Desde el miércoles último, en la Argentina el 11 de septiembre ya no será recordado por el atentado a las Torres Gemelas, por el Golpe de estado a Salvador Allende, por el natalicio del término “unitarios y federales” o por la muerte de Domingo Faustino Sarmiento. También pasará a la historia, al menos el de 2024, como el día en que Charly García lanzó su disco La lógica del escorpión. Si bien cada lanzamiento del músico generó una mar de expectativas, esta vez desató un tsunami pasional. Apenas apareció en las plataformas digitales, a las 21, se tornó en un fenómeno no sólo de redes sociales, sino también de tintes casi bíblico. Al punto de que, como si se tratara de Moisés atravesando el Mar Rojo, dividió las aguas. Es preliminarmente lo que lo distingue de sus predecesores.

Este decimocuarto trabajo de estudio es básicamente un milagro. Nadie lo esperaba, y menos aún desde que su autor dejó los escenarios en 2019. Es por eso que la felicidad desborda la fachada del edificio en el que vivió desde que se convirtió en solista, en Coronel Díaz y Santa Fe. Devenido en punto de caudalosa vigilia, donde, entre las pintadas, se pegaron carteles alusivos a la salida del nuevo disco y hasta hubo un flyer que invitaba a una jam para celebrar el lanzamiento. Ni siquiera David Bowie o John Lennon pudieron llegar a ver cómo sus hogares (el del primero en Berlín y el otro en Nueva York) se transformaron en lugares de peregrinación de sus fans. Eso sin contar los tributos a García que surgieron en lo que va de 2024, algunos de ellos conformados por los músicos del artista.

Luego de que su salud comenzara a deteriorase, tras varios años de locura y excesos, en el nuevo milenio la leyenda de la música popular argentina publicó cinco álbumes. Salvo Influencia (2002), todos padecieron la grieta. Incluso antes de que el término se acuñara. Algunos los defendieron a partir de la cultura del aguante, justificada por su legado. En tanto que otros también apelaron por sus épocas de gloria, como contraste de su irregular presente, para meter el dedo en la llaga. Aunque Random (2017), el predecesor de su reciente entrega, es más que digno. Y es que es un trabajo moderno, poco viciado por el pasado, por más que desempolva el mellotrón (no lo tocaba desde los días de La Máquina de Hacer Pájaros). De hecho, Charly retomó ahí la composición entera de un disco (el último fue Clics modernos).

En las últimas semanas, la historia de la razón de ser del disco se repite una y otra vez. Pero vale la pena recordarla. Es sabido que el cine es una influencia fundamental en la obra del otrota Serú Girán. De las dos bandas de sonido que compuso, una de ellas fue para el film Pubis angelical (1982), de Raúl de la Torre. Además, hay canciones suyas que hacen referencia al séptimo arte («Qué se puede hacer salvo ver películas», de La Máquina de Hacer Pájaros). Mientras que en otros casos funciona como disparador. Esto sucede con La hija de la lágrima, que está permeado por la herencia de los realizadores Akira Kurosawa, Stanley Kubrick y Ken Hughes. La idea seminal del flamante álbum brotó después de ver Míster Arkadim, largometraje dirigido por Orson Welles en 1955.

Si antes su hogar de Barrio Norte era una suerte de cinemateca, en la pandemia se potenció ese atributo. Mientras miraba Míster Arkadim, una escena lo deslumbró: la de Welles, quien a su vez es protagonista, con whisky en mano recreando la fábula de Esopo de la rana y el escorpión (un escorpión le pide a una rana que lo ayude a cruzar el río, y éste la mata, sabiendo que morirá ahogado, porque no puede evitar su naturaleza). Eso no sólo se tornó en epifanía, sino que derivó en el título. Lo que evoca la fuente de inspiración de La hija de la lágrima: en la Rambla de Barcelona, Charly vio cómo una mujer, tras golpear a otra, dijo: “Y no te olvides de que soy la hija de la lágrima”. Entonces se dio vuelta a donde estaba el Zorrito Von Quintiero, quien lo acompañaba, y le espetó: “Así se llamará mi próximo disco”.

