Los muñecos Playmobil son un clásico. Están entre los juguetes favoritos de varias generaciones de infancias argentinas. Esos seres de siete centímetros y medio de alto creados en Alemania dieron lugar a las más variadas historias a bordo de barcos piratas, en carretas tiradas por caballos o en naves espaciales. A partir de la propuesta de dos diseñadores industriales, se abre una puerta más a la hora de jugar: impregnar a esas historias con una impronta nacional y popular.
Esa es la esencia de Che Playmobil, el proyecto que diseña y pone a disposición de quien desee imprimir en 3D accesorios que «argentinicen» a los emblemáticos juguetes. Así, una pareja de muñequitos puede comprar un choripán preparado en una parrilla chulengo, pedir un sifón de soda en el bar de la esquina y zambullirse en una pelopincho, cual postal argenta en estas tardes de verano.
«La idea la veníamos pensando hacía rato. Somos medio fanáticos de Playmobil. A la vez somos diseñadores industriales, y además del juguete en sí, está buenísimo cómo están resueltos los encastres, tienen una estética propia muy particular que siempre nos gustó y nos parecían unas piezas súper interesantes», cuenta Iván López Prystajko. Junto a Eugenio Gómez Llambí componen Grupo Bondi, el taller-estudio que gestó Che Playmobil. Para esta iniciativa sumaron a Hernán Ohashi, con experiencia en el diseño de juguetes.
«Son unas piezas muy internacionales, muy globales. No tienen ninguna referencia local. Entonces nos parecía que estaba bueno darle como una vuelta de rosca más, no sé si argentino o rioplatense, algo que tenga más que ver con nosotros. Que la gente pueda ‘tunear’ de alguna manera su Playmobil», resume López Prystajko sobre la génesis del proyecto.
Virtual y gratuito
La idea comenzó a tomar forma en 2020, en plena pandemia. En esos tiempos de Covid–19 y aislamiento, obtuvieron un Mecenazgo de Participación Cultural del Gobierno de la Ciudad. Al año siguiente se puso en marcha.
«Llevó tiempo, pero encontramos una lógica que nos parecía que estaba buena: por un lado la estética y la lógica constructiva de las piezas de Playmobil, y por el otro esta cuestión de argentinidad, de identidad, esta cosa local. Nosotros no teníamos la intención de fabricar esto pero sí que se pudiera hacer, entonces empezamos a investigar la tecnología de impresión 3D y fue como la tercera pata de todo el proyecto, que era generar una plataforma virtual donde vos tengas los archivos que nosotros realizamos a partir de modelado 3D, te lo puedas descargar y lo puedas imprimir en tu casa o mandar a imprimir».
Los archivos están en la plataforma Thingiverse y se pueden descargar de forma gratuita. ¿Cómo sigue la iniciativa? La salida siempre es colectiva. «La idea a futuro es ir generando más contenido y más piezas que se puedan descargar, y también abrirlo a la comunidad, que cualquiera que quiera aportar algo lo pueda hacer», apunta López Prystajko.
Mate en el patio de la nona
A partir del boom de los accesorios para argentinizar Playmobil, los planes incluyen lanzar un concurso y dar a conocer nuevos diseños con impronta muy local, como «el patio de la nona y el mate».
Aunque la infusión emblema de Argentina tiene sus dificultades por el tamaño y el diseño de las manitos de estos muñecos creados por el carpintero Hans Beck y cuyos primeros modelos se presentaron en la Feria del Juguete de Nuremberg de 1974. «Si hacemos un mate común de calabaza va a quedar minúsculo, y si tienen un aza para agarrarlo va a ser medio gigante. Estamos viendo cómo lo resolvemos», señala el diseñador, y describe su trabajo como un intermedio entre el arte y el diseño, «con una especie de fetiche por la tecnología y los desarrollos. La gran mayoría de las cosas que hacemos tienen una cuota de experimentalidad».
En 2023 los Playmobil cumplieron 50 años, con un historial de tres mil millones de figuras fabricadas y un catálogo de unas 25 mil piezas diferentes. El diseño original se inspiró en los dibujos infantiles: cabeza y ojos grandes, sonrisa, sin detalles de nariz ni orejas. Su dimensión siempre se mantuvo igual en este medio siglo: 7,5 centímetros. “El tamaño ideal para guardar en el bolsillo del guardapolvo”, graficó el mayor coleccionista argentino, Juan Dethloff, en diálogo con Tiempo años atrás, cuando expuso parte de su colección en el Museo de la Ciudad.
Según datos difundidos el año pasado por la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ), era el juguete extranjero más pedido en el país, con el 10% de participación en el mercado de importados. Claro que por estos días sus precios son prohibitivos: las cajitas más pequeñas, con un solo personaje, pueden superar los 20 mil pesos. Punto a favor para la aventura de Che Playmobil, que propone reversionar los muñecos que ya están en casa –incluso, heredados– con impronta argentina. «
Para brindar con hielos de las Islas Malvinas
Grupo Bondi fue creado en 2008 y trabajó en distintos proyectos experimentales y colaborativos. Entre ellos, el diseño de piezas de hormigón como bancos que pueden verse en territorio porteño y simulan estilo capitoné –acolchado con el relleno sujeto con botones formando dibujos en el relieve–. Premiados y criticados, se transformaron en la primera obra célebre de este estudio-taller que se define como «una banda de rock que en vez de hacer canciones hace objetos».
Entre esos objetos se destacan algunos que buscan priorizar el sentir argentino. Es el caso de una hielera de silicona con formas que representan a las Islas Malvinas. «La forma es una. La historia siempre otra. Hielos que son rocas. Islas que son argentinas. Lucha no es guerra. Historia no es pasado. El agua de nuestra mesa también es soberanía», se lee en el envoltorio que acompaña esta pieza que, igual que el proyecto Che Playmobil, se destaca por realzar lo nacional.