“Sí, sí, sabía… Me causa gracia. Mi hijo Tiziano, de ocho años, me dice: ‘Papá, ¿por qué te dicen KINGtana’. Es un cariño de la gente”. Carlos Quintana siempre jugó en clubes argentinos: Lanús, Huracán, Douglas Haig de Pergamino, Patronato de Paraná, Talleres de Córdoba, Argentinos Juniors y, desde 2023, Rosario Central. Ya son, contabiliza, 17 años de trayectoria. Defensor central -roba, anticipa y casi nunca pierde de cabeza-, Quintana dejó recuerdos gratos en la mayoría de los clubes por la entrega hasta sufrir golpes, los que, sin embargo, no lo sacaron de la cancha. Es un rey plebeyo entre los centrales. Campeón del Apertura 2007 con Lanús, de la B Nacional 2016 con Talleres, de la Copa Argentina 2022 con Patronato y de la Copa de la Liga 2023 con Central, Quintana habla, a los 36 años, de los secretos de la defensa, de por qué ya no le sorprende nada en el fútbol argentino, de la histeria colectiva, de Miguel Ángel Russo -su entrenador-, de Diego Maradona -con el que jugó un partido a beneficio en 2008-, y de Ángel Di María, con quien puede jugar la Copa Libertadores 2024.
-¿De chico jugabas de delantero?
-En el baby fútbol jugaba en el medio y arriba, en Deportivo Glew, Defensores de Glew y Sociedad Italiana. Hasta que me fui a probar a Lanús a los 13. Me ofreció llevarme el papá de Lautaro Acosta, que estábamos a cinco cuadras, éramos vecinos. Fui y me dijo: “Hace falta un 6”. Nunca había jugado en cancha de once, no sabía las posiciones. Y cuando me preguntaron dónde jugaba, dije: “De 6”. Tampoco sabía dónde se paraba el 6. Más o menos me acomodaron los chicos que estaban por hacer fútbol. Arranqué en Prenovena y me fui adaptando, adquiriendo mañas.
-¿Cuáles son los conceptos básicos de un central?
-Muchos se adquieren por experiencia, por cometer errores, reconocerlos, y trabajarlos para no repetirlos. Es una posición en la que los partidos te van dando roce, inteligencia y templanza para resolver situaciones simples y con seguridad en cada momento. Si sale el central derecho, respaldo; si va a disputar la pelota, sobro por la peinada; a la hora de un desborde y un centro por tu lado, no pasar la línea del primer palo, mantenerse a esa altura es un parámetro; tener el 5 por delante; estar atento al cruce a espaldas del lateral de mi lado; ir leyendo la jugada para anticipar. Por ahí uno las automatiza. No miro a alguien puntualmente, sí mucho fútbol y presto atención, primero a errores y virtudes del que juega en mi posición, algo natural. Por ahí miro antes al delantero contra el que me toque jugar, detalles de los que juegan arriba. Van tantos años en el fútbol que conozco a casi todos porque los he enfrentado muchas veces. Si no los enfrenté, les presto más atención.
-¿Qué cambió en la defensa desde que empezaste a jugar?
-Cuando empecé en inferiores, el 6 seguía por todos lados al 9 rival y el 2 sobraba. Imaginate ahora lo que ha cambiado. Hay equipos para salir jugando por abajo, y hay partidos y momentos. Son pocos los que constantemente salen jugando, que creen en esa metodología y la trabajan mucho. Está bueno. Después hay otros que juegan a la segunda pelota y de ahí arrancan el ataque y son muy fuertes. Hoy al central le piden más, pasan a ser determinantes en el inicio del juego, en la segunda pelota, en la pelota parada; tienen más protagonismo que antes, pero en varios puestos ha mutado, tienen más roles. Antes era un poco más simple. Pienso que primero tiene que defender porque es defensor. Y después tiene que ir sumando para el equipo, como tener un buen pase, transmitir seguridad, ganar en las áreas, los duelos aéreos y por bajo en cada sector de la cancha, para que el equipo crezca hacia adelante. Pero primero defender. Y por más que juegue de central, me gusta hacer goles.
