Hace tan sólo 16 meses, la Argentina volvía a destacarse como el país del continente con la mayor y más diversa red de librerías. El dato surgía de un trabajo realizado por la Universidad de San Martín. El mundo de la cultura celebraba el dato positivo, estar a la vanguardia de la región. Aun cuando ya venía golpeado en los últimos lustros. Hace tan sólo 16 meses la Argentina iniciaba el pesado tránsito del actual régimen libertario.
Sólo 16 meses después se desploma el consumo literario, a la par de la seria crisis económica que padecen las clases sociales más proclives a la adquisición de libros, lo que se verifica dramáticamente en las librerías y, signo palpable de la gravedad, también en las ferias de usados.

En 2024 la caída de ventas de libros respecto del año anterior fue de aproximadamente un 13% para las dos editoriales que captan buena parte del mercado (Planeta y Penguin Random), en tanto, en las demás, el descenso que sufrieron llegó en algunos casos al 40 por ciento. Según el informe de la Cámara Argentina del Libro (CAL), en el 2023, las ventas ya habían caído un 5% respecto de 2022 y la producción, más allá del 20 por ciento.
A su vez, las grandes cadenas de librerías acusan un aumento interanual estimado del 120% en los precios de tapa. Aún no hay cifras oficiales para lo que va este año, pero se estima que la caída ya devoró casi la quinta parte del mercado, que, además, exhibe muchos menos títulos (en algún caso, apenas un 10% de años anteriores), con ediciones que en su mayoría no superan el millar, una cifra realmente muy menor de lo habitual.

Una de las consecuencias, símbolo del mazazo a la cultura argentina, es el cierre de no menos de una decena de librerías emblemáticas que se produjeron en los últimos tiempos.
Ya el año pasado había bajado definitivamente sus cortinas, entre otras, la Gauderio Libros, en Ayacucho 704, con casi dos décadas de antigüedad: “El ajuste brutal ha significado la caída total de las ventas de libros”, argumentaba Valeria Satas, su dueña. Horas antes del 21 de julio, una cuadra y media de cola se intentaba rescatar los retazos que liquidaba la Antigua Fray Mocho (Vive Leyendo ), que abriera 1945 y que desde 1969 funcionaba en Sarmiento 1832
. Apenas una semana después cerraba el último local donde funcionó la tradicional Scotti Libros, en 48 entre 5 y 6 de la ciudad de La Plata.
Mucho más cerca en el tiempo, la crisis se posó en la históricamente literaria Avenida de Mayo. Exactamente entre el 1110 al 1114, prácticamente frente a uno de los ingresos a la estación Lima del subte B. Cambiaron los propietarios de varios locales cercanos a la esquina de Lima, por caso los de las librerías Punto de Encuentro y La Cueva. Los alquileres subieron exponencialmente y ambos tradicionales ámbitos literarios finalmente cerraron hace unos días. “Se pierde mucha cultura y el acceso a la información”, aseguró Diego Alonso, el dueño de La Cueva que, al menos, decidió trasladar su comercio a la bonaerense Santa Teresita.
El largo adiós a las librerías
Por su parte, Punto de Encuentro cerró su local de venta, pero no la editorial y la distribuidora. Había llegado a la Avenida de Mayo hace casi tres lustros. Allí, en el mismo inmueble que ya añora con nostalgia, la mística de los anaqueles desbordantes de libros que vivió en buena parte del último siglo.
Desde que abrió Libros de Anarres, conocida como “la librería de los anarquistas”. Luego de que falleciera su dueño, un anarquista español de apellido Torres, fue vendida por sus descendientes. Pero no cambió de rumbo. Desde entonces, 2012, la manejó Carlos Benítez Gibbons, quien ahora lamenta el cierre. “Lo nuestro fue una cosa puntual.
Por un lado, el final de contrato. La gente que compró toda la esquina no quiso renovar. Cuando salimos a buscar otro lugar, vimos que era imposible solventar los gastos de alquileres, los servicios, los empleados. Por eso, vendimos lo que pudimos, y luego guardamos hasta los muebles”.

