En marzo, el Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará (MESECVI) presentó su “Declaración regional sobre la erradicación de los estereotipos de género en los espacios públicos que se traducen en violencia simbólica y política contra las mujeres por razones de género”. Fue una declaración consensuada a nivel regional sobre violencia simbólica que recoge los más altos estándares de protección de los derechos humanos de las mujeres.
Mónica Maureira es una de las expertas del comité (representa a Chile) y además es periodista y responsable de comunicación en el área de Género, Diversidad y Equidad de la Universidad de Santiago de Chile en Universidad de Santiago de Chile. Dialogamos con ella acerca de la situación de la región y la violencia simbólica.
-¿Cómo ven lo que sucede en la Argentina y que intenta ser un retroceso en materia de derechos desde lo discursivo?
-No es menor el tema de la materia discursiva. Se tiende a pensar que los discursos, los relatos, la reiteración de relatos tienen efectos menores en la opinión pública a propósito de lo que puede ser la construcción de derechos, particularmente de los derechos humanos de las mujeres y diversidades. Pero hay evidencia de que no es así. Sino que los grandes crímenes, las grandes guerras se han provocado justamente a través de la construcción de estos relatos excluyentes, discriminatorios, castigadores y estigmatizantes respecto de ciertos grupos de la población. Entonces las alertas que han instalado desde el movimiento feminista en el caso de Argentina es advertir que estos discursos que están circulando desde grupos anti derechos en y particularmente desde algunas autoridades, puede traer un impacto mayor. Pese a que exista cierto marco normativo nacional o local, sí puede tener costo para los derechos de las mujeres. Hay evidencia de este correlato discursivo afectación física como lo fue el ataque a la militantx de la agrupación HIJOS.
-¿Qué implica para la región que esto suceda en la Argentina?
-Hay un simbolismo, que también puede ser una suerte de advertencia. Las teóricas feministas a esto ya lo han problematizado. Porque demuestra que ciertos sectores nunca han salido del poder político y económico y eso es muy relevante. Pero, así como hay una señal política para la región también hay un aprendizaje de los movimientos feministas al respecto. Si bien la ciudadanía argentina, los movimientos democráticos argentinos están viviendo un momento de mucha desesperanza también está este otro relato del 8 de marzo que fue un momento político importante. Y ese aprendizaje es también para la región: hay una construcción democrática que se hace sentir, que va a tener una presencia política oportuna y un pronunciamiento importante.
Y hay también una construcción democrática de derecho -no solamente en el país y en la región-, que tiene sistemas de protección de derechos que están mirando a la Argentina y a la región. Hay que confiar en esos mecanismos porque se construyeron a lo largo de muchos años. No sólo en gobiernos democráticos sino también en experiencias como países en períodos postdictatoriales, períodos en que se han necesitado de democracias transicionales, conflictos armados, conflictos civiles y otras crisis no que tienen que ver con seguridad, con conflictos políticos internos. Hay que confiar en ellos e informarlos a la sociedad civil para que haya un pronunciamiento público y podamos seguir por la senda democrática y de derechos.
-¿Cómo fue esta situación en otros países?
– Bolsonaro, Milei y Trump son figuras que tienen un hilo conductor en el sentido de que captaron la decepción de cierta parte de la población en torno a la democracia como un modelo que iba a satisfacer diversas necesidades. La pobreza, por lo tanto, el acceso a la vivienda, el acceso a un trabajo justo, el acceso a bienes, y también a bienes que el capitalismo nos ha instalado como deseo. Estas figuras captaron a una ciudadanía joven, a un público migrante (en el caso de Milei) que no ha podido encontrar en nuestros estados sus derechos. Estas figuras se construyen dentro de la política del espectáculo, son mediáticamente atractivas y empatizan con la política de los medios, -no necesariamente con las líneas editoriales-, sino con la urgencia de los medios de generar audiencia. Hay todo un circuito virtuoso para que estas figuras que vienen de lugares más conservadores, más antiderechos o más reaccionarios surjan. Tenemos que mirar estos fenómenos. Desde el feminismo tenemos que tomarlos en serio, ver cómo se les contesta, cómo se reflexiona en torno a este fenómeno porque no van a desaparecer.
Construir en las redes sociales
Desde hace unos años se trabaja en diversos estudios para analizar los discursos de odio en las redes sociales que tienen como objetivo a los feminismos, la agenda de género y las personas LGBT.
-Y cómo se piensan esas respuestas a estas figuras desde el feminismo en el terreno de las redes sociales donde hay más violencia contra las mujeres?
-Existen muchos estudios regionales al respecto y hay mucho odio sobre la figuración política pública de las mujeres. Pero es muy interesante analizar qué es lo que pasa cuando las mujeres nos apropiamos de las plataformas digitales. Eso no se ha analizado y hubo experiencias muy enriquecedoras respecto del “Cuéntalo”, “Ni Una Menos”, la experiencia de “Niñas no madres”. Lo que fueron incluso nuestras campañas regionales respecto a la despenalización del aborto. Esas experiencias no las hemos recuperado, soy muy optimista respecto de lo que hemos hecho las feministas y los movimientos de la disidencia sexual respecto al uso de las plataformas digitales. Tiene su costo, pero la acción política, pública colectiva que hemos hecho de esos espacios yo creo que ha sido invaluable. El Ni Una Menos cruzó la frontera y eso lo realizamos a través de las plataformas digitales. Lo que pasa es que en nuestro hacer feminista no hemos tenido la posibilidad de ir sistematizando esa experiencia y nos marcan mucho más, las experiencias de violencia como acción política que ir sistematizando esta otra que quizá mucho más gratificante.
