Una dieta pobre en la infancia es un predictor de una dieta pobre en la adultez. Lo advierten especialistas en nutrición y pediatría, para alertar sobre la importancia de trabajar contra la neofobia alimentaria o rechazo a la incorporación de nuevos alimentos en los primeros años. Algo que afecta a 8 de cada 10 niños y niñas.
Según información difundida por PROFENI (Profesionales Expertos en Nutrición Infantil), el miedo o el rechazo a probar nuevos alimentos afecta a más del 77% de las infancias y “puede representar un riesgo para la salud del niño o niña. Una dieta deficiente puede afectar la talla y el peso en los niños, pero también puede impactar en su desarrollo cognitivo y en su sistema inmunológico”.
“Es crucial entender que las preferencias alimentarias se desarrollan desde una edad muy temprana, a partir de las primeras experiencias con los diferentes sabores. Los padres, madres y/o cuidadores deben ser pacientes y persistentes en la exposición de sus hijos a una amplia variedad de alimentos para fomentar hábitos saludables a largo plazo”, dijo Mariana Raspini, licenciada en Nutrición, especialista en Nutrición Pediátrica de la Universidad de Buenos Aires.
Pocas frutas y verduras
Los niños y niñas con neofobia comen menos frutas y verduras, ingieren más alimentos ricos en grasas y presentan dietas menos variadas que los demás. “Esto es preocupante, ya que las preferencias y la diversidad en la dieta de los adultos están estrechamente vinculadas con las que estos tenían a los 2-3 años de edad, por lo que una dieta pobre en la infancia es un predictor de una dieta pobre en la adultez”, advirtió el informe.
De acuerdo a un estudio reciente de la Fundación Interamericana del Corazón y UNICEF, se consume solo el 20% de las cantidades recomendadas de frutas y verduras. En 8 de cada 10 casos no se incorporan las 3 porciones de lácteos recomendadas; el 70% de los niños no cubre la ingesta diaria recomendada de calcio y más del 90% no cubre la de vitamina D. Todo esto, en un país donde un millón de chicos y chicas se va a la cama sin cenar, según datos de Unicef.
“Las primeras experiencias con la comida, incluyendo la lactancia materna, tienen un impacto significativo en las futuras preferencias de sabor, pero el sabor es una construcción de la que participan los sentidos del gusto, del olfato y del tacto; la textura del alimento cumple un rol preponderante en la infancia, así como su color. Lo que es fundamental es que el momento de la comida sea placentero para ellos y que vean que los nuevos alimentos son de consumo habitual para el resto de la familia”, destacó Cecilia Araujo, pediatra especialista en nutrición pediátrica de la sección Nutrición y Diabetes del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
“Obligar a terminar el plato, dejar sin postre al que no come la comida u otros castigos solo generan una predisposición negativa adicional hacia los alimentos que afianza el problema en lugar de acercar la solución”, sostuvieron expertos de PROFENI, equipo de profesionales de la salud con experiencia en temas relacionados con la nutrición infantil.
¿Qué se puede hacer?
El equipo elaboró “seis estrategias para superar la neofobia alimentaria”. En primer lugar, generar un “entorno social positivo”. Es decir, “propiciar que la alimentación se dé en un marco de encuentro familiar, en un espacio seguro, alegre, de disfrute y compartida”, porque ese escenario “puede incrementar la disposición de los niños a probar e incorporar alimentos nuevos. Se debe evitar instalar una confrontación entre el niño o niña y el plato de comida”.
En segundo lugar, combinar nuevos alimentos con aquellos que estén entre los favoritos. “Por ejemplo, el yogur puede ser una excelente base para incorporar frutas y cereales que los niños podrían rechazar de otra manera”.
Luego, la “exposición repetida” es clave. “Introducir repetidamente un nuevo alimento en pequeñas cantidades y en diferentes formas de cocción o preparación puede aumentar la disposición del niño a probarlo y, eventualmente, a aceptarlo”. Los datos estadísticos dicen que la aceptabilidad de una nueva fruta o verdura aumenta tras 8 a 10 exposiciones.
También fomentan la participación en la preparación de alimentos: “Involucrarlos en la preparación de sus comidas puede hacer la diferencia en su disposición a probar y aceptar nuevas opciones», planteó Ana María Tamagnone, pediatra, diplomada en neurodesarrollo e intervención temprana en niños pequeños.
La quinta estrategia tiene que ver con la imitación. “El rechazo es una estrategia adaptativa para evitar alimentos nuevos potencialmente peligrosos, pero es algo que los seres humanos resuelven observando y copiando las dietas de otros, lo que sugiere la existencia de un componente de aprendizaje social en las preferencias alimentarias y la posibilidad de intervenir para reducir ese rechazo a alimentos nuevos, en tanto y en cuanto esto contribuya a mejorar los patrones alimentarios en la infancia”, explicó Noelia Rodrigues Cambao, especialista en medicina familiar y psiquiatría, integrante del servicio de psiquiatría del Hospital Posadas.
Por último, la variedad. “Proporcionar tres alimentos nuevos diferentes tres veces cada uno, alternándolos entre días, incrementa la aceptabilidad de los alimentos nuevos más que ofreciéndolos durante tres días consecutivos”, aseguraron los expertos.