Luis Caputo cumplirá esta semana con una formalidad: viajará a Washington para felicitar personalmente a Kristalina Georgieva por su designación para un nuevo mandato de cinco años al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI), luego de que el directorio del organismo le renovara la confianza. Cada vez más activo en las redes sociales (a pesar de algunos tropiezos como haberse basado en una cuenta trucha para monitorear la inflación), el ministro adelantó su saludo a la búlgara con un posteo en X.
Por fuera de ese gesto, el ministro de Economía aprovechará la reunión de Primavera, que organizan en conjunto el FMI y el Banco Mundial, para sondear la posibilidad de conseguir dinero fresco para un propósito que desvela al gobierno: el levantamiento del cepo cambiario. El cónclave es propicio, porque sirve de marco para que encargados de finanzas de los principales gobiernos del mundo se encuentren con banqueros y ejecutivos de primera línea para evaluar el panorama y concertar posibles negocios.
Con ese trasfondo, Caputo arribará con el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, a la reunión que formalmente arranca mañana, aunque tendrá sus tramos más importantes a partir del miércoles. Entre los papeles que llevará en su maletín, el ministro podrá exhibir el cumplimiento de las metas fijadas con el FMI para el primer trimestre del año. El superávit fiscal prometido se triplicó: la Oficina de Presupuesto del Congreso lo estimó en $3,4 billones, frente a los $ 962.000 millones comprometidos.
¿Reservas positivas?
También la acumulación de reservas duplica los U$S 6000 millones propuestos en la última revisión: desde que asumió Javier Milei, la entidad adquirió U$S 13.084 millones en el mercado abierto. Las abundantes compras de los últimos días, presagio de la inminente temporada alta de liquidación de agroexportadores, hizo que según algunos observadores las reservas netas estén cerca del cero, después de más de un año de ser negativas.
Recostada en esos números, la delegación argentina buscará apoyo financiero para levantar todas las restricciones a la compra y giros de divisas. El presidente Javier Milei le puso un número a ese objetivo: 15.000 millones de dólares.
Sin ese colchón, nadie en el gobierno se anima a abrir los mercados y que se libere la demanda, reprimida hace varios años. «Hoy no es posible levantar el cepo. No estamos con reservas netas positivas», anticipó Caputo. La cautela fue recomendada incluso por uno de los referentes de Milei, el ex superministro de los ’90, Domingo Cavallo: «Una reunificación y liberalización apresurada, digamos a mediados de año, corre el riesgo de fracasar. Por más superávit primario que se consiga o motosierra, sin reservas no se puede», escribió Cavallo en su blog.
El lado B
Pero esos datos no son suficientes para los jerarcas del FMI. Tampoco se fijan en la baja del riesgo país, que se redujo a la mitad (orilla los 1300 puntos contra los 2600 del gobierno de Alberto Fernández). En Washington no quieren soltar un dólar hasta comprobar que el plan Caputo sea política y socialmente viable. La recesión sin salida pronta a la vista, el malestar por los despidos (empezando por los estatales), la agitación universitaria por los recortes presupuestarios y el ya anunciado paro de la CGT, el segundo en cuatro meses, siembran de luces amarillas el camino hacia un ajuste con consenso civil.
El Fondo ya emitió varias advertencias al gobierno. Entre febrero y marzo vinieron a Buenos Aires la directora adjunta, Gita Gopinath, y el director del Departamento para el Hemisferio Occidental, el chileno Rodrigo Valdés. Ambos hablaron de «proteger a los vulnerables» y reforzar la «calidad del ajuste», respectivamente. Con ambos se volverá a cruzar Caputo esta semana.
También abundan las dudas sobre hasta cuándo el ministro podrá seguir tirando de la soga con algunos trucos para forzar el superávit fiscal. Un ejemplo es la falta de pagos para el mantenimiento del sistema eléctrico: el Estado dejó de abonar subsidios por U$S 2200 millones y las empresas generadoras y transportadoras de electricidad ya advirtieron del quiebre en la cadena de pagos del sector. Desde Economía respondieron que pretenden pagar esa deuda con un bono.
La receta es similar a la que había puesto en práctica el Banco Central con el Bopreal por la deuda comercial en dólares de las empresas importadoras. Eso favoreció la acumulación de reservas. Pero la fórmula tiene patas cortas porque esos bonos generarán obligaciones incluso para este ejercicio: la consultora Econviews alertó que «este año el Banco Central va a necesitar U$S 1170 millones para cumplir con estos compromisos». «
Milei también los busca
A la par de las gestiones de Luis Caputo con el FMI, el propio Javier Milei se cargó al hombro la búsqueda de dólares. En una escala de su viaje por Estados Unidos y Dinamarca, el jefe de Estado se entrevistó con el director del Banco Interamericano de Desarrollo, Ilan Goldfajn.
El economista brasileño, que también pasó por el Fondo y como tal supervisó por algunos meses el acuerdo de facilidades extendidas en tiempos de Alberto Fernández, dijo que «en el BID seguimos muy comprometidos con el desarrollo de Argentina. Hoy hablamos sobre nuestro apoyo técnico para mejorar la eficiencia del gasto y la protección de las personas más vulnerables, y sobre cómo nuestro brazo para el sector privado puede fomentar la inversión y la actividad empresarial en el país».
En el gobierno creen que tanto el BID como el Banco Mundial pueden formar parte de una arquitectura financiera a través de la cual otros organismos internacionales aporten divisas para Argentina. De hecho, durante el anterior gobierno, ambas entidades aceptaron otorgar un crédito puente para cubrir compromisos y evitar que el estancamiento de las negociaciones provocara un default con el Fondo Monetario.