Chandler es una ciudad del condado de Maricopa, en Arizona. Con algo menos de 300 mil habitantes, remite al célebre autor de policial negro Raymond Chandler o al personaje de la comedia Friends que protagonizó el malogrado Matthew Perry en los ’90. Pero no hay link con el homenajeado con el nombre de esa población, un veterinario, Alexander John Chandler, el primero en curar ganado en esa zona de Estados Unidos. Maricopa, por otro lado, tuvo su cuarto de hora de fama cuando un sheriff, Joe Arpaio, se envalentonaba en contra de los inmigrantes sin temor a violar sus derechos humanos más elementales. Pero cada vez que iba a elecciones arrasaba y permaneció en el cargo entre 1992 y 2016.
Ahora Chandler volvió al candelero pero por otras razones: el presidente Joe Biden anunció financiación directa por 8500 millones de dólares y créditos por otros 11.000 millones para incrementar la producción de chips de computadora en la planta que tiene en esa localidad el gigante tecnológico Intel. El enemigo a combatir, en este caso, es China y la promesa del mandatario de «traer el futuro de regreso a Estados Unidos». La herramienta: subvenciones para recuperar trabajo estadounidense, un objetivo en el que, por otro lado, no está en desacuerdo su rival en la contienda por la presidencia, Donald Trump. Pero que por estas cosas rioplatenses parece tener mala prensa ahora mismo.
Claro que el mandatario demócrata aprovechó para tirar un poco de barro de campaña. «A diferencia de mi predecesor, yo estaba decidido a cambiar las cosas para invertir en Estados Unidos, todo estadounidense, todos estadounidenses. Y eso es lo que hemos estado haciendo», dijo ante los trabajadores de la planta, que no habían mostrado demasiado entusiasmo cuando llegó, en su auto blindado y rodeado de una impresionante caravana de motocicletas policiales.
El plan del gobierno es incentivar la inversión de Intel en cuatro estados, Arizona, Ohio, Nuevo México y Oregón, para que al final de la década alrededor del 20% de los chips que circulen en el mundo sean fabricados en Estados Unidos. El plan se sustenta en la Ley de Ciencia y CHIPS (como acrónimo de Creating Helpful Incentives to Produce Semiconductors, Creación de incentivos útiles para producir semiconductores) aprobada en agosto de 2022 para impulsar la industria de alta tecnología estadounidense y competir especialmente con China en ese rubro estratégico.
La ley tiene destinados fondos por 280 mil millones de dólares, de los cuales 100 mil son para investigación y desarrollo, un sector en el que EE UU perdió la preeminencia hace décadas. Intel, por su parte, recibirá beneficios fiscales para reclamar hasta el 25% del capital que invierta en este plan que, como tiene como horizonte el 2030, tranquilamente podría denominarse Plan Quinquenal de Biden.
«Dependemos de un número muy reducido de fábricas en Asia para todos nuestros microprocesadores más sofisticados. Esto es insostenible e inaceptable», explicó Biden en Chandler, para concluir y que no quedaran dudas: «Es un problema de seguridad económica, pero también de seguridad nacional”. Se espera que estas inversiones públicas generan unos 30 mil puestos de trabajo directos y otras decenas de miles indirectos. Pero sobre todo, le despejarán el panorama hacia la independencia tecnológica.
«El anuncio es un gran paso para garantizar el liderazgo industrial de Estados Unidos en el siglo XXI. Con este acuerdo, estamos ayudando a incentivar más de 100 mil millones de dólares en inversiones de Intel, lo que supone una de las mayores inversiones jamás realizadas en la fabricación de semiconductores en Estados Unidos con empleos bien remunerados que impulsarán la próxima era de innovación», declaró a la prensa la secretaria de Comercio, Gina Raimondo. “No podemos simplemente diseñar chips. Tenemos que hacerlos en Estados Unidos”, agregó la funcionaria.
Los distritos en los que fluirán esas inversiones están en disputa en las últimas elecciones entre demócratas y republicanos. Y Biden no quiere perder por no mover sus fichas. Habrá que ver si le alcanza.