-¿Por qué te golpeás tanto?
-Salí pocas veces por golpes. He jugado mucho, casi no he tenido lesiones desde que agarré regularidad. Es por mi forma de jugar, mi posición, pero lo importante es seguir. Cuando llegué a Central, en el segundo entrenamiento me rompí el dedo. Me operé, al rato viajamos a Chile a hacer la pretemporada. No le pude dar mucha importancia a la recuperación y jugué con vendaje y los fierros. Otro partido el hombro; zafé de no romperme la clavícula. El ojo, que se me inflamó y me dieron cinco puntos. Y la cabeza es normal. No es que me golpeo porque quiero, sino porque trato de dar el máximo, de dejar todo. Me siento querido en la mayoría de los clubes por los que pasé. Y eso habla bien de la imagen que dejé, más allá de partidos buenos o malos.
-“No me sorprende nada en el fútbol argentino”, dijiste después de que bajaran a Patronato de la Supercopa Argentina que se iba a jugar en Abu Dabi. Antes habías padecido un escándalo arbitral en el Barracas Central-Patronato en All Boys, en la pelea por no descender en 2022, y descendieron.
-Puede pasar cualquier cosa, mala y buena, a favor y en contra. La experiencia me dice que la justicia a veces no va de la mano con la realidad. Uno se adapta y trata de que no le influya, trabaja para minimizar lo que le puede llegar a perjudicar, para que le afecte lo menos posible. En 2023 se sacó un descenso durante el torneo. En otros lados no pasa: cuando un torneo empieza y hay tres descensos, hay tres descensos. Acá se modificó. Por más que beneficiaba, en 2022 con Patronato también se había barajado. Pero no era una imagen positiva. Con lo arbitral siempre hay conflictos, y no es desde ahora, es desde cuando empecé a jugar. Errores va a haber siempre. Pensaba que con el VAR se iba a minimizar todo. Quiero creer que sí, que son errores. No podría decir lo contrario porque no lo sé. Creo que es un error humano. Si se demuestra lo contrario, sería feo, me decepcionaría porque miro y confío en el fútbol argentino.
-¿Qué normalizaste y pensás que no está bueno del fútbol argentino?
-El fervor con el que se vive. A veces está muy bueno porque hace un entorno espectacular para jugar, como la localía de Central, que es terrible, que la gente apoya. Pero a veces pasa que todo se sobrepasa, y se malintenciona al equipo rival, se piensa que es el enemigo, y no es así. Uno va a jugar a la pelota, a tratar de hacer lo mejor posible, y por más que no sean del club de uno, no dejan de ser jugadores de fútbol. A veces no se entiende y se pasan límites. Ojalá que mejore y en algún momento se vuelva a jugar con visitantes, con dos hinchadas. Llegué a jugar. Eran distintos los partidos, más lindos. Menos cantidad o más, de visitante iba gente a apoyarte. Era distinto de ver también para el televidente.
-¿El fútbol argentino atraviesa una histeria colectiva?
-Se siente. Lo lindo y bueno pasa rápido y enseguida, si te toca perder… Está mal visto desde la sociedad perder: nadie quiere ser “perdedor”, y el fútbol representa, para la Argentina, el deporte que más convoca, que todo el mundo espera para ir el fin de semana a ver a su equipo. Y por ahí va con la expectativa de que le alegre el fin de semana de una semana difícil que vivió. Y se descarga ahí. Por eso se vive como si fuera “vida o muerte”, porque depende cómo estás el resto de la semana del resultado de tu equipo. Es todo muy cambiante, te sorprende, no sólo los hinchas, sino también el periodismo, cómo en días cambian el parecer. Lo hemos vivido muchos años con la selección argentina. A Demichelis lo silbaron en el Monumental y River es el mejor equipo del país, el que gana la mayoría de los partidos.
