Así mismo, alentamos a pensar en estos medios o canales como elementos necesarios para la circulación de ideas. Tomarlos como una trinchera más desde la cual disputar el sentido, situados indiscutiblemente dentro de una estrategia más amplia, tendiente a construir la victoria de un proyecto nacional popular.
Con la comunicación no alcanza, pero sin ella no se puede
Sin acción política no hay comunicación. La comunicación como una dimensión indisociable de la política, presente desde los primeros tiempos de la humanidad.
Pensar la comunicación política desde el campo nacional popular en esta nueva etapa supone entonces poner la lupa en su momento constitutivo, la acción política, como garante de una comunicación verdaderamente transformadora, dando lugar inevitablemente a nuevas formas de comunicar aquello que sucede. Y a partir de esto ir hacia una profesionalización de la comunicación política digital. Pero no puede darse al revés. Sin la lucha política la comunicación por más “bien hecha” que esté, tendrá corto alcance o directamente será inexistente desde nuestra mirada.
Todo está en movimiento. Nuevas prácticas y creencias están emergiendo y el campo nacional popular tendrá que estar a la altura. Volver a construir un horizonte, disputar el sentido y articular un programa que le devuelva la dignidad y el buen vivir a nuestro pueblo.