Charly García, 2024.

Pareciera que no es la primera vez que el genio de 72 años recurre a esa fábula. En su canción «Total interferencia», de Piano bar, canta: “Tiene agujeros que no ves, picaduras de escorpión, que oculta un maquillaje de inocencia”. Antes de que el disco se completara, ya sabía que se iba a llamar de esa manera (esto coincide con que además nació bajo el signo de escorpio). Lo espoileó él mismo en los festejos de su cumpleaños 70, en el Auditorio Nacional del CCK, al aparecer en escena con una remera que llevaba estampada el artrópodo que hoy luce en la tapa del disco, cuyo arte estuvo a cargo del diseñador gráfico Martín Gorricho y la artista plástica Renata Schussheim. Horas antes de que lo subieran a las plataformas digitales de música, salió a la venta la versión en vinilo del álbum (de edición limitada).

La grabación del disco comenzó en octubre de 2020, durante las primeras ventanas de la pandemia. Charly se encargó de la producción musical (invocando a Say No More) y convocó al ingeniero de sonido Matías Sznaider, quien lo opera desde 2017, para que se hiciera cargo de poner a sonar a ese puñado de canciones. Éste lo había introducido en el universo de los estudios Happy Together, ubicado en el barrio de Caballito. Tres años más tarde, en diciembre pasado, Rosario Ortega, su segunda voz en su banda y quien en los shows en vivo hacías las veces de sostén performático, mostró las primeras fotos que sugerían la vuelta al ruedo del artista. Y el lunes 5 de agosto, las redes sociales del cantautor hicieron eco de su entonces inminente trabajo.

La lógica del escorpión se encuentra conformado por 13 canciones. Si bien no se comporta como un disco definitorio, chapa que les cuelga a Pequeñas anécdotas sobre las instituciones, La grasa de las capitales o Clics modernos, sí emana la sensación de ser un disco definitivo. Rescata viejas canciones de varias etapas suyas, al mismo tiempo se roba a sí mismo en beneficio de temas compuestos para la ocasión. Como «Estrellas al caer», que toma prestada la melodía de «Chipi chipi». Por más que esto haya generado indignación, no es la primera vez que sucede. La otra banda de sonido que hizo Charly fue para la obra de teatro Terapia intensiva, de Antonio Gasalla. Salió a la venta en 1984, y ahí se pueden apreciar bocetos de futuras canciones («Zocacola») y reinvenciones de clásicos como «Canción de Alicia en el país».

El origen de esta autorreferencia, o más bien de la aprehensión del recurso del sampling, se remonta al álbum Clics modernos, grabado en Nueva York en 1983, en pleno auge estético y tecnológico de esa herramienta. Explotada en principio por el rap y la música tecno, y más tarde implementada por el pop y el rock. Esto fue una constante en la obra de Charly a partir de los ’90, así como la apropiación de canciones de otros («Me siento mucho mejor», el «Himno nacional argentino», «Locomotion», «No estaría mal», «Influencia»…). Y es que el más reciente álbum contiene una revisita en español de «Watching the Wheels», temazo de John Lennon partícipe del disco Double Fantasy. El mito urbano cuenta que la salida de este material se demoró porque aguardaban a que Yoko Ono diera el visto bueno para el uso de esta versión.

Se trata de una de las mejores canciones del disco, al igual que «Rock and Roll Star»: apropiación futurista de la creación de The Byrds. El tema que cierra el repertorio cuenta además con la participación de Fito Paéz, uno de los grandes invitados de La lógica del escorpión. Ésta es una de las rarezas y atractivos del álbum, debido a que Charly no suele tener lo que los traperos llaman “featuring” en sus trabajos de estudio. Mucho menos a tantos músicos que compartieron con él este medio siglo de trayectoria. Y más allá inclusive, porque «Te recuerdo invierno», el track 5, es previo a Sui Generis. Lo aseveró recientemente Nito Mestre a este medio. Si bien él no intervino, hay un tema de la etapa del dúo en Pequeñas anécdotas sobre las instituciones: «Juan Represión».

