Patricia Bullrich es una soldada. Lo demostró cuando formó parte del gobierno de la Alianza, espacio del que supo salir ilesa para sumarse 15 años más tarde al entonces Cambiemos comandado por Mauricio Macri. El mismo zigzageo aplicó para alinearse con la gestión del primer gobierno liberal-libertario de la historia. Tabula rasa mediante, la ex candidata presidencial encontró en La Libertad Avanza el protagonismo y cuidado que el PRO parece no estar dispuesto a ofrecerle.

Sin embargo, la ministra está aburrida. Aunque cuidada, puesto que su gestión es bien ponderada entre las filas libertarias -en particular por el propio presidente, que la felicita cada vez que puede-, Bullrich le admite a los propios que las paredes del Ministerio se le achican y la cartera de Seguridad empieza a no alcanzar.

Para Bullrich, figurita repetida no completa el álbum. Es con esta premisa que el presidente Javier Milei y su triángulo de hierro ya conocen que la ministra puso en marcha su plan para encontrar nuevos horizontes. En las últimas semanas, mientras la develada interna entre Santiago Caputo y Guillermo Francos estaba en su punto más álgido, se especuló con la posibilidad de que la ex Montonera agarrara el fierro caliente del Jefe de Gabinete.

Las versiones fueron desmentidas por todos los actores. Para la ministra, quien supo cultivar una buena relación con Francos en los últimos meses, la figura del ex funcionario sciolista es fundamental para la gestión libertaria y la contención política y sentimental que necesita un presidente con nula experiencia manejando las sogas del poder.

La misma apreciación no se replica con la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello. Aunque sin tener ningún encono personal con la licenciada en Ciencias para la Familia, Bullrich mira con cariño su silla, desde donde cree que puede potenciar aún más su imagen y rol político en el gobierno. Su ambición, sin embargo, no se interpondrá entre la relación que su compañera de gabinete mantiene con el presidente. “Patricia va a estar donde Javier decida que esté”, afirman desde su círculo.

A pesar de haber jugado en las presidenciales anteriores, la ex candidata del PRO entiende que su carrera presidencialista ya es cosa del pasado. No sólo por la derrota política que significó quedar fuera del balotaje que capitalizaron el entonces oficialismo y la fuerza que sacó del mapa al partido de Mauricio Macri. La edad juega también: en 2024, Bullrich cumplirá 71 años, varias temporadas pasadas de la edad del poder de la que muchos consultores hablan. 

También impacta la cercanía que adoptó con la gestión libertaria. Si para ese entonces aún desearía cuidar las formas, algo que parece estar dispuesta a sostener, su alineamiento con el presidente le impediría intentar sucederlo. El panorama, sin embargo, no se replica con la vicepresidenta. Es en la presidencia del Senado donde Bullrich empieza a poner el ojo.

Aunque se apresuran a decir que todavía ‘falta una eternidad’, en el entorno de la ministra dejan correr la voluntad de Bullrich de reemplazar a Victoria Villarruel en las boletas del 2027. En Casa Rosada no son pocos los funcionarios que confirman de antemano que la vice no será seleccionada para acompañar al líder libertario en la carrera por la reelección. Es con este escenario que la ministra podría empezar a acomodarse como una virtual segunda del presidente.

Los números la acompañan. Hoy, junto a la propia vicepresidenta, Bullrich es la segunda figura del gobierno con mejor imagen positiva. Su cuestionable efectividad para impedir cortes de calles y mantener el aclamado orden que el porteñismo clásico reclamó por años la ponderan en un rol que parecería haber sido creado para ella. Es con este escenario, que dentro del gobierno decidieron darle un papel con mayor protagonismo.

Después de varios meses abocada íntegramente a la gestión, Javier Milei premió a Bullrich con una silla en la mesa chica de gabinete que se reúne todos los martes en Balcarce 50. Allí, la ministra cuelga el saco de sargento y se sienta a rosquear, habilidad que maneja con el triple de años de experiencia que muchos de sus compañeros de mesa. Incluso, fue desde el despacho presidencial que logró concretar la fusión de la bancada del PRO con La Libertad Avanza en la legislatura de la Provincia de Buenos Aires.

Los guiños presidenciales siguieron esta semana. El presidente subió a la ministra al avión que lo llevó a exponer ante la ONU en Nueva York. El gesto no se replicó con su canciller Diana Mondino, quien lleva meses en la cuerda floja por su poco destacable rendimiento en las relaciones internacionales del país.

Bullrich por sobre Macri

Las distancias del presidente también tienen repercusión en Acassuso. En el gobierno afirman sin rodeos que Mauricio Macri, quien continúa esperando -cada vez más impaciente-, que la gestión libertaria le de el lugar que cree merecer, no será invitado a esta exclusiva mesa política a la que sí accedió su ahora archirrival. Las milanesas con ensalada, al parecer, no lograron ablandar el frío corazón libertario del presidente.

La decisión de no incluir al calabrés no sólo responde al apoyo total que Milei prometió a su no-funcionario y asesor todoterreno, Santiago Caputo, en la guerra fría que mantiene con el ex presidente. También implica el sinceramiento del acompañamiento del oficialismo a Bullrich en su pelea para quedarse con el sello del PRO que su padre fundador busca -por ahora sin éxito- volver a posicionar.

Con esta habilitación, la ministra empieza a mover sus propias fichas en cada una de las terminales en las que Macri aún tiene injerencia. Bullrich trabaja para replicar el movimiento de la Legislatura bonaerense en el Congreso, una avanzada que aunque desde su círculo creen que podrá concretarse, entienden que no será en el corto plazo. Lo mismo busca hacer en las provincias, con énfasis en el kilómetro cero del PRO.

Decidida a sacar del mapa al ex presidente, la ministra de Seguridad tiene entre sus posibles próximos movimientos empoderar a su soldado, Damián Arabia, y convertirlo en un potencial candidato a jefe de gobierno. Haciendo uso de las infinitas falencias de la gestión de Jorge Macri, Bullrich cree que plantear una interna en el 2027 en la ciudad será la llave que abra el candado para reducir al mínimo la influencia del ex presidente y su migrado primo bonaerense devenido en porteño.