Durante la gestión del ex Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación (hoy reducido a una mera secretaría de Estado) se llevaron a cabo obras de restauración y puesta en valor de los hoteles que componen el Complejo de Turismo Social de Chapadmalal.

El complejo fue inaugurado durante el primer peronismo con la finalidad de albergar a trabajadores que, hasta entonces, no contaban con los medios económicos para vacacionar. Se convirtió además en albergue estudiantil para que miles de chicos y chicas se hospedaran en sus viajes de egresados, conociendo así muchos de ellos la costa atlántica.

La desidia, el desapego y una clara línea política de ninguneo hacia el Turismo Social de los sucesivos gobiernos hicieron el resto. El complejo dejó de ser una prioridad en las políticas sociales y por el paso del tiempo su estructura quedó añeja y lentamente fue desmantelada.

Luego de ser declarado Monumento Histórico Nacional en 2013 y ya bajo la gestión del Frente de Todos, se comenzó un proceso de restauración que permitió nuevamente el acceso de miles de chicos y trabajadores a sus instalaciones, recuperando así el sentido histórico del predio: la fraternidad, el valor que nos lleva a ser solidarios y empáticos entre quienes podemos considerarnos hermanos para construir así una sociedad más justa.

La noticia de su privatización por parte del gobierno de Javier Milei y su secretario Daniel Scioli no debe sorprendernos. Podemos endilgar a las actuales autoridades falta de empatía y compromiso con el porvenir de las mayorías populares pero no les falta convicción acerca del rumbo político económico. Todo quedará en manos del capital privado y lejos pero muy lejos (como estamos comprobando por estos días) de las posibilidades de los trabajadores y los sectores más desprotegidos.

Ahora bien. Con la extraordinaria gestión en el Turismo Social que llevan adelante desde hace décadas el movimiento sindical y también las organizaciones de la economía social y solidaria como cooperativas y mutuales, ¿no es posible la recuperación de las instalaciones por parte de estas organizaciones? ¿No es factible la conformación de un consorcio (o la figura más adecuada a tal efecto) que permita la presentación de un proyecto capaz de mantener el sentido histórico del Complejo? Evitaríamos así la entrega del Complejo al turismo comercial, manteniendo viva su historia y recuperando para los trabajadores y los sectores populares el sentido de fraternidad.