Burkina Faso tuvo dos golpes de Estado este año. El primero ocurrió el 24 de enero y el segundo se consumó hace poco más de una semana, el 30 de septiembre. Entre uno y otro, el Ejército burkinés apenas pudo frenar el avance de la violencia yihadista, que ya dejó un saldo de casi dos millones de desplazados internos –en un país de más de 22 millones de habitantes– y perdió el control de regiones enteras ahora dominadas por grupos armados islamistas. El reciente asalto a la precaria institucionalidad de Burkina Faso, entonces, es sobre todo una interna entre militares.
El último presidente democrático del país, Roch Marc Christian Kaboré, había sido electo a finales de 2015, justo cuando los terroristas vinculados con Al Qaeda y el Estado Islámico cruzaron desde Mali y Níger y empezaron los ataques. La violencia precipitó enseguida la inestabilidad política: dos golpes en Malí, en 2020 y 2021, y un intento que fracasó en Níger en marzo pasado, a dos días de la asunción de Mohamed Bazoum. En enero, Kaboré fue derrocado por el teniente coronel Paul-Henri Sandaogo Damiba, que acaba de ser destituido por el capitán Ibrahim Traoré.
La región del Sahel, una franja que cruza África de oeste a este, es una de las más pobres del mundo, el epicentro de los golpes exitosos y fallidos en el último año y medio y un nuevo foco de conflicto. Traoré culpó a Damiba por no haber respetado las promesas del Movimiento Patriótico de Salvaguarda y Restauración, como se autodenominaba la junta que tomó el poder ocho meses atrás. En realidad, el golpista le reprochaba al otro golpista por el atentado yihadista que unos días antes había matado a once militares y dejado decenas de civiles heridos y desaparecidos.
Fue un golpe clásico. Los soldados rodearon la capital, Uagadugú, y anunciaron por televisión que el país estaba a cargo de Traoré. El Ejército llevó a Damiba en helicóptero hasta el vecino Togo y prometió que se reforzaría a sí mismo para contrarrestar «el deterioro de la situación en materia de seguridad». El norte de Burkina Faso está prácticamente bloqueado por los grupos yihadistas, por lo que Traoré tendrá que cumplir con su palabra. Algunos ya comparan al capitán de 34 años con el exlíder burkinés Thomas Sankara, otro capitán que tomó el poder en 1984 y con 33 años le cambió el nombre al país –Alto Volta lo llamaban los franceses en la época colonial– y lanzó un programa de reformas inédito en el continente.
«En 2014 hubo un movimiento social muy fuerte para remover a Raise Compaoré, que fue quien le dio el golpe a Sankara en 1987 e instauró un gobierno autoritario. En los ’90, África vivió una fiebre constitucionalista y se construyeron democracias multipartidarias, pero en Burkina Faso seguía Compaoré. Kaboré ganó en 2014. No fue un líder de la revuelta social, pero se benefició de ella. En paralelo, en la década de 2010 hubo un surgimiento del radicalismo islámico en el Sahel, con una fuerte intervención francesa a través de las operaciones Serval y Barkhane en Mali, que es el centro del conflicto, limítrofe con Burkina Faso», explica Marisa Pineau, maestra en Estudios de África por El Colegio de México y titular de las cátedras de Historia de África y Asia Contemporánea en la Universidad de Buenos Aires.
La académica señala que el conflicto desgasta a la población. «En Malí estuvo la mitad del territorio tomado. Son Estados que no logran controlar la situación. Los franceses, apenas comenzaron las intervenciones, dijeron que su razón para estar en la zona era evitar que avanzara el yihadismo hacia Francia. Cuando entraron las tropas francesas a Mali había alegría en la población, pero después vino un fuerte disgusto por esa intervención que no dio resultados», dice.
Pero Traoré todavía no es un Sankara. El líder panafricanista pasó a la historia por sus campañas de alfabetización y vacunación masivas, cuando no era y no es algo extendido en el continente, impulsó una política agraria para alcanzar la independencia alimentaria, construyó rutas, defendió los derechos de las mujeres y las incluyó en el gobierno. Además tenía un discurso antiimperialista y crítico con el FMI y la injerencia colonial que sintonizaba con las masas. Y era carismático, tocaba la guitarra y sabía lo que quería para Burkina Faso. Sankara fue asesinado por su amigo y compañero de armas Compaoré con el apoyo de Francia. En cierta forma, Traoré traicionó a Damiba, aunque no lo mató.
Mientras Traoré remataba el golpe, la embajada de Francia en Uagadugú era atacada por manifestantes y también el Instituto Francés de Bobo-Dioulasso, la segunda ciudad del país. En las calles se pedía por igual la salida de Damiba y los franceses e incluso se veían banderas de Rusia. «Hoy tenemos otros socios que pueden apoyarnos. Los estadounidenses son nuestros socios ahora, también podemos tener a Rusia como socio», dijo Traoré sobre el giro que tiene en mente.
El capitán golpista mencionó también al grupo de mercenarios de la empresa rusa Wagner, presente en países como Libia, Siria, Ucrania, República Centroafricana y Mali. En este último, el grupo propiedad de Yevgeny Prigozhin, empresario gastronómico cercano a Vladimir Putin, obtuvo contratos para reemplazar a los soldados franceses, como lo explicó el entonces primer ministro maliense Choguel Maiga en la Asamblea General de la ONU. En febrero, Emmanuel Macron anunció que retiraría a sus tropas del país africano después de que las tensiones bilaterales se disparasen con la expulsión del embajador francés. Malí denunció luego un abandono, mientras Francia reorganizaba sus fuerzas en Níger.
Rusia viene aprovechando el sentimiento antifrancés en el Sahel para ganar terreno, un avance que genera recelo en Francia, EE UU y China por igual. «Hay una disputa geopolítica por el control del Sahel. Aparece mucho la cuestión del interés ruso por la región. Lo que importa aquí es el dominio de ciertos espacios, como en la Guerra Fría», observa Pineau. «Y como sucedió en esa época, los líderes africanos jugaban con cintura entre el bloque occidental y el bloque socialista. Cuando aparece otro jugador importante, tienen más margen de maniobra. Eso es lo que se está viendo ahora». «