Carlos Bernatek nació en Avellaneda, sin embargo, gran parte de su producción literaria está ambientada en Santa Fe. A su famosa Trilogía de Santa Fe, se suma ahora ‘Ta loco aquel que quiera tu corazón (Fondo de Cultura Económica), un título poco convencional tomado de la canción homónima del músico uruguayo Fernando Cabrera.
Esta novela de personajes marginales narrada por su protagonista, el Bicho Urdaneta, es también una particular cartografía de esa provincia. Los continuos viajes del Bicho van trazando un mapa particular formado por los pueblos que visita llevando y trayendo plata cuyo origen desconoce, aunque sabe que es ilegal. La guarda en un “embute”, un escondite hecho ad hoc en la gran camioneta blanca en la que viaja, símbolo ostentoso de prosperidad y poder que pertenece a Santi Malamud, “su jefe” en las operaciones turbias de entregar y recibir dinero.
Santa Fe no es un mero fondo sobre el que se desarrolla la acción, sino más bien un personaje más. A pesar del conocimiento profundo que Bernateck tiene de ese territorio y de la certeza con que nombra sus pueblos y caminos, no debería leerse ese espacio de la novela como absoluta literalidad.
El autor subraya aspectos como el calor oprimente que juega de manera metafórica la novela, observa detalles, pone en escorzo determinados elemento, le imprime al paisaje su propia subjetividad. Es decir, utiliza datos certeros para ponerlos al servicio en la ficción.
En este sentido, la Santa Fe de Bernatek no es menos ficcional que la ciudad de Santa María de Juan Carlos Onetti, el condado de Yoknapatawpha de William Faulkner, las ciudades invisibles de Ítalo Calvino o el Delta Panorámico de Marcelo Cohen.
Cualquier viajero podría tomar ‘Ta loco el que quiera tu corazón a modo de mapa o guía para recorrer Santa Fe. Es posible que llegue exitosamente a los lugares recorridos por el Bicho. Sin embargo, no llegará exactamente a la Santa Fe de Bernatek.
Carlos Bernatek
-Aunque el personaje principal de la novela, el Bicho Urdaneta, está siempre en movimiento, viaja constantemente, lo relacioné con Zama porque me pareció que ir y venir es otra forma de la inmovilidad que produce la espera. Creo ‘Ta loco aquel que quiera tu corazón es una novela de la espera. ¿Te parece caprichosa esa comparación?
-No, ‘Ta loco aquel que quiera tu corazón es una novela de la espera, sobre todo porque el Bicho se somete a voluntades de otros. Lleva, trae, vuelve a llevar, pero en el fondo lo que espera es lo mismo que Zama: zafar, tener una cantidad de guita para poder tomar una decisión y que la situación que vive no sea eterna.
Entonces va haciendo pactos fáusticos y se le van complicando las cosas. En él la espera es aún más ajustada que en Zama, porque la suya es la espera del tipo que se quedó con una plata y está esperando que lo maten, está esperando a un grupo cuyos integrantes no sabe quiénes son, pero que van a ir hacia él para cobrársela.
-Además, es alguien que no puede tomar decisiones. Cuando siente miedo piensa en irse y dejar todo, pero no puede. Es como si estuviera encerrado. Como en una road movie viaja todo el tiempo, sin salir del lugar, sabe que está haciendo algo ilegal, pero no sabe bien qué, de dónde proviene la plata que transporta.
-Supone que lo espían, que la camioneta tiene un seguidor, que cuando llega a un peaje alguien lo está mirando. Tiene la paranoia del tipo que está haciendo algo que sabe que es ilegal. Está protegido por una sociedad invisible, porque esa criminalidad que, supuestamente, es la que maneja la plata que lleva y que trae no se ve más que por emergentes, por personas que él conoce. Es gente que está vinculada a su pasado.
