Luciano Cabeiro no parpadea. Está tenso y luce unos centímetros más alto de lo habitual. Nigeria es un lugar hostil. Más para un extranjero. Más para un grupo de alemanes que cargan bolsos de tenis. El torneo se terminó. En el aeropuerto lo saben y persiguen su premio. Los oficiales los amenazan: el efectivo a cambio de la libertad de volar. Mienten, amagan una derecha profunda y juegan una pelota sutil, cortita y en inglés, idioma oficial del país africano: “Al dinero lo transferimos”. En realidad, lo esconden dentro de las zapatillas.

Bienvenidos a la selva.

Mariano Zabaleta, número 21 del ranking masculino en 2001 y actual vicepresidente de la Asociación Argentina de Tenis (AAT), estima que cada chico requiere 80.000 dólares anuales para intentar afianzarse en el tenis profesional. Durante las temporadas 2013 y 2014, sólo el 1,8% de los jugadores obtuvieron beneficios, según un relevamiento realizado por el investigador australiano Michael K. Bane. Las cifras duelen y la endeblez económica argentina se suma a la disparidad global (el 1% de los tenistas, los mejores ubicados, se quedan aproximadamente con el 62% de la bolsa acumulada). Sin embargo, conviven 15 argentinos entre los primeros 200 clasificados en la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP).

Cabeiro, exentrenador de Tomás Etcheverry (39°) y ahora formador de juveniles radicado en los Estados Unidos, reivindica la “inconsciencia” argentina “de soñar en grande” y recuerda a Modesto Vázquez, dos veces capitán del equipo de Copa Davis: “Tito decía: ‘Sueñen con ser el mejor del mundo, porque si no lo cumplen, no pasa nada”.

El fuego de la ilusión incendia el corazón de Mateo Carballo, integrante del trío argentino campeón sudamericano y noveno en la Copa Davis Junior 2023. El joven de 17 años enfrentó “la gran decisión”: qué camino tomar. Oriundo de Bella Vista, zona norte del Gran Buenos Aires, entrena aproximadamente cinco horas por día su revés -golpe favorito- en el Gioco Tennis Club de Moreno y se inscribió al Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino para cursar su último año del secundario. Es un sacrificio, una de las formas de equiparar la inequidad, porque al bonaerense le “gustaría estudiar kinesiología o abogacía” en el futuro.

Carballo viaja siempre a los eventos nacionales y trabaja desde los 14 años con Micaela Comello, psicóloga deportiva. “Te ayuda a tolerar la frustración y a intentar controlar las situaciones de presión”, dice el bonaerense. Sin embargo, la competencia internacional, el enjambre ITF Junior, de gastos en dólares e ingresos en pesos, se tornó muy caro sin sponsors detrás. El alemán Daniel Altmaier comenzó a practicar bajo los consejos del argentino Francisco Yunis, número 61 de la ATP en 1987, en la campaña de 2019. Desde entonces, Altmaier ascendió del escalón 603 a su mejor plaza: 47 en 2023. Durante este recorrido de pendiente pronunciada contó con el respaldo de la Federación de Tenis Alemana, la que “solventó el 50% de sus gastos”, según explica Yunis.

El estudio del matemático Bane atemoriza: el 95% de los encuestados fallaron en el intento de cubrir la inversión necesaria para progresar en el deporte blanco. El paso siguiente es saltar de la etapa juvenil a la de mayores. Carballo alerta la escasez de competencias en Argentina (en la campaña de 2024 se disputarán 14 femeninos -récord- y 10 masculinos; en conjunto son casi la mitad de los 43 de hombres que organiza España en el mismo periodo) e ilustra: “Es difícil empezar. Es complejo disputar estos torneos para los que no tienen ranking global, porque el clasificador local tiene baja prioridad y dependés de una invitación de la sede o de la AAT”.

El tenis nacional es superar obstáculos tras obstáculos. Los inabarcables 2.791.810 km2 de soberanía continental americana dificultan la actividad interna y se suman a la lejanía con las sedes recurrentes del tenis (Estados Unidos, Australia y los países del oeste europeo) y a las variaciones económicas.

El profesor Cabeiro, ex acompañante de la alemana Anna-Lena Grönefeld -14 de la WTA en 2006- ejemplifica las desventajas: “Los adolescentes con proyección ya no juegan con raquetas genéricas. En la Argentina es más sencillo encontrar un OVNI que las herramientas ideales”. Y continúa: “Si a un pibe norteamericano se le escapa la empuñadura en un saque, no se mortifica ya que al estadounidense que ocupa el puesto 1000 de la tabla de la USTA (Asociación de Tenis de los Estados Unidos) le regala todo. En cambio, el argentino podría llorar un día entero, porque cuestan alrededor de 300 dólares”.

Los jugadores que consiguen sobrevivir son los que se ubican hasta el puesto 160 del ranking en singles. Entonces, una vez en la jungla, hay que luchar para convertirse en león. El circuito Challenger es el segundo escalafón en la rama masculina, el paso previo a la gran liga: el ATP Tour, en el que usualmente compiten los 100 mejores y los premios se multiplican exponencialmente.

El ex jugador y hoy entrenador Yunis pormenoriza las vicisitudes del proceso y advierte que presentarse en una cancha con el dinero justo es una “presión extra” de peso ineludible: “Es imposible progresar si estás solo. El coach y el psicólogo son fundamentales. Es elemental entrar en la clasificación o en el cuadro principal de los Grand Slams, ya que perder en la primera ronda de Wimbledon te garantiza 71.000 euros; caso contrario, no se cobra y es plena inversión”.

La enfermedad de la selva ataca a los desprotegidos. Detecta la necesidad: los arreglos de partidos existen mayoritariamente en relación con las carencias. No son una opción viable para las estrellas del deporte, de premios millonarios, pero sí despiertan el interés de profesionales con sueños y poco dinero. Con décadas de conocimiento, el entrenador Cabeiro razona: “Generalmente los jugadores utilizan las apuestas para financiar sus propias carreras. En este negocio se implican terceras personas, vinculadas con el narcotráfico y la venta de armas. Es un ambiente peligroso y la Federación Internacional de Tenis (ITF) no los protege; solo los sanciona”.

La ley de la selva es la ausencia de toda ley: allí la raqueta es el único elemento de supervivencia.