El gobierno ecuatoriano mantiene un estridente despliegue de más de 30 mil efectivos de las diferentes fuerzas de seguridad y militares, pero la veintena de cárceles siguen sin control y cerca de dos centeneres de rehenes siguen en poder de los amotinados. Incluso, en las últimas horas, al menos cinco nuevos presos se escaparon de la Penitenciaría del Litoral y de la posterior mediática persecución por aire y tierra. Esa cárcel, conocida como La regional, es la misma desde donde se fugó José Adolfo Macías Villamar, Fito, líder de Los choneros, en un episodio que según la versión oficial dio origen a esta gravísima crisis que transita el Ecuador, con motines, secuestros, ataques con explosivos, requisas a troche y moche, denuncias cruzadas y extraños videos que desmienten por caso la toma de TC Televisión por los narcos…
El resumen oficial habla de al menos «14 muertos, 859 detenidos, 57 secuestrados liberados, 25 fugados recapturados y 5 terroristas abatidos». De paso, la ONU advirtió al gobierno que la política de seguridad debe ser «proporcional» y respetar los DD HH. A buen entendedor…
En el medio, el presidente Daniel Noboa, que asumió hace menos de dos meses y ganó las elecciones prometiendo el ambicioso Plan Fénix de seguridad, horas después del estallido hizo dos anuncios con urgencia y casi con satisfacción: la construcción de megacárceles del estilo Bukele (se le escapó “con cooperación israelí” y de inmediato muchos descubrieron el hilo de un negociado) y la denominada Ley de Recuperación de Seguridad Social y Económica”, que contiene medidas relativas al control delincuencial y, casi en forma solapada, otras disposiciones de carácter económico, por ejemplo, la suba de 3% del IVA y la reimplantación de otros impuestos que, claro, pegan en clases medias y bajas. En un país que cerró 2023 con más de un 50% de la población entre la pobreza y la indigencia.
Pero la fachada principal es la cuestión de las bandas narcos y de las otras. «Quisieron infundir temor, pero despertaron nuestra ira”, repite el ministro de Defensa Gian Carlo Loffredo, en una rara apuesta a la pacificación. Al mismo tiempo, desde los EE UU, Joe Biden envía a la jefa del Comando Sur, Laura Richardson para dotar de “inteligencia” (vaya mensaje) a esas milicias locales.
Tal vez le explique que las rutas del narcotráfico cambiaron con la aparición de drogas sintéticas (como el fentanilo) y que en consecuencia los poderosos carteles de la región miraron hacia la costa del Pacífico ecuatoriano donde los puertos y las fronteras tienen controles gelatinosos. En concreto, prohíjan a bandas ecuatorianas: los mexicanos de Sinaloa a Los Choneros y a otros, el Jalisco Nueva Generación a Los Lobos y Tiguerones); el cartel colombiano Clan del Golfo y el brasileño Comando Vermelho tienen lazos con otros grupos (Águilas, ÁguilasKiller, Ak47, Caballeros Oscuros, ChoneKiller, Covicheros, Cuartel de las Feas, Cubanos, Fatales, Gánster, Kater Piler, Lagartos, Latin Kings, Los p.27, Los Tiburones, Mafia 18, Mafia Trébol, Patrones, R7. Entre todos hacen su repartija territorial.
La señora Richardson debería explicarle también el efecto de lustros de pauperización del Estado. Tal vez se lo impida la complicidad del imperio al que representa.
Imagen y semejanza
Daniel Roy Gilchrist Noboa Azín nació en Miami hace 36 años, y llegó al sillón presidencial del Palacio de Carondelet, en Quito, en su primer intento. No como su padre, Álvaro, que fracasó en cinco ocasiones: es el hombre más rico de Ecuador, empresario bananero y de medios. El poder real en persona.
No le hace falta dolarizar ni desregular la actividad financiera para facilitar el lavado y otras cuestiones favorables al negocio narco. Al contrario. No lo va a hacer porque, justamente, también es neoliberalismo en estado puro. Pasó Lenin Moreno, luego de traicionar la confianza del correísmo, empezando por el propio Rafael Correa, y lanzar el proceso de persecución interna. Pasó Guillermo Lasso, al que el establishment puso punto final antes de tiempo cuando sectores de Revolución Ciudadana se recomponían políticamente y recuperaban alcaldías clave. Para ellos fue la alarma: llegó la hora de que los propios dueños se encarguen del negocio.
Finalmente queda claro: la similitud de las características, los hechos que suceden en espejo, la recurrencia de perfiles de los personajes principales de la historia ecuatoriana se asemeja a lo que trascurre en la Argentina. No es pura casualidad. Y da muestras del peligro que representa. «