–No se sabe de dónde viene el dinero, si del narcotráfico, de la soja… Pero él es alguien que no tiene cuestionamientos morales. Si piensa en irse es por el peligro que implica lo que hace.
-Hay un límite que traspasa cuando abandona todos los trabajos formales porque aparece esta posibilidad de ganar dinero. El viene de lo formal, de trabajar en el banco, de vender seguros, de trabajos de calle pero legales. Pero cuando acepta este nuevo “trabajo” porque lo presionan para que lo haga, queda en una situación más incómoda que en la que estaba antes. Entonces, la plata que gana no sabe para qué le sirve, no sabe cómo sacarla, cómo moverla. No tiene padres porque murieron en un accidente y no nació en Santa Fe, sino en Laguna Paiva.
Además, está vinculado a tipos como Ovidio que ya asumió la marginalidad, un personaje que viene de mi trilogía de Santa Fe y que vive intentando moverse en esa frontera de los negocios turbios, del hotel alojamiento. En el primer libro, Ovidio mata gente, un límite que traspasa casi al final de La noche litoral. Ya salió del circuito y el Bicho es alguien que recién entra pero que no se atreve a tanto. Por eso, lo busca a Ovidio como referencia, como asesor.
A Ovidio le pasa un poco lo mismo que al Bicho. En la novela anterior criticaba a todo el mundo, a los rosarinos, a los cordobeses, a los porteños pero no podía salir de Santa Fe. Él mismo decía que Santa Fe era una mierda, pero que era su mierda por lo que no podía salir de ahí. El otro personaje, El Viejo de Mierda, es como la imagen histórica del que ya fracasó y está abandonado en Colastiné.
–El Bicho, además, es alguien que no toma tampoco decisiones afectivas porque es un ignorante en ese plano. Aparentemente, la quiere a Carla pero no toma ninguna decisión respecto de la relación entre ellos. Creo que Carla es su contrafigura porque siempre toma decisiones que le cuestan mucho, que la hacen sufrir.
-El Bicho no decide nada y Carla es su contrafigura en muchos aspectos, sí. Es alguien que viene de un pueblo, que huye hacia adelante: primero un pueblo, luego una ciudad, después Europa. No quiere mirar nada por el espejo retrovisor de su vida, siempre se anima a más. Además lo pone a él en un aprieto afectivo cuando le dice que se vaya con ella a Europa porque él no se anima. Ella sí toma decisiones. El Bicho Urdaneta padece sus contradicciones porque no es un bruto. El Bicho no es un ignorante de lo que le pasa.
-Cantú también es un personaje contradictorio.
-El personaje de Cantú es un poco la representación de la muerte de las ideologías porque es alguien que al Bicho le abrió la cabeza, que lo hizo reflexionar sobre muchas cosas pero que termina parado en el mismo berenjenal donde está él y encima le pasa algo, no se sabe si se cayó o qué fue lo que le sucedió, no alcanza a escapar o decide volver de esa fuga hacia la naturaleza, se mete en lo peor y termina en el peor lugar.
Cantú es un poco lo que ha sido la caída del idealismo en una ciudad como Santa Fe, una ciudad muy culta y de una efervescencia cultural enorme a la que un día llegó la dictadura y fue el sálvese quien pueda. Todos salieron disparados para todos lados.
-El paisaje es casi otro de los protagonistas de ‘Ta loco aquel que quiera tu corazón, sobre todo por el agobio del calor que acompaña al agobio existencial de los personajes.
-Sí, también la no toma de decisiones agobia, es algo que aplasta como el calor de Santa Fe, que es un calor húmedo, de pozo.
-¿De qué surgió la novela?
-Creo que de la trilogía. Me instalé en el discurso santafesino a través de las voces. La novela surge de las voces escuchadas en la calle, en los bares. Santa Fe tiene una locuacidad particular y también un uso del humor particular. Cuando yo llegué a Santa Fe, el bar más importante –y estamos hablando de la capital de la provincia- era el Gran Doria, un bar de hombres. Allí se juntaban los amigos los sábados por la mañana a tomar el vermut, el café.
