El 2 de junio de 2017 fue el último día que Luna Ortiz fue vista con vida por su familia. Era el cumpleaños de Marisa, su mamá. Salió después del mediodía a buscar el regalo que le había encargado, y luego a una entrevista laboral. Quedó en volver lo antes posible porque tenía que amasar las pizzas para la celebración con sus tías y su abuela. Pero nunca más volvió.
Luna fue hallada muerta en la casa de Isaías Villarreal, un hombre de 27 años que la había captado por redes sociales. Desde hacía un tiempo le insistía a la chica de 19 años conocerse personalmente, y el encuentro se produjo esa tarde.
Esa misma noche, Villarreal llevó a Luna a su casa donde había otras dos personas, y luego la “paseó” por diferentes casas para intercambiarla por drogas. La joven murió en la madrugada del sábado 3 y sus padres recibieron la dramática noticias en la tarde de ese día. Le mostraron fotos para que reconocieran a la chica.
Dos años después, en 2019, tres jueces condenaron a Villarreal a 14 años de prisión con la carátula de “abandono de persona seguida de muerte en concurso real con suministro gratuito de estupefacientes”.
A pesar de la condena, en mayo de este año luego de la apelación de la defensa, Villarreal quedó en libertad. Así lo resolvieron los jueces del Tribunal en lo Criminal N° 7 (TOC) de San Isidro, Alejandro Lago, Gustavo Gaig Y María Coelho, quienes otorgaron la excarcelación al cambiar la carátula a “suministro gratuito de estupefacientes destinado al consumo personal en concurso real por homicidio imprudente”.
“No podía creer cuando me lo dijeron”, dice Marisa Rodríguez, la mamá de Luna, quien se enteró por las redes sociales que el asesino de su hija había quedado libre. “Me enteré por una amiga de Luna que publicó en su Facebook. No tuvieron en cuenta ni siquiera la peligrosidad de esta persona”, agrega. Villarreal vive a cinco cuadras de la casa de Marisa.
La audiencia donde la defensa pidió la excarcelación del femicida se realizó el 17 de mayo. Allí la familia de Luna presentó más pruebas en su contra. “Una chica nos mandó mensajes por Facebook. Ella chateaba con él y él le mandaba fotos íntimas. Ella se dio cuenta que él estaba en prisión y empezó a indagar. Ahí se dio con que era Villarreal. Estaba captando chicas desde la cárcel. A nosotros nos preguntaron por qué nos oponíamos a su libertad. Le dijimos que en primer lugar porque es un femicida, pero por la peligrosidad que él representa, no queremos que esté en libertad. Y otro motivo fue por los mensajes a esta chica”, detalló Marisa.
La libertad de Villarreal fue luego de que, en 8 de marzo del 2021, los jueces de la Sala de Casación Penal de La Plata, Daniel Alfredo Carral, Ricardo Ramón Maidana y Ricardo Borinsky, hicieran lugar al pedido de la defensa y dictaran un fallo donde se consideraba el crimen de Luna como un “homicidio imprudente”. Eso significa que no hubo intención de matarla. “En ese momento, cambiaron la carátula a como estaba desde un primer momento. Es la lucha que tuvimos con el fiscal que nunca quiso ver un femicidio, cuando estaban las pruebas y el contexto”.
La familia ahora tuvo que recurrir a la Corte Suprema para revertir la decisión de los jueces.
Los puntos oscuros de la causa
La lucha de la familia comenzó en el momento en que se enteraron de la muerte de Luna. Su mamá cuenta que costó mucho lograr que le entregaran el cuerpo de su hija. “Estuvimos varios días reclamando hasta que nos entregaron el cuerpo de Luna directamente preparado para velarlo, todo muy raro”, explica. “A mí me mostraron las pertenencias de Luna y algunas fotos de ella para que la reconociera. Tuve que recorrer las morgues para dar con el cuerpo de mi hija”, cuenta.
Según denuncia la familia, fue el fiscal Marcelo Fuenzalida quien se negó desde un principio a ver el caso como un femicidio. “Luna murió en situación de violencia entre hombres. Eso no lo consideraron. Tampoco los abusos. Villarreal hizo un raid sexual con ella, en distintos domicilios, intercambiándola por drogas. Se pudo comprobar en el juicio que se llevó a cabo en abril de 2019 que Pablo Paz Gutiérrez abusó de Luna y lo contó durante el juicio. Paz Gutiérrez fue imputado por abuso sexual seguido de muerte, esa causa está en proceso de investigación en la fiscalía de Tigre”, afirma Rodríguez.
