En la puerta del aula 210 de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, un cartel dice: “Historia de los medios 2. Paro. De eso hablamos. Pase”. Adentro del aula hay una ronda de sillas y una sola persona. Pese a la invitación, no es estudiante de Historia de los medios sino de Semiótica: “Vine porque ya tenía organizado el día así, pero sabía que no íbamos a tener clases porque nos lo comunicaron en la página de la materia. Desde 2014 –cuenta Daniela, estudiante de Comunicación- que curso el CBC; nunca había vivido algo así, tres semanas ininterrumpidas de paro”. La 210 es de las pocas aulas que tienen gente adentro: en la mayoría, igual que en los pasillos, se percibe soledad. Vacío. Así transcurre la tarde durante el comienzo de la tercera semana de paro docente universitario.
Veinte cuadras hacia el Oeste, en Psicología, el clima es otro. Una veintena de estudiantes organizan un ruidazo y cortan dos carriles de la avenida Independencia para visibilizar el paro docente que largaron las principales federaciones. “Tocá bocina si apoyás la educación”, piden. Y algunas bocinas responden. Pero puertas adentro el clima es de tranquilidad. En la mayoría de las aulas se dicta clase con una buena concurrencia. De un salón con las puertas abiertas se llega a escuchar que una profesora explica: “Nosotros no tendríamos que estar dando clases, todos conocen la situación que vivimos los docentes, pero tratamos de ser comprensivos con ustedes. Sabemos que en unas semanas tienen el parcial y preferimos estar acá”.
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En Filosofía y Letras, en cambio, hay centenares de personas sobre la calle Puán. Son estudiantes, docentes, no docentes y miembros de la comunidad educativa que llegaron para dar un abrazo simbólico al edificio. La actividad es en el marco del conflicto docente y la defensa de la educación pública pero es también una respuesta a lo que pasó el viernes en esta misma calle. A las 9 de la mañana, la doctora en Filosofía Mónica Cragnolini dictaba una clase pública para 70 alumnos, cuando fue interrumpida por tercera vez por la Policía de la Ciudad para comunicarle que si no deponía su actitud le iban a labrar un acta de contravención.
Cragnolini lleva 35 años como docente, es investigadora principal del Conicet y una de las mayores especialistas en Nietzsche en el mundo. Acaso eso responde a la filosófica pregunta de por qué había 70 alumnos tomando clase en la calle un viernes a las 9 de la mañana. “Era la única docente que estaba dictando. Era el teórico de filosofía de la animalidad. Vino un patrullero que me preguntó qué estaba haciendo. Le expliqué la cuestión del paro docente. Volvieron al rato y me dijeron que desde fiscalía pedían que deponga mi actitud. Les dije que no y me pidieron mis datos. Otra vez volvieron: que si no dejaba un carril libre me tenían que labrar un acta contravencional. Decidí que me hagan el acta, ahora tengo que esperar que me llegue la citación a mi casa”, explica Mónica, que de tantas ya no recuerda cuántas veces dio clases en la calle. Pero sí sabe cuál fue la única que mereció un acta: “Hay medidas que tienen que ver con la represión y cortar la expresión, ya sea en los medios o en la calle. Esta es una primera medida, es un trámite que no significa nada. Pero habrá que asustarse de lo que nos puede pasar”.
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En la tarde del martes apenas en un puñado de aulas se dictan clases en Puán. Escenas similares se viven en las 57 universidades nacionales. Diez días atrás, el abrazo fue a la Universidad Arturo Jauretche, en Florencio Varela, una de las más afectadas en el recorte presupuestario previsto para este año. Los más de 1,6 millones inscriptos aún no pueden comenzar el ciclo lectivo del segundo cuatrimestre del año. Desde el lunes 3 de agosto, cuando después de 90 días sin negociaciones las autoridades del Ministerio de Educación ofrecieron 10,8% de aumento que la situación sigue en el mismo punto.
“El discurso del gobierno apunta en la dirección del individuo. Somos elementos reciclables para su visión individualista: apuntan a destruir los lazos sociales que tienen que ver con la idea de lo colectivo. Tendría que acontecer un milagro para que al gobierno le interesara esto que está pasando acá”, explica Mónica Cragnoloni. Por eso, la agenda universitaria por ahora no marca teóricos, ni prácticos ni parciales: el jueves la comunidad del Nacional Buenos Aires llama a una marcha de antorchas hasta el Palacio Pizurno; el viernes habrá clases públicas en Plaza de Mayo y, para el 30 de agosto, se prepara una masiva marcha federal.