Como sucedía cada vez que aparecía un nuevo tomo de Harry Potter, hace poco más de un mes y medio, los japoneses que viven en Tokio comenzaron a agolparse por la noche en las librerías para recibir la edición de bolsillo de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez que llegaría por la mañana a un precio de 1.375 yenes, lo que equivale a 8 euros. Todos temían perderse su propio ejemplar.
En menos de ocho el libro vendió casi 300.000 ejemplares. Esta cifra alcanza la suma de las tres ediciones anteriores en tapa dura que se habían publicado en Japón en el término de 50 años. El libro del Nobel colombiano había sido editado en a Japón en 1972 por la editorial Shinchosha, pero no había tenido la repercusión que tiene actualmente.
Es cierto que el nivel de ventas está en relación con la cantidad de población, pero no es menos cierto que la próxima llegada a Netflix de una producción basada en la novela ahondó la necesidad de los japoneses de tener un conocimiento previo de una obra tan ajena a la cultura japonesa.
“Además de ofrecerla en formato de bolsillo de bajo precio a los lectores que verán la serie de Netflix, queríamos aprovechar el décimo aniversario de la muerte de Gabo para volver a presentar su literatura”, le dijo a la agencia noticiosa EFE Ryo Kikuchi, encargado de promocionar la nueva edición de la novela.
Y agregó: “Además de ofrecerla en formato de bajo precio a los lectores que verán la serie de Netflix, queríamos aprovechar el décimo aniversario de la muerte de Gabo para volver a presentar su literatura”
A esto se su suma una guía de lectura de Cien años se soledad escrita por el autor Natsuki Ikezawa, con la intención de facilitar la lectura de un libro que podría resultar difícil de comprender para la cultura nipona.
Cien años de soledad no es el fin del mundo
La escasa repercusión de las ediciones anteriores de Cien años de soledad en Japón hizo que muchos expertos en el tema aseguraran que la razón implícita era que para los japoneses el contenido de la novela anunciaba el fin del mundo.
También se dijo que por su complejidad, Cien años de soledad no llegaría nunca a cautivar al público de masas japonés.
Evidentemente, ambas aseveraciones estaban equivocadas y hubo una editorial que volvió a apostar por el Gabo basada en la creencia de que la muerte del autor ocurrida hace diez años disminuiría considerablemente las posibilidades de venta de la novela a medida que pasara el tiempo, por lo que había que aprovechar la oportunidad del aniversario y volver a publicarla a un precio menor.
Todo esto hizo que Cien años de soledad resultara en este segundo intento todo un éxito a pesar de que suele decirse que segundas partes nunca fueron buenas.
Hay, además, otras razones. El Instituto Cervantes llegó a Tokio para estimular el interés por la lengua española. En 2020, además, se publicó una guía de 100 autores latinoamericanos que fue escrita por Takayoshi Terao.
Tal vez sea cierto lo que dicen: “nadie es profeta en su tierra”. En efecto, Cien años de Soledad fue escrita en México y publicada por primera vez en Argentina a mediados de 1967.
Por supuesto, luego de su éxito rotundo e inmediato, no tardó en ser reconocido en Colombia, el país de su autor, donde hoy se le rinde culto.
Hoy, tantos años después de su publicación original llega a Japón para convertirse en un best seller inesperado.
Esto prueba varias cosas: entre ellas que el mundo, decididamente, se ha globalizado, que Cien años de soledad es capaz de vencer las dificultades de la lengua y la cultura y, sobre todo, que la buena recepción de un libro necesita de las condiciones adecuadas, lo que hace pensar en cuántos buenos escritores de distintas latitudes del mundo no tuvieron la condiciones necesarias para que sus libros pudieran ser apreciados en países distintos del suyo.
Quizá, para muchos, no hubo una segunda oportunidad. Pero Cien años de Soledad sigue ganando oportunidades aun en culturas tan ajenas a la de América Latina.