David Lebón hizo su aporte en el blues «El club de los 27» y en el R&B «La medicina N°9», en tanto que Pedro Aznar fue cómplice en «América»: suerte de folk que sintetiza en cuatro minutos un montón de matices sonoros de la obra de Charly. Si ése es el tema collage, esta versión de «La pelícana y el androide» es la deuda pendiente. Es apenas un pedacito del disco que nunca pudo completar con Luis Alberto Spinetta. Amén de estas sociedades, lo mejor del ídolo es que su intención sigue siendo contemporánea. Por más que su veta apunta al rock clásico. Lo que denotan, sobre todo, las nuevas letras: “Somos todos neuróticos, somos todos narcóticos, pero no sé por qué Freud ha arruinado todo como internet”, despacha en «Yo ya sé». Aunque es cierto que el vértigo le pasó factura a su voz (como al Diego, a sus piernas), no hay duda de que este disco es una metáfora de cómo se deja todo, pero todo en la cancha. «

La lógica del escorpión – Charly García

  1. “Rompela”.
  2. “Yo ya sé”.
  3. “El club de los 27” (con David Lebón). 4. “La Medicina N° 9” (con David Lebón).
  4. “Te Recuerdo invierno”.
  5. “Autofemicidio”.
  6. “América” (con Pedro Aznar).
  7. “Juan Represión”.
  8. “Estrellas al caer”.
  9. “La pelícana y el androide” (con Luis Alberto Spinetta).
  10. “Watching the Wheels”.
  11. “La lógica del escorpión”.
  12. “Rock and Roll Star” (con Fito Paéz).

Admiración, orgullo, festejos y emoción

Los músicos Fernando Samalea, Fernando Kabusacki, Hilda Lizarazu, Rosario Ortega y el Zorrito Von Quintiero figuran en los créditos de La lógica del escorpión, luego de que el músico, cantante y compositor desechara la idea de hacer todo el álbum al estilo Prince: tocando él todos los instrumentos.

“Es un disco realmente maravilloso. Me llamaron para hacer un tema, y terminé grabando en once”, reveló el guitarrista Fernando Kabusacki. Hila Lizarazu, en tanto, grabó en tres.  “Compartir con Charly es hermoso, y lo mejor es que se aprende mucho. En su rol de productor, me guió todo el tiempo. Lo que potenció Matías Sznaider. Cada disco suyo suena como algo nuevo, y La lógica del escorpión no es la excepción. Tiene todos los ingredientes  que necesita un álbum de rock, y su elemento de búsqueda es maravilloso porque siempre mira adelante. Con nosotros ahí ayudando. Así es la vanguardia de Charly: nunca trata de sonar como los viejos tiempos”, destaca Lizarazu.

“¡Vuelve Charly con todo!”, posteó Fito Páez en su cuenta en X, “Que alegría volver a vivir, a las melodías, a la audacia armónica y al divertimento musical. La lógica del escorpión es un gran manifiesto de estos días”. Por su parte, David Lebón, otro de los artistas invitados del álbum, publicó en la misma red social: “No se pierdan esta joya del maestro Charly García. Ojalá que lo disfruten tanto como yo al participar en algunas canciones”. Tanto Lebón como Pedro Aznar serán parte del tributo a Serú Girán que el festival Quilmes Rock prepara para su edición del año próximo, anunciada a comienzos de este mes.

Quien también opinó sobre el disco fue Andrés Calamaro: “Hay que escucharlo entero y contentos. Todas las canciones son buenas, la grabación está muy bien presentada, una producción muy adecuada y elegida. ‘La pelícana y el androide’, con Luis Alberto, es una obra de arte. De las mejores grabaciones de Charly”.