La joven fue obligada a alcoholizarse, a drogarse y luego abusaron de ella. “Quedó muerta en un futon, luego movieron el cuerpo porque ellos querían dormir. Estaban tomando mate con Luna ahí muerta. No les importó”, dice Marisa con un dolor.
“No se investigó con perspectiva de género, nunca se atendió el contexto. Lo hablamos en su momento con el juez de la Sala I de Apelaciones de San Isidro, Oscar Quintana a quien le reclamamos que se realice un nuevo juicio. Ellos se jactan de tener perspectiva de género, pero no la aplican. De hecho, para tener una entrevista con él, tuvimos que recurrir al Ministerio de las Mujeres de la Nación para que presente un escrito y haga valer nuestros derechos como familiares de víctimas. Queríamos tener el derecho de que nos escuche: qué pasó, cómo fue Luna en vida y que sepa que en la causa que él estaba leyendo hubo una vida y hay un femicida libre. Y que también hay una familia que lucha por la verdad y por la justicia”.
Perspectiva de género: más que una capacitación
La lucha de la mamá y el papá de Luna no es la única. Son decenas de casos en los que la investigación carece de perspectiva de género y, por lo tanto, los fallos no están a la altura del delito cometido.
En este caso, la gravedad es más grande aún dado que los mismos jueces que condenaron al femicida de Villarreal luego lo liberaron.
“Son cinco años de no tener a Luna. Nos gustaría poder saciarnos en que ella pueda descansar en paz y tener una verdadera justicia”, comenta Marisa. “Es complicado, ya venimos con el fallo de casación que fue aberrante. Que descubrimos como familiares pasos legales que no tendríamos por qué saber, tendríamos que estar tranquilos y que se encargue la justicia. Pero estamos desde el primer momento peleando con el fiscal porque no quiso firmar la carátula del femicidio. No hubo perspectiva de género, porque están acostumbrados a tener el típico femicidio, y de tener una buena víctima o una mala víctima. Y la verdad es que Luna murió en un contexto donde participaron hombres”.
Una denuncia a las víctimas
El viernes 8 de julio la familia de Luna recibió con bastante sorpresa la información de que el juez Alejandro Lago que pertenece al TOC 7de San Isidro presentó una denuncia y un pedido de custodia policial contra la familia de Luna.
“En esa movilización era los tribunales y cámara de apelaciones. Pasamos por TOC 7 y paramos ahí un rato para hablar del caso. Mientras estábamos vi que estaba el juez y que nos estaban filmando. hablando del caso. Cuando nos íbamos nos alcanza un policía para decirnos que el juez quería hablar con nosotros”, cuenta Marisa. “Se toma su tiempo para darnos una audiencia cuando nunca nos quisieron atender y durante el juicio y las audiencias me hacían sacar el cartel de justicia por Luna que llevo siempre colgado”, agrega. “Cuando no hizo subir hablamos de la causa en sí, él no tenía ni en cuenta la causa, y nos dijo que solamente estuvo en la audiencia y adhirió a lo que decidieron los otros jueces, que fue la libertad de los femicidas de mi hija. Le respondí que si él puso su nombre y apellido él su está adherido a la causa. Luego nos avisó la abogada que el juez nos había denunciado. Lo único que le dije que íbamos a seguir pidiendo justicia por Luna, pero nunca lo amenazamos”.
Cinco años de lucha
Marisa recuerda el último abrazo que se dieron con su hija. Ella le insistía en que no se fuera. “Como si hubiera sabido, yo adentro tenía la sensación de que no quería que se vaya”, cuenta. “La recuerdo con su flequillo siempre se lo cortaba igual. También la recuerdo con su gato, su perro y su conejo, de ella nos queda solo ese gato que ya está viejito”.
Luna, cuenta, le encantaba hacer chistes y tomar mate con sus tías. “Extraño también las reuniones con sus amigas y amigos, que venían para acá. A veces cuando salían mi marido los llevaba a todos en varias tandas, porque eran muchos”, describe la mujer.
“También era muy peleadora. A veces no sé de dónde saco fuerzas para seguir luchando y pienso que es ella la que me las da. Cada vez que un habla, vuelve a ese momento, a ese dolor. Es como una herida que nunca se cierra. Como que no podemos cerrar un ciclo, pero no nos queda otra que ponernos la causa a cuestas y seguir luchando”.