En la calle empedrada crece hierba porque por acá solo se camina. Sobre la pared que el sol arrasa, un mármol de letras doradas dice que Simón Bolívar nació en esta casa el día 24 de julio de 1783. Un grupo de chicos y chicas entran en fila desordenada y atrás vamos.
Es el cumpleaños de ese otro Libertador de América. Es feriado en su honor. Caracas descansa un poco, acaso preparándose para un fin de semana con pronóstico inestable por las elecciones presidenciales.
Este cronista es el único extranjero que camina los pasillos de domus romana, con habitaciones alrededor de dos patios de sólidas paredes, de techos altísimos, con puertas para ingresar a caballo o para ser gigante.
El centro histórico de la capital venezolana muestra los signos del pasado colonial, pero no son muchas las cuadras que lo separan de los monumentos y del progreso que las dictaduras y el petróleo construyeron con hormigón hasta rascar las nubes siempre bajas adentro de este valle.
Diez cuadras hacia el norte, una iglesia monumental se transforma como por sorpresa en un edificio futurista: es el mausoleo final de Simón Bolívar.
Atravesando la nave de disposición católica, se pasa a un pabellón tan enorme que engrandece su sepulcro. Rojos, con penacho en el gorro del uniforme tradicional, son cuatro los húsares que custodian, permanentes y estáticos, el féretro del Libertador, fallecido 194 años atrás.
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Salto temporal: ahora ya transitamos el domingo de elecciones. El comandante Hugo Chávez hubiera cumplido 70 años. Sus restos descansan en la cima de un cerro, adentro del histórico Cuartel de la Montaña 4F, que está dispuesto como un museo sobre su vida y vigila el lado oeste de la ciudad, muy por sobre el más alto de los rascacielos. En vivos rojos y blancos, la edificación parece un castillo. También de rojo, con penacho en el go-rro del uniforme tradicional, son los uniformes de otros cuatro húsares que custodian, permanentes y estáticos, el féretro del Comandante, fallecido 11 años atrás.
La repetición no es un mero descuido del redactor: la disposición de aquel prócer lati-noamericano y de éste líder contemporáneo es la misma, deliberada, significativa.
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Ayer fue sábado. Elon Musk -un prócer para algunos- llamó a votar por María Corina Machado, acaso sin saber que ella no figura en ninguna de las opciones para elegir y que el candidato de la oposición es Edmundo González.
Bolívar y Chávez están por todos lados, miran en casi todas las esquinas, se transforman en parte del paisaje, pero sobre todo obligan a Nicolás Maduro.
La gloria originaria y los años de prosperidad quedan relacionados con ellos. La promesa de esta campaña oficialista es la paz y la continuación de la recuperación económica. Un objetivo más concreto que la libertad. La que la oposición propone sin entrar en detalles, pero menos grandilocuente.
Este domingo se abre otra etapa y ya se percibe el vértigo de la historia.