Brasil ganó el bicampeonato del mundo en el Mundial de Chile 1962. Cinco de los once titulares en la final (3-1 a Checoslovaquia en el Estadio Nacional de Santiago) jugaban en el Botafogo: Nilton Santos, Didí, Garrincha, Mário Zagallo y Amarildo. Eran mayoría. Como subcampeón de Brasil, Botafogo debutó al año siguiente en la Copa Libertadores y alcanzó la semifinal, en la que cayó 5-1 en el global ante el Santos de Pelé, quien marcó cuatro goles. Pero Botafogo ya jugaba sin Didí -dejó el fútbol para ser técnico- y sin Amarildo -transferido al Milan-. Y, sobre todo, con Garrincha averiado: había regresado para la vuelta ante Santos en el Maracaná después de un mes sin jugar, los primeros dolores fuertes de rodilla tras ser infiltrado sin reparo porque el club comprometía su presencia en las giras. La estrella en el escudo remite a los remeros del original club de regatas que, madrugadores, veían con frecuencia desde la playa de Botafogo a la “estrella del alba”, es decir, al planeta Venus en el cielo del amanecer. La estrela solitária. Pero con el tiempo fue, a la vez, el devenir de la vida de Garrincha.

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Sin el mítico wing derecho, Botafogo conquistó su primer Brasileirão en 1968, con Jairzinho, Paulo Cézar Lima -Cajú- y Roberto Miranda, campeones luego en México 70. En 1968 también obtuvo el Campeonato Carioca. Año de manifestaciones estudiantiles y obreras en Brasil, y del “Acto Institucional Número Cinco” (AI5), que endureció con poderes extraordinarios y suspensión de la Constitución a la dictadura que se había instalado en 1964. Botafogo recién volvió a ganar un Carioca en 1989, año de las primeras elecciones presidenciales diretas desde 1960. “Mientras sea presidente de la Confederación, Botafogo no ganará nada”, había dicho Heleno Nunes, bota militar en el fútbol, del Vasco da Gama.

Ahora, en su sexta participación en la Libertadores -y a 61 años de su primera semi, con Garrincha y los campeones del mundo de 1962-, la nueva estrella del Botafogo, más fugaz, es el argentino Thiago Almada, campeón en Qatar 2022, autor del gol en el 1-1 de visitante ante el São Paulo y de su penal en la definición de cuartos que metió otra vez al club en una semifinal (enfrentará a Peñarol de Uruguay).

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Líder del Brasileirão, eliminación en octavos al Palmeiras -campeón de las Libertadores 2020 y 2021 y el rival que le arrebató el Brasileirão 2023 tras sacar 13 puntos de ventaja-, Botafogo es propiedad desde 2022 del empresario estadounidense John Textor, a través de Eagle Football Holdings, dueño del Crystal Palace (Premier League) y del Olympique Lyon (Ligue 1), además del FC Florida de Estados Unidos y del Molenbeek de Bélgica. Ex skater de competición, Textor visitó en el vestuario a Thiago Almada después de que la Sub 23 le ganara 3-1 a Irán en los Juegos Olímpicos de París 2024. Había metido un gol en el Parc Olympique Lyonnais, más que posible nueva casa de Almada a partir de 2025, a pesar de que el Lyon puso en venta a todos los futbolistas del plantel para evitar sanciones frente a los desbalances económicos. Textor puso también en venta su 45% del Crystal Palace porque quiere comprar el Everton y la Premier prohíbe la multipropiedad. Con el Molenbeek belga descendió a la segunda división. En cuatro artículos para ICL Notícias, el periodista Lucio de Castro reveló el lado B de Textor y Eagle Holdings: quiebras, coimas a políticos, acusaciones judiciales por estafas (esquema Ponzi), auditorías débiles, casi 100 millones de dólares en subsidios en Florida que se convirtieron en nada y conexiones con dineros de oligarcas rusos.

Más que garantizar la continuidad de los mejores futbolistas, los clubes-sociedades anónimas en Sudamérica son extracción de canteras y pasamanos. Almada llegó a mitad de 2024 (21 millones de dólares al Atlanta United de la MLS), lleva apenas 11 partidos con la camiseta del Botafogo y será “refuerzo” del Lyon, que suma solo cuatro puntos en las primeras cinco fechas en la Ligue 1, al borde de caer en descenso.

Garrincha -la alegria do povo, la admiración por las gambetas, el niño pobre que llega a ser una estrella, punto de contacto con Thiago Almada, criado en Fuerte Apache– es el ídolo más grande del Botafogo, en el que jugó entre 1953 y 1965. Campeón del mundo en Suecia 58 y Chile 62, la selección brasileña nunca perdió con él en la cancha. Tricampeón carioca con Botafogo, apellido Dos Santos por sus bisabuelos esclavos, nació y murió en la miseria de Pau Grande. Su padre tuvo 34 hijos. Garrincha, quien bebía alcohol desde los diez años y fue internado 15 veces en sus últimos cuatro años de vida, reconoció a 14. Lo cuenta Ruy Castro en la biografía Estrela Solitária (1995). En 2017, una de sus hijas alertó que en el cementerio no había registros de su cuerpo: que nadie sabía dónde estaba Garrincha. “Hay un nieto que dice que sabe dónde están los restos, pero la verdad es que no se sabe. El tratamiento que se le dio a Garrincha después de morir fue malo. Tanto, que en la sepultura está incorrecta la fecha de su muerte. En el mármol está grabado ‘20-01-1985’, cuando, en verdad, murió el 20 de enero de 1983”, dice Thales Machado, historiador, botafoguense y editor de Extra.

Acaso contra el olvido, Botafogo inauguró en 2023 una estatua de Garrincha en su sede de General Severiano, frente al muro de ídolos sobre la Avenida Venceslau Brás que será derribado. “O anjo das pernas tortas” (“El ángel de las piernas torcidas”), en oro y alado. En julio, después de que acusara en el Senado brasileño a cinco jugadores del São Paulo y a cuatro del Fortaleza de haber ido a menos en goleadas del Palmeiras por el Brasileirão que se le escapó a su club -y con la prueba de “un estudio de Inteligencia Artificial (IA)”-, un hincha pintó la cara de Textor en el Nilton Santos, el estadio en el que Botafogo, con Thiago Almada, recibirá en la ida de la semi a Peñarol. En dos años de gestión de Textor, el déficit del Botafogo asciende a los 500 millones de reales. En su origen positiva, porque Paulo Valentim había metido cinco goles en el 6-2 a Fluminense del título Carioca 1957 y el periodista Paulo Mendes Campos la había escrito en la revista Manchete, y más tarde profética por las reiteradas inestabilidades y desdichas e incluso título de una tesis universitaria sobre el periodismo deportivo, há coisas que só acontecem ao Botafogo. Hay cosas que solo le pasan al Botafogo.