El alza de los precios mantendrá su ritmo actual hasta fin de año y la continuidad del proceso de desinflación en que se encuentra embarcado el gobierno deberá esperar hasta comienzos de 2025. El pronóstico lo formuló el propio Ministerio de Economía, en un documento oficial enviado al Congreso.

Se trata del «Informe de avance del presupuesto 2025», una de las presentaciones que fija la ley, en las que el Ejecutivo debe anticipar cuáles son los preceptos bajo los cuales está elaborando el cálculo anual de gastos y recursos que debe ingresar a la Cámara de Diputados a más tardar el 15 de septiembre.

Allí, entre los supuestos macroeconómicos para el corriente año, el informe elevado al titular de la Cámara Baja, Martín Menem (y que lleva la firma del ministro de Economía, Luis Caputo, y del jefe de Gabinete, Guillermo Francos) estima que la inflación de 2024 será de 139,7%. De confirmarse, la cifra sería la segunda más alta en lo que va del siglo: si bien reduce en unos 70 puntos porcentuales la herencia recibida del gobierno del Frente de Todos, todavía estará bastante por encima del 94,8% que dejó el 2022.

Teniendo en cuenta que en los cinco primeros meses del año el índice de precios al consumidor del Indec subió 71,9% y las previsiones del mes de junio, que se ubican en torno al 5%, el cálculo trae implícita una suba mensual promedio de 4,8% para llegar al total anual anunciado por la dupla Caputo-Francos.

Como toda previsión, puede fallar por exceso o por defecto. El informe se juega por la primera opción y señala que “los datos oficiales sobre inflación publicados con posterioridad al cierre de esta etapa de elaboración del presupuesto sugieren que la inflación estará situada por debajo del 130% interanual a diciembre 2024”. Aun así, se estaría admitiendo tácitamente que el promedio mensual para el período julio-diciembre sería de 4,1 por ciento.

¿Y el dólar?

Esa pauta del 4-5 por ciento mensual, compartida por las consultoras privadas que participan de la encuesta que realiza el Banco Central (ver aparte), manifiesta un piso conformado por la indexación en que están cayendo muchos rubros de la economía (por ejemplo, las jubilaciones y pensiones que de acuerdo al nuevo régimen de movilidad, se actualizarán en base al índice de precios de dos meses antes) y también por las subas pendientes en las tarifas de los servicios públicos.

En esa cuestión, después de fuertes aumentos iniciales, Caputo decidió sacar el pie del acelerador. En su conferencia de prensa del viernes 28, en la que anunció el traspaso de toda la deuda del Banco Central al Tesoro, el ministro también dijo que “el tema tarifas lo decidimos mes a mes, porque es una sintonía entre el equilibrio fiscal y el bolsillo de la gente”.

Pero ese ritmo agudiza el descalce entre los precios internos y la pauta de actualización del tipo de cambio. En el mismo informe a Diputados, el gobierno adelanta que a fin de año el dólar se cotizará a $ 1016, con una suba mensual incluso inferior al 2% que se había fijado como regla. Descontada la inflación proyectada, ese valor equivaldría a una paridad de 423 pesos de comienzos de año, con lo que casi todo el efecto de la devaluación inicial de Caputo (que había llevado la divisa de 360 pesos a 800 de un saque) se habría perdido.

Más allá de la firmeza que busca traslucir el Palacio de Hacienda (“no hay ningún proyecto de devaluación”, dijo Caputo), esa caída en el tipo de cambio real complica el objetivo del Banco Central de acumular reservas. En junio, un mes de alta liquidación por coincidir con la exportación de la cosecha gruesa, la entidad no pudo comprar nada y hasta terminó vendiendo U$S 84 millones. Su titular, Santiago Bausili, estimó que en el próximo trimestre se perderán unos U$S 3000 millones: “Es común que en el invierno se pierdan reservas”, justificó.

La misma receta

A pesar de ese cuadro, el gobierno insiste en que la única raíz de la inflación es el déficit fiscal y piensa profundizar los recortes ya efectuados. “El pilar fundamental del programa es el equilibrio financiero”, señala el informe enviado a Diputados.

En otro párrafo, la presentación destaca que esa receta, junto con la eliminación de la asistencia del BCRA, servirán “para la corrección de distorsiones en los precios relativos, la reducción de la inflación y la generación de las condiciones de estabilidad necesarias para que pueda desarrollarse libremente el sector privado y se recupere el crecimiento económico”.

Con ese panorama, todo indica que la motosierra seguirá funcionando en el segundo semestre del año, pero que habrá que esperar algún tiempo más para que se produzca la desinflación que promete el gobierno. «

Los pronósticos de los privados

El Banco Central publicó su Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) correpondiente a julio. La encuesta, en la que participaron 38 consultoras, centros de investigación y entidades financieras, arrojó números parecidos a los que proyecta el gobierno para el segundo semestre. El pronóstico general fue de un 5,2% de inflación para junio (el Indec dará su informe el viernes), un 4,8% para julio y un 138,1% acumulado para todo 2024.

En cambio, hubo importantes diferencias en cuanto al tipo de cambio. Los encuestados proyectaron que en algún momento del segundo semestre habrá un salto en la cotización y por eso calculan que para fin de año el dólar oficial estará a $ 1173, un valor 15% por encima del que estiman en Economía. También creen que el PBI caerá 3,7% y que el superávit comercial rondará los U$S 18.000 millones, algo menos de lo que espera el gobierno.