Vladimir Putin se despidió de China en una feria comercial en la ciudad más rusa del gigante asiático, Harbin, en la región de Manchuria, fundada al final del siglo XIX en torno a una terminal ferroviaria y poblada inicialmente por emigrantes del imperio zarista. Horas antes había culminado un encuentro con su par chino, Xi Jinping, con quien estrecharon aún más los vínculos entre las dos naciones que desafían la supremacía occidental. “China y Rusia son amigos para siempre”, dijo Putin en una conferencia de prensa posterior al encuentro en Beijing. «Rusia está lista y tiene la capacidad de alimentar sin interrupción la economía china, las empresas, ciudades y pueblos, con una energía abordable y limpia», agregó luego.
En otro desafío al status quo internacional, Putin señaló que el 90% del comercio chino-ruso ya se realiza en yuanes y rublos. “Las autoridades de EE UU están socavando la confianza en el dólar, están debilitando su principal, primordial y más importante instrumento de poder: el propio dólar. Se causan daños irreparables a sí mismos”, dijo en Harbin. En la misma línea, se conocieron proyectos para desdolarizar el comercio interno dentro de los países que integran el Brics+.
En vista de la situación en Ucrania -donde las tropas rusas están arrasando las últimas defensas ucranianas en Jarkov-, Xi habló a su turno de buscar una «solución política» a la guerra y reclamó «una conferencia de paz internacional que sea reconocida tanto por Rusia como por Ucrania», que es la posición de China desde aquel, ahora lejano, 22 de febrero de 2022.
Putin y Xi firmaron acuerdos comerciales y se comprometieron a mantener y profundizar maniobras militares conjuntas. «Las relaciones ruso-chinas resisten la prueba de los rápidos cambios en el mundo, demostrando fortaleza y estabilidad, y están viviendo el mejor periodo de su historia», dice el texto conjunto. Putin viajó con su flamante ministro de Defensa, Andrey Belousov, y su predecesor y ahora el secretario del Consejo de Seguridad, Sergei Shoigu.
Como era de esperarse, hubo quejas y amenazas desde esta parte del mundo. El portavoz del Departamento de Estado, Vendant Patel, dijo que China “no puede querer tener mejores relaciones con Europa y otros países mientras simultáneamente sigue alimentando la mayor amenaza a la seguridad europea en mucho tiempo”. O sea, no puede estar con EE UU y Rusia al mismo tiempo. Por si esas palabras no fuesen suficientes, el gobierno de Joe Biden anunció un impuesto de 100% a los autos eléctricos chinos y la prohibición de importar productos textiles de 26 plantas fabriles chinas que utilizan algodón procedente de Xinjiang y que según la acusación se elabora con trabajos forzosos de la población uigur.
En este juego de fuerza, Rusia respondió a las sanciones de la UE y EE UU el 24 de abril incautando 440 millones de dólares del JPMorgan para recuperar parte del dinero bloqueado desde el 24-F. El viernes, el Tribunal de Arbitraje de San Petersburgo ordenó incautar propiedades, cuentas y valores de Unicredit Bank, Deutsche Bank y Commerzbank por unos 700 millones de euros en total. Según el portal Bloomberg, que recoge datos del Tesoro, China vendió 53.300 millones de dólares en bonos estadounidenses combinados durante los primeros tres meses de este año. Y esto recién empieza.
Intento de magnicidio
El primer ministro eslovaco Robert Fico, en tanto, se encontraba todavía en riesgo de vida luego del atentado que sufriera el miércoles cuando salía de una reunión de gabinete en la ciudad de Handlova. El atacante, Juraj Cintula, un escritor de 71 años de tendencia xenófoba, fue procesado este sábado con prisión preventiva por el Tribunal Penal Especializado de Eslovaquia. Cintula reconoció el hecho, algo que no podía negar ya que fue filmado y detenido in situ, pero declaró que no tenía intención de matar. El premier eslovaco recibió cinco disparos. El caso despertó las mayores sospechas. Fico es, dentro de los líderes de Europa, uno de los que plantea que la guerra en el este se desató porque “los nazis y fascistas ucranianos comenzaron a asesinar a la población rusa del Donbass”. Lo que implica ser considerado por el establishment pro OTAN como socio de Putin. Es así que su par húngaro, Viktor Orban, otro amistoso con Moscú, sugirió considerar el atentado en el contexto de los preparativos occidentales para “participar directamente en el conflicto de Ucrania”. Y detalló otros hechos históricos similares.
El colombiano Gustavo Petro se expresó en similares términos.