Admite que “la crisis no es de hoy. A partir de la pandemia, un 20 o 30% del público que no podía salir, se acostumbró a comprar por internet, adoptó la forma online. Fue un salvavidas para muchos comercios. Hoy, todas las librerías y las editoriales, grandes y pequeñas, tenemos venta online”.
Ofrece además un ejemplo: “Un historiador que trabaja mucho en el Conicet, que para investigar se pasaba horas en la librería buscando libros, me dijo: ‘Ahora me meto en la web y en 2 minutos lo encuentro y lo compro’”.
Pero que el factor económico es fundamental. “El costo de los libros, abismal, marca la poca accesibilidad de la clase media, que cae cada vez más. El precio lo imponen las grandes cadenas, la concentración entre Planeta y Random, y las de librerías, Cúspide y un poco más atrás Yenny. A ellos no les interesa vender libros barato. Por supuesto que influye el costo del papel, que creció muchísimo. Hoy hacer un libro es caro y se refleja en el precio alto. Lo es hasta para los turistas”.
A la vez, suma otro aspecto importante, el cambio de hábito. “Hay poco apego a la lectura. Antes, los buenos lectores se la pasaban los sábados a la noche recorriendo Corrientes hasta el Obelisco. Hoy no. Quedaron poquitas librerías allí, como en avenida de Mayo. Algunas se mudaron a los barrios: Palermo, Colegiales, Chacarita… Además, hoy las librerías no tienen sentido si no están respaldados con otras cosas, como un barcito”. Y concluye: “No dan los números y eso va en detrimento de la diversidad. Todo se lo quedan las cadenas multinacionales. Y venden los libros que a ellos les interesan”.
No obstante, Benítez opina que la tecnología, el libro electrónico, aún no influye en la caída. “Conviven, todavía es un porcentaje chico el que lo consume. En general, quien viaja mucho. En Punto de Encuentro ya tenemos la plataforma de e-book. No hay hábito todavía. El diario papel ha perdido mucho más en ese sentido”.
-¿Cuánto influye la ausencia del Estado en la crisis?
-Ya el hecho que te ignoren es una política. Que no te den bola, que no te pregunten ni cómo andás. Por otro lado, teníamos históricamente la compra de las Bibliotecas Populares (Conabip), mediante la Secretaría de Educación, por ejemplo, en la Feria del Libro.
A las bibliotecas del interior, sobre todo, les cuesta mucho acceder. Pero el año pasado ya no hubo y este año habrá menos… O las compras del Ministerio de Educación daban un respiro enorme. Hablar de libros hoy en el Estado es una mala palabra.

-Todo gira en derredor de la crisis económica.
-Las tres mejores épocas de los libros fueron durante gobiernos peronistas. Los dos de Perón y el del kirchenrismo. Los tres en los que más libros se vendieron. ¡Qué casualidad! La nuestra, una editorial más chica que mediana en el 2013-2014 llegamos a editar 40 títulos, y este año, con suerte, vamos a editar cinco…
No sólo el Estado, era la economía en general que funcionaba. Por ejemplo, con el Ahora 12, venían historiadores, docentes, estudiantes, compraban un montón de libros y pagaban por mes. Hoy no sabés si al otro día vas a tener laburo. La cultura, sobre todo, está en el “subsuelo de la patria sublevada”, como decía Scalabrini. Lo primero que uno prescinde es lo recreativo, ir al cine, al teatro, al fútbol. O comprar un libro. No vas a dejar de comer por comprar un libro.
Clave feria
Aunque se anunció el cierre de su librería, la editorial Punto de Encuentro estará presente en el stand 308 del Pabellón Azul, en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. La edición 2025 será desde el 24 de abril al 12 de mayo en el Predio Ferial La Rural. El discurso de inauguración estará a cargo del escritor Juan Saturain, el jueves 24, a las 18. Riyadh es la Ciudad Invitada de Honor en esta ocasión. El sábado 26 se realizará la tradicional Noche de la Feria.
Y encima llegó la pandemia
En 2014 se alcanzó un pico de 128 millones de ejemplares con 28 mil novedades en formato físico. Sólo un lustro después, en 2019 los nuevos títulos habían sufrido una baja tolerable (22 mil títulos), mientras que la impresión llegaba a los 35 millones de ejemplares. En la Feria del Libro porteña de ese año, un espejo de la actividad, ya había habido severos reclamos a Pablo Avelluto, el entonces ministro de Cultura.
Poco después, encima, llegaría la pandemia. La Feria de ese año no pudo realizarse. Pero un informe de la Cámara Argentina del Libro, exponía la situación de la industria editorial: la cantidad de ejemplares hasta abril de 2020 fue tan sólo de 500 mil, cuando un año había sido de 5,8 millones. Las novedades cayeron de 2.500 títulos a uno menos de mil. “El sector del libro factura en el año unos 25 mil millones de pesos. Esta pandemia nos va a hacer perder un 30% de la facturación, o sea unos 7.500 a 8000 millones”, anunciaban. De los 128 sellos de todo el país (desde microsellos hasta editoriales multinacionales), un 77% no comercializaban ebooks.
La reacción debió ser rápida y se devoró a varias librerías. Tal vez el caso más emblemático de CABA fue la Librería de las Luces. A fin de ese año, cuando la apertura aún estaba en entredichos, apareció el cartel rojo: “Liquidación total por cierre hasta el último libro”. José Roza, su dueño anunciaba: “Ciento cincuenta mil ejemplares a precios apenas mayores que el de un diario esperan ser rescatados por los lectores que durante años abrevaron en sus anaqueles”. Luego de más de 60 años estuvo en Avenida de Mayo 615, hasta el 2017 se mudó al 900, una zona que el distanciamiento social y al teletrabajo en empresas y oficinas públicas convirtió en fantasmal. “La Librería de las Luces es la punta del iceberg”, advertían. La Librería de Ávila (tradicionalmente conocida como Librería del Colegio, en la esquina del Nacional Buenos Aires) también estuvo a un tris de cerrar.
Poco después, la Cámara de Editores y Libreros Independientes lanzó la campaña “Ni una librería menos” y el gobierno de CABA, una digital para promocionar las librerías. El posterior Plan Nacional de Lecturas colaboró a la restauración parcial de una actividad que entre las políticas económicas, la desprotección oficial y la pandemia, había recibido un golpe que la dejó maltrecha.