«Après moi le déluge» es una cita atribuida a Luis XV, Rey de Francia (1710-1774). Ya por entonces era un dicho popular, que significa lo poco que importa la realidad después que uno no está. Tiene sus versiones en otros idiomas, y a veces ejemplos concretos en el campo político. Tal es el caso de Benjamín Netanyahu, que todos los días actúa acorde con el refrán. Veamos.
Cuando el líder de un país pone su sobrevida política por sobre la existencia de la nación a la que pertenece, no suele salir bien ni para uno ni para la otra. Eso parecen haber entendido muchos israelíes que protestan en las calles, quizás cada cual por diferentes razones, aunque tal vez con la certeza que si Netanyahu no abandona el poder, lo que puede terminar es Israel. A tal punto que para conservar ese poder «Bibi» precisa de una escalada militar permanente, aunque sin más resultados a la vista que continuar la guerra. O las guerras, ya que una es en Gaza, otra en Cisjordania, otra en el sur del Líbano, una más en Yemen, siempre contra Irán, ahora con un ataque que mató a altos oficiales del ejército iraní en Siria, país con el que también está en guerra. El congelamiento en la normalización de las relaciones diplomáticas con otros países árabes junto con la condena explícita de las Naciones Unidas por la masacre en Gaza no deja margen de maniobra en el frente externo. Si en lo militar los enemigos se acumulan y en lo internacional los adversarios se multiplican, sobre el fondo de una opinión pública local y global cada vez más crítica, no parece que Israel tenga los medios militares, políticos y económicos para sostener a Netanyahu ni las acciones que comete. Los informes que provienen de Gaza muestran que después de seis meses de guerra un ejército regular no logra vencer a una guerrilla urbana a setenta kilómetros de Tel Aviv, ni con tierra arrasada y masacre indiscriminada. Bueno, no tan indiscriminada.
Según el +972 Magazine, una publicación independiente redactada por periodistas palestinos e israelíes, el ejército utiliza el programa Lavender basado en inteligencia artificial, que marca los objetivos que deben ser atacados incluso en casa, con la familia, ya se trate de altos dirigentes, de simples militantes. Es posible setearlo con la cantidad de muertes civiles, diga usted si 20 o 100, aunque el destinatario sea sólo uno. De allí la profusión de bombardeos nocturnos y las altas cifras de muertos entre mujeres y niños, que engrosan la categoría «daños colaterales». El anterior sistema Gospel determinaba lugares para ser atacados, con el Lavender pasamos a la atención personalizada. Además, el programa aprende de sí mismo, «machine learning», que le dicen. Si antes eran oficiales de inteligencia los que determinaban los objetivos, ahora Lavender ahorra tiempo y trabajo: puesto en automático, el «target generation enloquece», afirma el +972 Magazine de una de las fuentes militares. Es posible gracias al análisis de los datos personales de los 2.3 millones de palestinos en Gaza, y asigna un ratio entre 1 y 100 en cuanto a pertenencia a Hamas. Después sólo resta apretar el botón. Transformar un stock de vivos en un flujo de muertos adorna las estadísticas, lo sabemos desde McNamara en Vietnam, pero el problema de ese tipo de sistemas es que la guerra es un fenómeno político que no puede ser resuelto sólo con aplicaciones tecnológicas.
En términos de bombardeos, el ataque al consulado iraní en Siria merece atención. No es la primera vez que ocurren este tipo de acciones, ya hubo casos de altos oficiales iraníes asesinados de tal modo. Lo que difiere es el contexto, habida cuenta que informar la muerte de tantos generales no tiene efectos más que el uso interno propagandístico, mediante una supuesta exhibición de fuerza, ya que no modifica las relaciones de fuerza: los ejércitos regulares tienden a ser organizaciones verticales, cuando falta un oficial es reemplazado por otro. A fuerza de realizar este tipo de acciones, Israel enfrenta hoy la posibilidad de una respuesta por lo menos de Irán, quizás en similares términos, o de una escalada cuyas consecuencias son imprevisibles. Nasrallah -el líder de Hezbollah en el sur del Líbano– declaró estos días: «preparémonos para la victoria».
Ya en diciembre de 2023, el paleoconservador Wiliam S. Lind, partidario de Israel, señalaba la contradicción que existe entre el nivel militar/táctico y el nivel moral/estratégico que estructuran todo conflicto. «Cuanta más destrucción haya en Gaza, más rápido y más grande será la derrota estratégica de Israel, (…) el 40% de la población de Gaza tiene 14 años o menos. Pronto tendrán edad para combatir, y dado por lo que han pasado, el mayor deseo será incorporarse a Hamas y pelear contra Israel. Netanyahu habrá sido el aprendiz de brujo para el terrorismo islámico». Además escribe que «al convertir a Israel en un paria moral del mundo, cada vez habrá menos dinero, armas y municiones. Como para los Cruzados, el fin del apoyo externo significará la extinción». Déluge. «