Gustavo Bebianno Rocha nació en Río de Janeiro hace 54 años. Cinturón negro de jiu-jitsu, regenteó durante cuatro años un gimnasio en Miami donde entrenaba en ese tradicional arte de defensa japonés. De regreso a Brasil, terminó los estudios que había dejado en suspenso para recibirse de abogado en la Pontificia Universidad Católica de Rio de Janeiro y desde 2014 buscó la forma de acercarse al círculo íntimo del ex capitán del Ejército y diputado Jair Bolsonaro. Llegó a ser su jefe de campaña para la presidencia en 2017 y secretario general de la Presidencia de Brasil, o sea el brazo derecho del mandatario, hasta hace algunas horas. Fue expulsado tras varias denuncias por corrupción en el manejo de fondos del Partido Social Liberal (PSL).
Sus enfrentamientos con los hijos de Bolsonaro fueron muy ostensibles en el poco tiempo que lleva el gobierno ultraderechista en el Palacio del Planalto. Pero la gota que derramó el vaso es la sospecha de que Bebianno era informante de la red O Globo y fue quien acercó datos acerca de un escándalo que involucra a Flavio Bolsonaro y a su chofer en un caso de desviación de fondos.
Bebianno se sentía amenazado desde hace unos diez días y, conocedor de las técnicas de defensa niponas, pretendió aplicar algún tipo de estrangulamiento cuando dijo que si él caía, también caería Bolsonaro. Ya tenía en su haber varias denuncias por aprietes, aunque sobre personajes secundarios en esta trama y en el marco de disputas internas dentro de la alianza que llevó al poder a Bolsonaro. «Perdí la razón, estaba con al sangre caliente» se disculpó luego de llamar «maricones» a militantes por no apoyar sus posiciones políticas.
Las denuncias contra el hijo del presidente, que golpean directamente en un gobierno que basó su campaña en el combate de la corrupción y puso como ministro de Justicia al juez que condenó al expresidente Lula da Silva, no es un dato menor. Y más cuando apenas habían pasado 20 días de la asunción al cargo.
El caso es que la acusación contra el chofer de Flavio tiene similitudes con la gran causa que atraviesa a la dirigencia del país: Lava Jato. Y es, también, por la financiación de las actividades políticas de manera irregular.
Bebianno fue clave en el armado de una estrategia para que Bolsonaro tuviera un sello electoral a nivel federal que le permitiera competir contra los partidos tradicionales, el PMDB, el PSDB y el PT. El experto en artes marciales primero llegó a la cima dentro del PSL, un partido menor dentro del espectro brasileño, y una vez frente a frente con Bolsonaro, se puso a disposición para lo que hiciera falta.
Para llegar hasta el ex capitán, usó los contactos de su suegro, coronel del ejército. Y luego de los hijos de Bolsonaro, Flavio y Carlos.
Después del triunfo electoral, en el que fueron claves los 65 grupos de Whatsapp creados por Rómulo Bittencourt desde Pernambuco para difundir noticias falsas, Bebianno aspiraba a ser ministro de Justicia del nuevo gobierno. La designación del mediático juez Sergio Moro fue un trago amargo. El consuelo de la Secretaría, que tiene rango ministerial y en teoría le da mayor preeminencia sobre el resto del gabinete, no logró calmarlo.
Las intrigas comenzaron desde ese día y la filtración de las «irregularidades» de Flavio Bolsonaro generaron preocupación. Más aún cuando el presidente debía ser internado nuevamente por secuelas de la cuchillada que recibió durante un acto de campaña. La sospecha sobre Bebianno encontró razones en la «calentura» con que respondió.
Si bien el nuevo mandatario brasileño es un personaje muy extravagante y en general la política de ese país entró en el descrédito luego de la destitución de Dilma Rousseff, que un ministro tan cercano amenace al presidente con arrastrarlo en su caída era inadmisible.
No hubo un «pedido de renuncia», como acostumbra la elegancia política, sino que el propio mandatario dijo en un video que lo exoneraba, aunque no olvidó agradecerle sus servicios y desearle lo mejor para el futuro.
Bebianno, a su turno, dijo que le había perdido la confianza a » Jair y tengo vergüenza de haberle creído”. además, declaró que «Bolsonaro está loco, es un peligro para Brasil». Habrá que ver con qué otra cosa se lanza en las próximas horas.