Viene el colectivo, el tren; termina el recreo, el descanso del trabajo, las cervezas y el piso queda repleto de colillas de cigarrillo. Cada una libera al ambiente metales pesados, plásticos y otros componentes tóxicos. En un estudio académico se analizó el problema, se encuestó a 450 fumadores sobre sus hábitos y se realizó una campaña de concientización. El 35% manifestaba tirar las colillas en la calle. En solo 5 semanas, la campaña logró reducir esta mala costumbre. Señalan la necesidad de una gestión particular del residuo y, sobre todo, más educación ambiental y responsabilidad de las empresas tabacaleras.

Cada año se generan unos 6.000 millones de colillas de cigarrillo en todo el mundo. Cuando estos residuos se descartan en la vía pública, se liberan al ambiente los casi 4.000 componentes tóxicos que contienen. Además, el plástico que las compone tarda miles de años en degradarse de forma natural”, advirtió Clara Molteni, reciente egresada de la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA).

En su tesis, y con la colaboración de la ONG Eco House, Clara analizó los estudios científicos disponibles sobre el problema e indagó en el hábito de los fumadores en CABA. Por otro lado, llevaron adelante una campaña de concientización que incluyó agregar cestos para colillas en la vía pública y examinaron su efecto en las ‘conductas contaminantes’.

“Hablamos con 450 personas en paradas de colectivo y cerca del 35% mencionó que arrojaba las colillas a las calles y veredas. Gran parte dijo que lo hacía de manera inconsciente, por comodidad o por costumbre. Esto sugiere que hay poco registro del impacto de ese hábito en el ambiente, de la contaminación que genera”, destacó.

Dar vuelta la tortilla

Después de la encuesta comenzaron una campaña de concientización sobre la problemática, que duró 5 semanas: “Brindamos más información, instalamos cestos específicos para colillas en las paradas de colectivos y comparamos la cantidad de colillas que la gente tiraba en ellos con la que terminaba en la calle”.

Al finalizar la campaña recolectaron cerca de 3000 colillas. En la primera semana registraron más colillas en la calle que en los cestos, y en la última, ese número se invirtió. “Con tachos para este residuo e información, muchas personas cambiaron sus hábitos”, afirmó Clara.

La ciencia de las colillas

En cuanto a los estudios científicos que tratan la problemática, Clara Molteni encontró que el 42% aborda qué hacer con las colillas. “Es posible reciclarlas o aprovecharlas en materiales como ladrillos o cemento. En la Argentina solo lo hace una empresa”.

También, halló que un 17% de los estudios se enfoca en el impacto de este residuo en los invertebrados y en microorganismos de ecosistemas acuáticos; un 16% analiza las características de las colillas, y un 12%, en el rol de los fumadores y tabacaleras.

En ese sentido, Clara reflexionó: “En general, los trabajos que analizan los impactos de las colillas se hacen en laboratorio. Sería interesante evaluar los efectos potenciales en entornos reales y a largo plazo, ya que es un problema que se acumula. Además, estaría bueno profundizar en formas de reducir impactos y recuperar el material”.

ONG, municipios y empresas

“Desde hace años trabajo en la ONG Eco House y, en particular, en la problemática de las colillas de cigarrillos”, contó Molteni, y añadió que en este tiempo pudo analizar la responsabilidad de las personas, de las tabacaleras y de los municipios.

Según Molteni, los gobiernos locales podrían implementar una gestión especial de las colillas de cigarrillos, acompañada por educación ambiental para cambiar hábitos. “Por su parte, las tabacaleras deberían tener un mayor compromiso en la gestión de colillas. Además de considerar el impacto que causan en la salud, deberían sumar los impactos ambientales”.

Un ida y vuelta

María Semmartin, docente de Ecología en la FAUBA, investigadora del CONICET y directora del estudio de Molteni, resaltó que abordar en tesis de grado las inquietudes que traen estudiantes de la FAUBA representa una oportunidad enorme: “Nos posibilita operar sobre problemas concretos que muchas veces acercan desde sus trabajos”.

“Además, las colillas de cigarrillo estuvieron muy presentes desde el comienzo de mi trabajo con residuos en la FAUBA. Se peleaban el podio de las consultas con las pilas y el aceite de cocina usado. Con esta tesis por fin nos pudimos dedicar a aprender sobre el tema”, contó Semmartin.

Además remarcó que, como en la gestión de muchos otros residuos, la educación ambiental juega un papel clave ya que permite entender por qué ciertos hábitos son mejores que otros: “Comprender el problema nos ayuda y nos motiva a elegir y a sostener prácticas cotidianas que benefician al ambiente”.

*Artículo elaborado por Sebastián M. Tamashiro para Sabe La Tierra de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA)