Carlos Tomada tiene el ojo entrenado para calificar medidas de fuerza. El ministro de Trabajo de los 12 años kirchneristas evalúa que el del 9 de mayo fue «un buen paro», y en medio de la discusión por la Ley Bases, arriesga: «La reforma laboral no va a ocurrir, porque el movimiento obrero tiene muy claro que no hay espacio para negociar». El exembajador en México ve que el peronismo recién se está recuperando de la derrota electoral, que el gobierno de Javier Milei va por los valores estructurales y los sectores organizados, y propone el modelo del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador como un camino a seguir para el peronismo.

–¿Cómo evalúa el paro de las centrales sindicales?

–Funcionó bien, produjo impacto y fue masivo a pesar de la violencia verbal inédita. No recuerdo un contexto de un paro donde toda la semana previa se dijeran tantas barbaridades, se amenace como se amenazó, tanto en el sector público como el privado, y donde la respuesta haya sido un buen paro. Hay una contradicción que nunca la destacan: dicen que el éxito del paro fue porque no hubo transporte. ¡Eso quiere que decir que todos los trabajadores del transporte pararon! Los sectores claves de la economía Argentina pararon todos. También se sintió muy fuerte en las fábricas, hubo varias con el 100% de ausencia sobre todo en el sector metalúrgico, también en el sector público. Creo que fue un buen paro, el desafío es cómo se sigue.

–Hay dos posiciones dentro del movimiento obrero, una que propone profundizar y otra esperar a ver qué pasa.

–Sí, yo creo que va a tener que ver con lo que pase con la ley, espero que la rechacen. Hay que ver qué ocurre con la reforma laboral y el salario que no se va a recuperar, que ahora está cayendo de nuevo. En el mejor de los casos, si dan aumento por inflación van a estar consagrando la peor distribución del ingreso de la Argentina contemporánea, entonces creo que eso va a mantener el tema arriba. Además, los despidos en el sector público empezaron salvajemente, fueron impiadosos, barriendo, no respetaron nada ni siquiera la estabilidad. No les importó nada, volteaban gente y después preguntaban. Nosotros estamos detectando, aunque todavía no tenemos los números definitivos, que se viene una ofensiva sobre el sector privado, porque siempre es así, cuando el sector público legitima con sus despidos el hecho de despedir, atrás viene el sector privado, y la caída de la actividad te va marcando que va a ser automático eso. Yo creo que la reforma laboral no va a ocurrir, porque el movimiento obrero tiene muy claro que no hay espacio para negociar, hay sectores fuertes dentro de las tres centrales que no quieren negociar. Creo que va haber un aumento de los conflictos micro y no tan micro, eso va a generar una gran conflictividad.

–¿El peronismo puede funcionar como conductor de esa conflictividad social?

–En algún momento confluirán y ése será el punto más alto. El movimiento obrero se ha convertido en un punto de acumulación tras la movilización del 24 de enero y el apoyo activo con presencia en todas las movilizaciones posteriores, se sumaron a la del 24 y la de 8 de marzo, convocaron en la universitaria, y después vino el paro del jueves, veo que está siendo como un referente de la disidencia. Ahí ya hay un punto de consolidación para la confrontación. El peronismo tiene que hacer su proceso de reconstrucción.

–¿Y ve que se esté dando ese proceso?

–Se puede salir de una derrota electoral, somos un partido que ha entrado en la historia para ser mayoría. Hemos perdido otras veces y le ha llevado tiempo recuperarse. Cuando pierde con Alfonsín la renovación no aparece al día siguiente. En 2015 Cristina estaba muy activa todavía, pero también llevó tiempo de todas formas. Hasta que Alberto Rodríguez Saá pegó el grito de «hay 2019», nos reuníamos y hacíamos las actividades, pero andaba cada uno por su lado, que es un poco lo que está pasando ahora. No es cierto que no hay actividad política, cuando aparecen esas críticas enfáticas que preguntan adónde estamos que no nos ven, bueno yo creo que estamos recuperándonos de una derrota electoral y de un gobierno en el que de alguna manera no cumplimos con nuestros compromisos, y eso nos hizo perder identidad con los sectores a los cuales hemos representado mayoritariamente. Hay mucha gente que va y se reúne con otros y creo en toda esa actividad política subterránea, porque después esas micro actividades terminan confluyendo en las convocatorias convergentes.

–¿Estamos en ese momento del proceso de acumulación por abajo?

–Sí, estamos en ese momento ahora. Están pasando dos cosas. Por un lado, las rencillas internas están empezando a quedar de lado, porque siempre hay pases de factura, mariscales de la derrota, pero bueno, eso tiene un tiempo. Y creo que Cristina también aparece más públicamente en un contexto donde el gobierno está empezando a tener sus primeros problemas serios, que los disimula porque tiene el apoyo de los sectores dominantes como no lo ha tenido ningún gobierno, entre el sistema de medios privados y el poder fáctico, sobre todo el poder financiero. Tiene mucha espalda, pero también tiene caída de la actividad, dificultad con los dólares. Se ha hecho el guapo con un montón de cosas pero ha tenido que recular, demorar tarifazos, revisar prepagas, inventar un bono para pagar la deuda de las compañías de energía, que se lo están objetando por todos lados.

–¿El peronismo llegará a recomponerse a tiempo?

–Va a ser lento. La convocatoria a la unidad la pudimos hacer en el 2019, ahora tiene que ser una convocatoria a la unidad con un para qué muy preciso. Tenemos que tener una propuesta de país. Este gobierno está pegado fuerte en los valores, si llegara a tener éxito (que no va a tener), no vamos a reconocer a la Argentina emergente, porque va haber un cambio no sólo en lo económico sino en la identidad cultural, en nuestras tradiciones, en nuestros valores principales. Tenemos que dar una respuesta realmente alternativa de esta brutalidad.

–Pero Argentina tiene ese activo político organizativo.

–Sí, pero lo están atacando. Los sectores populares tienen esa identidad política cultural, pero la están atacando. Precisamente van por los valores de los sectores organizados. Por eso la reforma laboral, el DNU, el primer proyecto de Ley Ómnibus, es una reforma constitucional y no cualquiera, una regresiva al siglo XIX. Me hace acordar muchísimo a la reforma laboral de que hizo Michel Temer en Brasil, que prácticamente llevó a los brasileros casi al siglo XIX y todavía no se han podido recuperar. Y lo comparo con los 20 puntos que está dejando López Obrador en México como legado hacia adelante, que seguramente gane las elecciones la semana que viene y que es un legado progresista, de futuro, es una respuesta al México de hoy. Bueno, nosotros tenemos que hacer eso. «