Era una cofradía de machos. Yo venía de Buenos Aires y eso me parecía una regresión. Santa Fe era una ciudad pero conservaba rutinas de pueblo. Sin embargo, estaba llena de cines de teatros y había mucha actividad cultural. El santafesino es muy nochero por el tema del clima. Hasta las 5 de la tarde no abre ningún negocio. El diario El litoral está siempre en mis novelas.
Había un precepto en Santa Fe: lo que no estaba en El litoral no existía. Saer trabajó en ese diario hasta que se peleó con un gerente, tuvo una pelotera y durante diez años el diario no lo mencionó. La figura de Saer crecía, se fue a Francia, era el mayor escritor de la provincia y El litoral no lo nombraba.
-¿Reconocés que tu novela es una novela masculina? Aparecen sólo dos mujeres muy diferentes entre sí, Dafne y Carla, que ocupan un lugar marginal.
-Sí, es una novela masculina. En Dafne se da una conjunción de sexo y poder. Es una mujer de carácter, en las empresas en las que trabajó siempre fue la jefa, es autoritaria. Carla es muy diferente. Pero si, ya desde la voz del narrador es una novela masculina.
-Volviendo al calor agobiante de Santa Fe, El Bicho me hizo pensar en El extranjero de Camus, alguien que mata y no sabe bien por qué, porque está molesto por el calor, por ejemplo. También El Bicho es una suerte de extranjero.
-Es que El extranjero es un libro que me marcó muchísimo. Leerlo en la juventud es algo que realmente te marca. Lo mismo sucede con Roberto Arlt, te deja una huella indeleble que, aunque no la puedas reconocer, siempre va con vos.
Santa Fe, ruinas y museos
–¿Por qué conocés tanto Santa Fe?
–Mi familia se trasladó por trabajo a Santa Fe en 1971 y yo trabajé mucho recorriendo la provincia. Me metí en todos los pueblos y conocí a Gastón Gori, el autor de La Forestal, tragedia del quebracho colorado. La Forestal era un Estado dentro del Estado, emitía plata, pagaba con vales y celebraba el cumpleaños de la reina. Me metí en pueblos que cuando se fue la Forestal se convirtieron en pueblos fantasmas. Algunos habían sido de hacheros y otros eran factorías donde se procesaba, se sacaba el tanino. Los ingleses iban por el tanino y el quebracho para los durmientes del ferrocarril. Según Zapata Gollán, Santa Fe se fundó en un principio 80 kilómetro al norte, en Cayastá donde están las ruinas de Santa Fe La Vieja. Durante la gestión de Hermes Binner fui subsecretario de Gestión Cultural y me correspondía a mí ocuparme de las ruinas. Conozco bien esos escenarios y los museos. La escena del caballo expuesto en el Museo Etnográfico en cuya panza el Bicho esconde plata la tomé del caballo de ese museo.
Así escribe Bernatek
«Si un gesto hubiera podido definir aquel día habría sido el miedo. En los cinco minutos posteriores al amanecer, cuando pisé la calle y esa zona rústica de la vereda avainillada bajo el parque sombreado de tipas, seguía sin sentir temor. Pero algo, una reacción espontánea que me impulsó a protegerme, a rehuir el peligro como hace un animal acechado. No tocar nada, me dije en el momento en el que retraje la mano. Fue un modo de huir cuando estaba a punto de rozar la frente del chico: la cabeza sobre el cordón, los ojos abiertos mirando a la nada debajo de la gorra de Los Angeles Lakes; la transpiración como un sólo lamparón extendido sobre la remera, la campera abierta y la nuca colgando sobre el asfalto. Y como marco, el verde del pasto bordeando el extremo del cemento. El parque, ¿cómo se llama el parque?».