La exposición que protagonizó el ministro de Economía, Martín Guzmán, ante la Cámara de Diputados, desató distintas reacciones dentro del interbloque de Juntos por el Cambio y reflejó el estado actual de las internas que separan a las tribus que lo componen.
Sus 116 integrantes estaban preparados para batallar contra un funcionario que no les aportara cifras y que hiciera caso omiso a las 24 preguntas que habían preparado. El joven discípulo del premio nobel Joseph Stiglitz cumplió una parte de la fatalidad, porque no pudo aportar datos de la renegociación de la deuda que está en pleno desarrollo. Sin embargo también se encontraron con un funcionario que elogió sus consultas, se comprometió a contestarlas todas por escrito y, antes de cerrar su discurso entre aplausos del oficialismo, les confirmó el acuerdo del presidente Alberto Fernández y la vice Cristina Fernández de Kirchner para poner en funcionamiento la Comisión Bicameral Permanente de Seguimiento de la Deuda Exterior de la Nación después del 1 de marzo. El anuncio que formuló Guzmán descolocó al interbloque de macristas, radicales y lilitos.
En privado confiaron que no esperaban la pronta respuesta a un reclamo de Juntos por el Cambio, donde sus principales dirigentes plantean demostrar que la crisis de endeudamiento no surgió en los últimos cuatro años, sino mucho antes. El plan opositor es contradictorio con el análisis del oficialismo respecto a la responsabilidad del expresidente Mauricio Macri sobre el incremento de la deuda y el riesgo de caer en default. Para que se concrete ese debate falta, por lo menos, un mes. Pero la activación de esa instancia bicameral posiblemente concentre una parte importante de los debates sobre el futuro y la renegociación de la deuda externa argentina.
Detrás de la sorpresa opositora sobre ese gesto del oficialismo, los diputados redoblaron la apuesta en público: reclamaron que la comisión se active ya mismo, recordaron que Guzmán no aportó detalles sobre la existencia de un plan económico, y concluyeron que la conferencia tenía “gusto a poco” por la ausencia de datos concretos.
Los diputados se mostraron escépticos, pero también moderados, dentro de un proceso de redistribución interna del poder en Juntos por el Cambio que comenzó el 10 de diciembre, cuando Macri abandonó la Casa Rosada.
Las tribus de Cambiemos en un mundo sin Mauricio
El reordenamiento no ha terminado. Todavía no hay certezas sobre el regreso de Macri como líder de la alianza opositora, la chaqueña Elisa Carrió dejará el Congreso dentro de 20 días, y los tres bloques que funcionan dentro del Congreso cada vez concentran más poder sobre el futuro de la alianza en comparación al liderazgo que la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich, busca construir como nueva presidenta del PRO, por decisión de Macri.
“Pato” terminó sus vacaciones intermitentes en la localidad bonaerense de Lobos y está empeñada con cumplir con su nueva tarea política: conducir el partido amarillo recostada en su núcleo más duro de votantes, es decir, profundizar la polarización con el peronismo a partir de un contrapunto sistemático en materia de seguridad, políticas sociales y relaciones exteriores. La ex ministra tiene una tarea compleja por delante: tendrá que conducir el sello del partido bajo la tutela del jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que controla buena parte de su estructura, y con el desdén de la exgobernadora María Eugenia Vidal, que no está de acuerdo con la presidencia amarilla de Bullrich, pero negocia una coexistencia que le permita regresar a la política con menos heridas internas que las que registró en octubre cuando perdió la provincia a manos del actual mandatario, Axel Kicillof.
La puja por el control del sello partidario pierde peso ante el poder que comenzó a concentrar el interbloque opositor. Así como el presidente empoderó a Rodriguez Larreta como uno de sus principales interlocutores, la Casa Rosada también eligió negociar con las principales autoridades del interbloque para resolver controversias calientes, como obtener nuevos plazos para los vencimientos de las deudas provinciales.
El lobby de los bonistas y la puja entre «átomos libres» y responsables territoriales
En la mesa que se concretó hace 20 días en el Congreso, con representantes del oficialismo y la oposición, no entraron ni Bullrich, ni Macri ni Vidal. Sus emisarios sólo fueron informados de decisiones que ya habían sido adoptadas en el interbloque y que comenzaron a definir los contornos y limitaciones que tendrá la próxima Mesa Nacional de Juntos por el Cambio, cuyas autoridades todavía están en proceso de selección.
Por ahora, coexisten dos grupos: aquellos diputados que deben responder a sus territorios y sus provincias, y los que no tienen más fidelidad que la verticalidad partidaria que les reclaman Macri y Bullrich.
La línea divisoria que los separa podría transformarse en una grieta cercana a la ruptura, pero esos alineamientos comenzaron a redibujarse después de la exposición de Guzmán, porque el debate de la deuda también divide aguas en el interbloque opositor.
Un sector, vinculado a quienes tienen responsabilidades territoriales, está dispuesto a acompañar la renegociación de la deuda, como lo hizo cuando votó a favor del proyecto enviado por el Ejecutivo para comenzar la renegociación de los pasivos contraídos en el extranjero. Pero también están los “átomos libres”, como los diputados Fernando Iglesias y Waldo Wolff, que plantearán sus diferencias con más vehemencia que utilizada hasta ahora.
Esa interna es un terreno fértil para otro actor que ya se está preparando para la etapa más dura de la contienda: los poseedores de bonos argentinos y también los fondos especulativos que, según confiaron a Tiempo fuentes oficiales, ya comenzaron a contratar consultoras y formadores de opinión para terciar en el debate público de la deuda.
Esos despliegues operativos son la previa del debate que se jugará en el Congreso, donde el lobby de los bonistas buscará contar con interlocutores dentro del interbloque opositor para que hagan valer su posición. Las ofertas ya están en danza y resta saber quiénes tomarán el guante, a sabiendas de los altos costos que puede tener para Juntos por el Cambio quedar pegados a los fondos especulativos en medio de una renegociación de la deuda donde el gobierno se juega su futuro.