-También es cierto que resulta difícil poner el cuerpo y estar con el teléfono armando las campañas digitales
-Pero sabemos que podemos hacer las dos cosas, y las dos cosas tienen su costo. Y el aprendizaje que estamos teniendo es que el desarrollo tecnológico va a superar cualquier posibilidad de regular las plataformas en términos normativos. Entonces hay que incentivar que los estados tengan un poder negociador con las plataformas para que las propias usuarias sintamos que efectivamente respetan nuestros derechos, que -online en este momento son los mismos que en el mundo real-, y que las plataformas tengan la normativa reguladora suficientes como para que nosotras mismas podamos denunciar los hechos de violencia o discriminación que sucedan. Eso por un lado y lo otro, en términos de política pública, de previsión del Estado es que dé paso a más mujeres en la creación de las propias plataformas y les dé paso a más mujeres en la producción de las tecnologías ¿Por qué no podemos pensar una Internet feminista?
El ataque a las mujeres feministas y diversidades en la vida política
-El año pasado advirtieron desde Mesecvi el alto nivel de violencia política en la Argentina y que también está instalada en la región, ¿cómo analizás lo que sucede con los liderazgos de mujeres feministas?
– Cada vez hay más temor, resistencia, reticencia a participar en política, justamente por los costos que tiene. Lo más importante es volver a recuperar cierto músculo desde la sociedad civil. Los liderazgos de mujeres que participan en política porque no lo vamos a poder encontrar probablemente en los grandes partidos. Necesitamos el apoyo de la sociedad civil para poder participar porque estos movimientos antiderechos no van a desaparecer.
Por ejemplo, en España hay un par de estudios recientes que dicen que la población joven cada vez está más crítica a las políticas de igualdad de género. Es decir, esto que creíamos que había avanzado en la población joven, que la población joven estaba más progresista respecto de las materias de igualdad de género, no es así. Está muy crítica de la igualdad de género y del feminismo. Creen que los hombres han sido desfavorecidos por las políticas de igualdad. Entonces se viene una generación que va a disputar estos sentidos que ya habíamos construido o que creíamos que habíamos construido y finalmente habíamos ganado. Entonces, estos liderazgos de mujeres en la política necesitan de esos movimientos de mujeres y del movimiento feminista. Irremediablemente.
Pero, además, esto no tiene que ver necesariamente con derecha e izquierda. De pronto confiamos en la izquierda, pero pensemos lo que pasó en Nicaragua, jamás habíamos pensado en que íbamos a tener a compañeras feministas, exiliadas, a organizaciones feministas históricas que constituyeron el movimiento feminista latinoamericano o sus organizaciones destruidas, les quitaron la personería jurídica, les quitaron sus casas, les quitaron sus plataformas digitales. Y este era un gobierno de izquierda. El patriarcado no tiene necesariamente color político.
-Hablamos de la rotura del discurso político y de la forma de hacer política
-No sé cómo lo perciben ustedes, pero esto pasa desde el momento en que empezamos a ver que los y las políticas comenzaron ir a programas de magazines, programas de farándula, en vez de estar en programas políticos. Y que preferían salir en un programa de baile para posicionar su campaña más que en un debate donde pudiese posicionar ideas. Desde ese momento diría yo que se empieza a degradar el discurso político, y eso no es algo reciente está sucediendo hace 15 años o 20 años por lo menos. Desde que empezamos a tener figuras políticas que no vienen de la tradición de los partidos políticos o de un trabajo universitario o de los movimientos sociales. Y eso tampoco es propio de nuestros países también uno lo puede mirar en Europa, en España, en Estados Unidos. El electorado ya no es necesariamente el electorado como lo conocíamos antes en el trabajo puerta a puerta. El electorado son los televidentes se hace política electoral a través de la posibilidad de estar en televisión. Entonces, todo tiene que ser en un lenguaje mediatizado más que en esa comunicación que antes se tenía que dar necesariamente cara a cara en el trabajo, puerta a puerta, en el trabajo barrial, en el campo cultural, en los grandes discursos. Y ahí se ha ido enredando la política.
-¿Cuáles te parecen que son los principales desafíos del feminismo en este contexto?
-Sin dudas tienen que ver con mantenernos unificadas dentro de nuestras diferencias, manteniéndonos en una línea democrática. Tenemos que seguir confiando en los mecanismos de protección que tenemos construidos a nivel de la región. La convención de Belem Do Para cumple este año 30 años como uno de los principales instrumentos de protección de derecho hacia las mujeres y las niñas. Es uno de los instrumentos más importantes para la región y hay que valorarlo y visibilizarlo desde los movimientos hacia la región. Es por eso que recientemente se presentó a la región la declaración de violencia simbólica a propósito de estos relatos que se están instalando y que son discriminatorios en el discurso público hacia las mujeres. Todo esto tiene mucha correlación con hacer una ley modelo justamente en materia de violencia digital hacia mujeres y niñas también a propósito de los discursos de odio o violentos que transitan en las plataformas digitales.