En Miraflores no había seguridad en el escenario para el acto del 10. De algo sí tenían certeza: María Corina saldría de su madriguera, por un lado, y la izquierda crítica de Maduro haría algo, a pesar de su debilidad actual.

Sólo ocurrió lo primero.

María Corina casi arma un revuelo internacional con un francotirador propio, que nunca disparó porque la policía de Diosdado Cabello lo atrapó antes, como muestran las imágenes en las redes. ¿Sólo iba a disparar, herirla levemente como a Donald Trump, o matarla?

Lo tercero está descartado, María Corina es demasiado burguesa para tener alma de chiita. Queda la hipótesis del caos. No la mataron ni la capturaron, pero perdió una «carterita azul» con su Cédula de Identidad.

El gobierno zafó «de pedo», dicho en argentino ramplón. La segunda hipótesis de conflicto quedó vacía.

La izquierda chavista no hizo nada. No pudo. Fueron detenidos dos días antes de que llegaran los presidentes y la prensa mundial. El día 7, un grupo policial encapuchado secuestró en su casa a Enrique Marquez, excandidato presidencial que compitió con Maduro en julio y llevó a la Corte y la prensa su reclamo de revisar los resultados electorales. Lo mantuvieron hasta el 10, que lo pudo visitar su esposa, después que el presidente Gustavo Petro reclamó por él.

El mismo día 7 también detuvieron al periodista de DDHH, Carlos Correa. La entidad venezolana Surgentes, de militancia chavista, especializada en DD HH, informó el 9 que la policía se los negó.  A media mañana del mismo día, otro grupo policial entró sin nota judicial al edificio donde vive la doctora María Alejandra Díaz, una exasesora de TeleSUR, excandidata presidencial prohibida del Partido Comunista venezolano, también prohibido en 2024.

María Alejandra es una personalidad nacional. Fue Diputada constituyente. Pudo escapar porque sus vecinos se agruparon e impidieron el paso al grupo policial. La cuarta víctima fue Juan Barreto, un exAlcalde de Caracas, favorito de Hugo Chávez, aliado electoral de Enrique Márquez. Solo fue amenazado.

Al final de los actos, María Corina encontró su «carterita azul» y los militantes chavistas críticos fueron liberados, pero quedó en Caracas un sabor amargo. «