-¿Le prestás atención a las redes sociales?
-No le doy bola. Uso Instagram y es personal, privado, sigo y leo a quien quiero, y me lo hice cuando estaba en Argentinos, ya de grande. Lo tengo muy claro: sé que en el fútbol, para el resto, cuando ganás sos rubio y de ojos claros y cuando perdés sos la peor basura, y no me influye lo que puedan llegar a decir. Pero sé que hoy los chicos que empiezan están muy pendientes de eso, y ahí está lo complicado. Se creen que cuando ganan son los mejores y después se creen cuando pierden que pasan a ser los peores. Está bueno tener un equilibrio. Que vean lo que trabajan en cada entrenamiento y partido. Después, las cosas pueden salir mal. Al principio, si no estás bien de la cabeza, cuesta, porque te podés desestabilizar y hasta desconfiar de lo tuyo y te transmite inseguridad, que para el fútbol no hay nada peor que la inseguridad, no creer en las condiciones de cada uno.
-¿Visualizás antes de los partidos?
-Sí, son herramientas que me transmite mi mujer, que está al tanto del tema. Me da pautas, me explicó lo de las energías, lo de visualizar. Me llama la atención y me gusta. Antes de las finales con Patronato y Central le había dicho que íbamos a salir campeones, lo visualicé. Es una manera de atraer lo que uno quiere. Después podés ganar o poder. Trato de visualizar antes de cada partido, en lo personal, en que el equipo esté bien, en que no haya ningún lesionado.
-¿Quién es Miguel Ángel Russo?
-Me movió la idea de ir a jugar a Rosario Central. Hablé en las vacaciones y tomé la decisión de volver a salir de Buenos Aires después de Patronato. Miguel transmite mucha seguridad, vivencias, es un tipo muy simple con una idea muy clara. Antes de jugar la final con Platense, cuando otro técnico está alterado y te llena de indicaciones, él lo primero que transmitió fue tranquilidad. No sólo en su idea, sino en la forma de hablar, de pararse, en su forma física. Salimos todos tranquilos a jugar, sabiendo que el técnico estaba tranquilo porque confiaba en nosotros. En momentos de tanta tensión, un tipo como él, con tantas finales y experiencias, es importante. No muchos habíamos jugado finales. Era mi segunda, la primera con Central. Las disfruté. Si no estás en Boca o en River, no es normal jugar una final. Las formas de manejarse, las relaciones humanas, son primordiales en el fútbol, y Miguel las tiene clarísimas. Es frontal, sin vueltas, y eso se valora muchísimo.
-Jugaste con Maradona en 2008, en un Lanús ante Talleres de Remedio de Escalada, que recaudaba dinero para levantar la quiebra.
-Una locura, tenía 21 años. Jugué de titular con el Diego, que jugó un tiempo para cada club. Cada pelota que tenía se la daba a él, desde cualquier lado. Me quedó una imagen espectacular. Nosotros estábamos en el vestuario de Lanús, cae Diego, al que le habían ofrecido que se cambiara en otro lado y había dicho que no. Y se cambió con nosotros y se puso a hacer cuentatoques con algunos. A mí no me dio la cara para hacer con él. Se sacó millones de fotos, con todos. Con los jugadores el trato fue espectacular; siempre había escuchado o sabía que se manejaba así, pero verlo… Disfrutaba estar con los jugadores. Fue inolvidable.
-¿Este año vas a jugar la Libertadores con Di María?
-Sería hermoso, es un genio Ángel, más cercano en edad y en época, pero cuando uno se pone a pensar la carrera que hizo y lo que logró, faaa, súper admirable. Volver en mi caso a jugar la Libertadores, la tercera en mi carrera, es importante, más con mi edad. Le doy mucho valor, no es fácil en el fútbol. Y jugarla con Central es algo hermoso. Voy a disfrutarla y a tratar de hacer lo mejor posible, de cumplir el objetivo de pasar a octavos, para ver si se suma Ángel.