Si bien todos los días se lanzan nuevos misiles en la guerra de aranceles que EE UU declaró a medio mundo, las miradas del planeta se concentran en la madre de todas las batallas que el presidente Donald Trump viene librando con la República Popular China, que esta semana le respondió con un aumento arancelario de hasta el 125% a las importaciones estadounidenses, y la inclusión de 18 empresas de ese país a los registros de entidades no confiables. A estas medidas, se sumó un crítico documento que Beijing acaba de difundir, en el que acusa a Washington de usar el comercio como un arma política y de violar los acuerdos que regulan el rumbo de la economía internacional.
Fue publicado por el Consejo de Estado, el principal órgano administrativo de China, bajo el formato “Libro Blanco” que suele utilizar para exponer su postura sobre temas clave de interés nacional o internacional. Con el interminable título “La posición de China sobre algunas cuestiones relativas a las relaciones económicas y comerciales entre China y Estados Unidos”, el documento de 27 páginas desacredita lo que considera prácticas coercitivas, injustas y proteccionistas de los EE UU, al tiempo que presenta al país asiático como un férreo defensor del libre comercio, el multilateralismo y la cooperación global.
“Los ‘aranceles recíprocos’ dañarán sus propios intereses y los de otros países, además de constituir una grave violación de las normas de la Organización Mundial de Comercio”, sostiene. “La historia ha enseñado la lección de que el proteccionismo comercial no ayuda a fortalecer la economía interna de un país. En cambio, causará un daño severo al comercio y a la inversión mundial, lo que podría desencadenar una crisis económica y financiera global, con consecuencias inevitables para todos”.
En un recorrido por los vínculos comerciales entre ambos países, el Libro Blanco recuerda que “desde el comienzo de las fricciones comerciales en 2018, la parte estadounidense impuso aranceles a las exportaciones chinas por un valor superior a los 500.000 millones de dólares, además de implementar políticas destinadas a contener y reprimir a China”.
Al referirse al actual aumento de aranceles a China –que al escribirse este artículo ya llegaba al 145%– el documento sostiene que se trata de medidas “que revelan la naturaleza aislacionista y coercitiva del país norteamericano, que van en contra de los principios de la economía de mercado y el multilateralismo, y que tendrán graves repercusiones para las relaciones económicas y comerciales China-EE UU”.
“Una guerra arancelaria no tiene ganadores e ir contra el mundo acabará en el autoaislamiento ”, coincidió el presidente Xi Jinping durante una reunión que mantuvo con su par español Pedro Sánchez en Beijing, en la que hizo un llamado a China y a la Unión Europea (UE) “a resistir conjuntamente la intimidación unilateral” de los EE.UU.
“En más de 70 años, China ha logrado el desarrollo a través de la autosuficiencia y la lucha ardua (…). No importa cómo cambie el mundo exterior, China se mantendrá confiada y centrada en manejar bien sus propios asuntos”, planteó Xi.
Teléfono, Trump
Las citadas definiciones del Libro Blanco no hicieron otra cosa que ratificar la posición estratégica del país asiático sobre lo que califican como un “abuso arancelario” de Washington. A diferencia de otros afectados – que no tomaron represalias por debilidad o razones ideológicas – Beijing ya había anunciado una serie de contramedidas económicas, además de advertir a Trump que “si está empeñado en librar una guerra arancelaria o comercial, China está lista para luchar hasta el final”, según expresó oportunamente el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Lin Jian.
“No creamos problemas, ni nos dejamos intimidar por ellos”, planteó otro duro comunicado, lejos de la tradicional paciencia estratégica china. En este contexto, la Comisión de Aranceles Aduaneros del Consejo de Estado dispuso aumentar al 125% los aranceles adicionales sobre los productos importados de los EE UU., en respuesta al “acto típico de unilateralismo, proteccionismo e intimidación económica” del presidente Trump. La comisión afirmó que si Estados Unidos impusiera aranceles aún más altos, “ya no tendría sentido y se convertiría en una broma en la historia de la economía mundial”.
Por su parte, el Ministerio de Comercio agregó seis empresas estadounidenses a su listado de entidades poco confiables, por haber participado en los últimos años en la venta de armas y cooperación tecnológica militar con Taiwán. Por el mismo motivo, sumó otras 12 firmas de EE UU a su lista de control de exportaciones, por lo que se les prohibió la comercialización de artículos de doble uso y cualquier actividad de comercio exterior, ya en curso. Además, demandará a los EE UU ante la OMC, para denunciar la “naturaleza intimidatoria unilateral” de los “aranceles recíprocos”.
La suba de aranceles estadounidenses afecta a más de 180 países y regiones del mundo, entre las que se incluyen numerosas economías emergentes y poco desarrolladas del Sur Global. Más allá de lo que duren las últimas suspensiones provisorias que dispuso Trump, los analistas coinciden con la OMC en que la nueva carga impositiva tendrá “un impacto severo y sin precedentes en las naciones pobres, con estructuras económicas simples y de alta dependencia de las exportaciones”.
“El desarrollo es un derecho universal de todos los países, no el privilegio de unos pocos”, repitió el vocero de la Cancillería china, Lin Jian, en todas las ruedas de prensa que ofreció esta semana. A sus declaraciones se sumaron tres anuncios concretos del gobierno chino, que confirman el rumbo que ya definió Beijing: el Ministerio de Cultura y Turismo alertó a los turistas del país asiático sobre “los riesgos de viajar a Estados Unidos”; el Ministerio de Educación advirtió a los estudiantes que residen en el extranjero sobre los peligros de cursar sus carreras universitarias en ciertos estados de los EE UU; y la Administración de Cine de China anunció un plan para reducir la importación de películas procedentes de Hollywood. «