En diciembre de 2001, Carolina Papaleo estaba mudándose, cambiando el barrio de Colegiales por zona norte. Eran tiempos complejos, hablar del riesgo país era como comentar el clima y la presión social crecía, sintiéndose inminente un estallido. Domingo Cavallo había anunciado que se podía retirar un monto fijo (y bajo) de los cajeros y Carolina no encontraba efectivo para el flete; no había pesos, ni patacones, ni lecops y no estaban las transferencias online, mucho menos los pagos electrónicos. A la ansiedad por el cambio de espacio habitacional, se sumaba en el foro íntimo de Carolina, la angustia de estar ante una de las mayores crisis institucionales en democracia.
“Las tensiones, las protestas, los problemas económicos es algo a lo que estábamos acostumbrados en nuestro país. Porque siempre hay algo cíclico en nuestra forma de vivir. Pero en este caso no podía creer cómo se estaban dando las cosas, en ese 19 y 20 de diciembre me quedé atónita, casi sin saber cómo reaccionar ante lo que pasaba. No había registro en democracia de algo así, me quedé quieta para tratar de entender qué estaba pasando. Recuerdo esa sensación de incertidumbre y preocupación por aquellos días”.
La cobertura mediática tradicional fue protagonista, ya que no había redes sociales ni casi medios alternativos, y los hechos se iban conociendo con otro ritmo. “Era otro mundo, no había la conexión que hay hoy”, reconoce Papaleo. “La verdad que había menos inmediatez. En la profesión y en la industria, por ejemplo, no había una conciencia real de lo que pasaba o cómo reaccionar ante lo que estaba pasando. Entonces sucedió la tragedia de esos dos días donde se fue el presidente, pero se seguía grabando y el que podía se animaba a producir algo para ir viendo cómo hacer en el verano. Todo lo programado no se modificó. Claro, se notó que bajaron el número de producciones un tiempo después o el nivel en los meses siguientes era menor, incluyéndose realitys o cosas más chicas a las que veníamos acostumbrados, pero se asimiló distinto. Fue diferente a lo que por ejemplo ahora fue la pandemia, en la cual ya más organizados como conjunto y con vías de comunicación más rápidas, se pudo reaccionar mejor para colaborar con aquellos que se les complicaba o para aplicar protocolos correctos y aptos para trabajar. En ese momento no estábamos del todo conscientes de lo que significaba y se intentaba seguir haciendo hasta donde se podía” recuerda Papaleo. La actriz también destaca que fue el momento en el cual comenzaron a aparecer salas teatrales más chicas, que se consolidaron luego de la transición de poder que se dio tras el despegue del helicóptero desde la Casa Rosada.
Irma Roy, su madre, era diputada y le iba detallando desde el Congreso los cambios que barajaban por aquellas horas para reemplazar a De la Rúa. “Era, como se dice usualmente, una papa caliente que nadie se animaba a agarrar. Me acuerdo que me dijo que el único que aceptó fue Rodríguez Saa, pero tampoco duró mucho. Tenían sesiones maratónicas, no fue fácil vivir ese proceso siendo dirigente. Se jugaba mucho en cada decisión. Me acuerdo que en cuestión de horas el panorama iba mutando”.
Eran los días del “que se vayan todos”. Había bronca y la clase dirigente era el objetivo principal. “Pero también al pasar el tiempo se pudo entender que la política es solo la herramienta, no el enemigo. El tema son las decisiones que se toman, cómo se llevan a cabo y si tienen en cuenta a los grandes sectores o se maneja por intereses de pocos. Yo crecí en una casa politizada, pero tuve la educación en dictadura, donde participar te podía traer problemas y se notó cómo en los años 90 la cosa más frívola, de pizza con champagne, desprestigió la participación, asociando la militancia con algo no tan útil. Pero por suerte muchos no aflojaron y después de 2001 se sumaron más a la participación” afirma Carolina.
Con el paso del tiempo se puede dimensionar mejor todo, cree la actriz. “Como argentinos nos dimos cuenta que había que ir más atrás para entender de dónde vino todo eso. No fue algo que surgió de la nada, de un día para el otro. Era una bomba de tiempo que venía de más atrás y muchas veces no nos damos cuenta. La convertibilidad nos permitía estar a la par del dólar, pero estaba socavando el entramado social hasta estallar. Cuando desde lo económico no se pudo sostener más, lo social y lo institucional colapsaron. Creo que es una lección que no hay que olvidar: hay un tipo de políticas y decisiones que pueden traer consecuencias, si no se tienen en cuenta sectores importantes y solo se miran los números”. Para la actriz, ese caldo de cultivo de los años 90 que terminó en 2001, es algo que vale la pena recordar para no intentar de nuevo con fórmulas caducas. “Creo que significó un nuevo punto de referencia. Hasta ese momento la democracia tenía como punto de partida alejarse de la dictadura y a partir de los eventos del 2001, se empezó hablar de cómo manejar las políticas económicas para no volver a un estallido social como aquel. Fue algo que nos hizo crecer. Pero bueno, siempre reaparecen fórmulas que se repiten y con el avance de las derechas en el mundo, hay temor de tropezar con la misma piedra. Ciertos sectores de la sociedad no temen volver a fórmulas que pueden traer más problemas que soluciones. Pero bueno por eso es importante hacer memoria y no dejar que los más jóvenes caigan en la trampa de las promesas vacías. Ya sabemos lo que pasa si vamos por ahí”.
Papaleo advierte que todo lo que sucede hoy, incluyendo lo que tiene que ver con derechos adquiridos y conquistas ganadas en materias como derechos humanos e inclusión, también tienen un eco en 2001. “Son procesos que se fueron dando por lo que pasó y lo que vino después. Así como nos dimos cuenta que las consecuencias de las decisiones económicas pueden terminar así, también creo que aprendimos cómo hay que luchar para que salga una ley que mejore la vida de un conjunto. La herramienta es la política, el voto es vital y que la minorías ( o las mayorías silenciosas) tengan voz, para que nadie quede afuera; esa es la máxima enseñanza de todo aquello”.